Manuel Zelaya, como Fidel Castro, o Hugo Chávez, representaron una sorpresa para Estados Unidos, pues en sus perfilamientos, nunca pudieron anticipar lo que producirían en política y economía desde sus países, y en sus países.
Fueron subestimados en su momento y la reacción contra ellos, y sus proyectos políticos, fue criminal.
Manuel Zelaya no tuvo tiempo de consolidar su obra, como Fidel y Chávez, pues su permanencia en el gobierno fue desde el año 2006 al 2009. Ese 28 de junio de 2009, cuando en la madrugada, un grupo de élite del Ejército lo envió por la fuerza en un vuelo a Costa Rica, marcó el inicio del golpe de Estado que cambiaria el rumbo de Honduras.
El avión que transportaba a Zelaya, como no podía ser de otra manera, realizo una parada en la base militar norteamericana de Palmerola-Soto Cano, dentro del territorio hondureño, para recibir la bendición de Washington y del presidente Barack Obama.
El golpe de Estado en Honduras develó la farsa de la Carta Democrática Interamericana, en la cual se manifestaba que «no eran posibles los golpes militares, ni viables ni legítimos los gobiernos emanados de ellos».
El usurpador Micheletti gobernó Honduras y luego de él, como si nada hubiera ocurrido, Porfirio Lobos y así hasta este momento.
El dilema es que haría Estados Unidos de ganar Xiomara Castro la presidencia, ya que la administración Biden, esta empeñada en una campaña brutal contra los gobiernos de Nicaragua, Cuba y Venezuela.
Biden y sus asesores de seguridad, que alientan la desestabilización de los gobiernos populares en el continente, saben que la pérdida de un bastión como Honduras en estos momentos crítico para su administración le traería repercusiones negativas a lo interno y en el plano regional porque Honduras, sería un aliado indispensable para el fortalecimiento de la CELAC y un golpe certero para la OEA como instrumento a su servicio.
En estas elecciones generales se elegirán al presidente o presidenta de la nación, 128 diputados al Congreso Nacional, 298 alcaldes y 20 diputados al Parlamento centroamericano.
De los tres candidatos con posibilidades de triunfo, dos, Nasry Asfura, del Partido Nacional y Yani Rosenthal, del Partido Liberal, representan los mismos intereses que generaron el golpe contra Mel Zelaya y la gansterización de la economía y la política en el país.
La otra opción, es la que encarna Xiomara Castro de Zelaya, del Partido Libertad y Refundación (Libre) que simboliza la posibilidad de cambio hacia una vida mejor para una población, golpeada por una dura situación económica, por el problema que genera la proliferación de violentas organizaciones criminales y el impacto del flujo migratorio en el contexto de la pandemia de coronavirus con un Estado ausente en salud pública y asistencia social.
El narcotráfico y la corrupción han trasversalizado la política, los recientes señalamientos que vincularían al actual presidente Juan Orlando Hernández con el narcotráfico, no son los primeros en ocurrir, el expresidente Porfirio Lobo fue acusado por aceptar sobornos del cartel de «Los Cachiros» a cambio de favores políticos y por este motivo, tanto él como su esposa y tres hijos no pueden ingresar a Estados Unidos.
Es por esta situación, que impregna de violencia y desamparo a la población hondureña, que se percibe un cambio trascendental en estas elecciones con la candidatura de Xiomara Castro y es por esto también que, la mafia gobernante luchará desesperadamente por mantenerse en el poder porque están en juego su libertad y su patrimonio.
La clave de este domingo electoral en Honduras, pasa por saber cuántos de las 5.182.436 personas habilitadas, acudirán a las urnas; según nos reporta el candidato a diputado por el partido LIBRE, Gilberto Ríos, la situación electoral en la tarde hondureña era la siguiente:
Tomando en cuenta la tendencia que manifiesta el candidato Ríos y de no mediar ninguna estratagema intervencionista por parte de los sectores afines a la mafia gobernantes, la Honduras Libre que todos deseamos volverá a marcar la diferencia en la región y en la perspectiva de paz y progreso que solo los gobiernos populares pueden augurar para nuestros pueblos.
Debemos estar atentos, porque cada territorio libre de nuestra Abya Yala es un paso más en el camino hacia la definitiva independencia.