Nuestra América

Bolivia: Atreverse a luchar, atreverse a ganar

Por Jhonny Peralta Espinoza*
El peor de los fracasos es no pensar nada sobre la lucha política, hemos vencido a la derecha golpista en una batalla táctica, pero estamos conscientes que intentará nuevamente tumbar al gobierno del compañero Lucho.

Reconducción o Restauración

En los años rojos maoístas una gran consigna era «atreverse a luchar, atreverse a ganar», el dilema no está en la voluntad de luchar y vencer, sino en el miedo político a luchar y vencer teniendo la conciencia de que se ha vencido en vano, todo porque no se tuvo la capacidad de reconducir el proceso de cambio, y que la victoria preparó el camino de la restauración. En este sentido va estos apuntes.

El triángulo rosquero: Comité Cívico – Creemos – Unión Juvenil Cruceñista

La rosca cruceña encarnada en el comiteísmo, la UJC y Creemos es la avanzada de la derecha para retomar el control del gobierno, y lo hace basado en varios argumentos, pero sustentado en el racismo y la violencia. Argumenta que aporta el 35% al PIB nacional, posee un modelo económico exitoso, es el departamento con mayor población, tendrá mayor poder económico y político después del censo y que, en un hipotético gobierno nacional, son los que pueden tener inmejorables relaciones con el capital inglés y yanqui para negociar el litio, desde el federalismo. En la última asonada golpista, también argumentaron que son el antídoto democrático frente al totalitarismo del compañero Lucho Arce, así, ahora se presentan como los abanderados de la democracia, la libertad y la justicia, mostrándose como los que vienen a revolucionar el país, los que dicen “las cosas como son” en nombre del pueblo llano.

Este proyecto de la rosca cruceña es acompañado por la prensa amarilla que ha pateado el tablero de la corrección política, y es la que decide qué se puede pensar y decir, es una prensa amarilla que se muestra como la transgresora, la rupturista y la heterodoxa, mientras desde el campo popular, hay una izquierda culturizada, que al mostrarse como políticamente correcta, peca de ser conservadora y puritana, porque rechaza y condena la crítica y la autocrítica.

He aquí de forma sintética el proyecto de la derecha, el mismo que se sustenta en dos pilares fundamentales: el racismo y la violencia. El 2019 utilizó la violencia cruenta, vía ejército y paramilitares, para ejercer su desprecio cultural hacia la mujer de pollera y el rostro indígena, todo para demostrar una superioridad étnica, pero principalmente para que los oprimidos y masacrados por esa violencia racista se queden como meras víctimas; así, como lo muestra E. Traverso, la “memoria de las víctima” reemplaza a la “memoria de las luchas”, donde los muertos de Sacaba, Senkata y Huayllani aparezcan solo como víctimas a ser recordadas, cuando nuestros ancestros, también sometidas al racismo más inhumano, se levantaron una y otra vez para vencer a los racistas.

Este es el problema que la rosca cruceña nos plantea al intentar retomar el control del gobierno, porque es un enemigo que reivindica un proyecto de convivencia entre desiguales y que luchará por todos los medios posibles para recuperar el gobierno, es una derecha hija de las circunstancias históricas, económicas, políticas, y su rumbo no se puede torcer. Por tanto, para derrotar a la rosca cruceña es importante dos conceptos claves del arte de la guerra, táctica y estrategia, donde guerra y política están unidas mediante el denominador común, que es derrotar al enemigo. Entonces la tarea nuestra es construir poder popular, militancia activista, línea política y medidas que colmen las expectativas políticas, porque la última asonada golpista de la rosca cruceña, que planteó la renuncia del presidente, fue derrotada parcialmente por divisiones dentro de sus filas y la acertada decisión de abrogar la ley 1386.

Sujeto histórico y nuevo imaginario: construcción sine qua non

Si queremos producir algo realmente nuevo en política no es suficiente tener un gobierno con una fuerte presencia indígena popular, hemos visto cómo ese singular entusiasmo se diluyó en el tiempo; y muchas conquistas fueron resultado de las concesiones del Estado, y no de las luchas contra la dominación y explotación que todavía están vigentes. Así, se fue instalando la “ilusión democrática” de que los mecanismos democráticos es el único marco para cualquier cambio posible, impidiendo de esta manera la transformación radical del país; mientras que la rosca cruceña ha rebasado violentamente los límites de la democracia y quiere imponer la oligocracia. Esta dicotomía entre un campo indígena popular que se aferra a la “ilusión democrática” como medio para seguir teniendo bonos, carreteras, estabilidad económica, etc. sin luchar y una rosca cruceña que desea imponer su oligocracia, debe ser resuelta por la lucha política en todo espacio público a partir de la politización que implica hacerse las preguntas radicales sobre lo existente: ¿qué proyecto de convivencia compartido oponer al que propone la rosca cruceña? ¿con qué formas y contenidos derrotar al proyecto cruceño? ¿cómo contrarrestar a la prensa amarilla? ¿cómo queremos vivir juntos?

Esta politización construirá el sujeto histórico creado solo por la acción política misma, que no está definida por una identidad previa (ser obreros, indígenas, mujeres o clase media), sino que ese «nosotros» es diferente al sujeto político clásico de los conceptos de «la clase» y «la vanguardia», es un “nosotros” producto de las luchas, como lo que ocurrió en las luchas callejeras contra la dictadura en diciembre y enero, o en los bloqueos de agosto del 2019.

Zizek plantea que Lenin y Mao “triunfaron porque inventaron nuevos refranes, lo que significa que impusieron nuevas costumbres que regulaban la vida cotidiana”, y esas nuevas costumbres pueden ser influidas por un renovado imaginario como lo hicieron los rusos y chinos: la tierra y la paz, y la liberación nacional y la unidad contra la corrupción respectivamente. El proceso de cambio nunca pudo materializar las consignas de la revolución democrática y cultural, ni el vivir bien, ni el socialismo comunitario.

Sin embargo, durante las luchas callejeras y los bloqueos del 2019 y 20, ese “nosotros” que se estaba construyendo al principio demandaban la renuncia de Añez y después iban politizando sus demandas, hasta el punto de que los cerca de 200 puntos de bloqueo, sin contacto directo, luchaban por un cúmulo de demandas, que era luchar por ellos mismos; este era el plus de su fuerza porque se activaba la sensibilidad de que el otro (bloqueo) importa, de que el otro (bloqueo) era la prolongación de uno mismo. Y es esta fuerza de los vínculos y el despliegue de la solidaridad que impidió que los militares no decidan ejecutar el golpe de Estado. Fue en esos momentos que la revuelta indígena popular, nuevamente enterró la idea de que el proletariado ya no puede ser el sujeto de la revolución, porque es un imaginario que impide pensar y cambiar, y si queremos pensar y cambiar, necesitamos dotarnos de otro imaginario. Por esto, frente a la desestabilización de la rosca cruceña de hace dos semanas, no bastaba con decir derrotar a la rosca cruceña, es necesaria la politización y reflexionar dónde puede surgir ese imaginario desde nuevas políticas de explotación, dominación y opresión.

No es una tarea fácil recrear un nuevo imaginario antagonista donde apoyar nuestras luchas políticas, tomando en cuenta que las luchas actuales son episódicas, discontinuas, efímeras, imprevisibles, donde los compromisos de los activistas son poco menos que débiles, oportunistas, pasajeros.

Campo indígena popular: la fuerza de los débiles

El movimiento indígena popular se caracteriza por la diversidad cultural y, por lo tanto, por la pluralidad de pensamientos (plan de acción), pero que tienden a la sociedad de iguales. Aquí radica la causa de la victoria de la fuerza de los débiles, fuerza que tiene dos recursos extras: el valor de la igualdad y el valor de la pluralidad.

En el valor de la igualdad todos suman y aportan desde prácticas horizontales para tener el máximo de potencia del “nosotros” (todo el mundo es capaz de hacer algo), no es la igualdad concentrada en un grupo de dirigentes, que monopoliza el saber, la iniciativa y la decisión; y en el valor de la pluralidad, a pesar de ser diversos y tener formas de vida distintos, podemos articularnos y no ser obstáculo para la organización y ser potencia (como los autoconvocados y la juventud que salió con sus wiphalas al son de “ahora sí, guerra civil). Estas fuerzas de los débiles están distanciadas de la política tradicional que reniega de la pluralidad y tiende a la homogeneidad, una forma de hacer política que descarta y no toma en cuenta a los que no están de acuerdo (no se tolera la crítica y la autocrítica), y donde impera bravuconadas que no conmueven a la derecha posfascista.

Los bloqueos de agosto fueron victoriosos porque primaron mucho los afectos, los sentimientos, donde los bloqueos se sentían hermanados y alumbraban otra manera de pensar el proceso de cambio, la forma de hacer política; por esto es que la única fuerza que puede apoyar a lo político-institucional es el movimiento indígena popular, esa potencia que viene con politización y con la inspiración de que puede ocurrir cosas de otra manera. Entonces, si el gobierno pierde vínculo con la energía, la potencia, de fuera o sea del movimiento indígena popular, se queda castrado y sin fuerza para empujar los límites de lo posible, que en nuestro caso significa ejecutar medidas imprescindibles para enfrentar la crisis económica y vencer la conspiración derechista.

¿Cómo hacemos?

La lucha es el único camino, pero ¿qué es luchar? Hoy el campo indígena popular junto al gobierno debe plantearse nuevas preguntas y respuestas sobre la vida en común, desde situaciones concretas, vividas. Una tarea a saldar con el imperialismo yanqui tiene que ver con su pretensión de imponer su visión de democracia como un planteamiento universal, desde el movimiento indígena popular debemos responderle que la democracia no puede ser el reflejo de una doctrina o de principios universales, en cada contexto tiene que adquirir una serie de características que ayuden a construir una vida comunitaria que sea coherente con las necesidades, intereses y las expectativas de un país; por eso es importante que nuestras prácticas democráticas definan qué es democrático y qué no es democrático, donde la responsabilidad es del pueblo y no de una élite que gobierna, y será el pueblo que defina cómo queremos vivir de forma compartida, algo más cercano a una democracia directa o a una democracia participativa.

En segundo lugar, debemos asumir que el poder no es un objeto que se puede poseer y usar para luego transformar o que está localizado en un espacio concreto (gabinete de ministros); el poder como una relación dinámica nos tiene que ayudar a crear nuevas prácticas, transformar la realidad y politizar nuestra existencia. El poder como relación es constitutivo de lo social y se genera constantemente en las propias relaciones sociales, y si todos somos seres sociales, el poder forma parte, inevitablemente, de nuestro modo de estar en el mundo.

Por esta razón para ir por el camino de la construcción del poder popular, requerimos una mayor humildad en las acciones gubernamentales a través de las técnicas de gobierno y de gestión: 1) que las decisiones se tomen lo más cerca posible de las realidades afectadas, esto para descentralizar los procedimientos de consulta y participación, 2) implicación de los sujetos afectados, no solo en la toma de decisión, sino que en sus manos esté la ejecución de las medidas, 3) lograr que el lenguaje de los gobernados y gobernantes sea lo más semejante posible, para que los gobernados otorguen sentido a los actos del gobierno. En esta forma de hacer política, como se vio en el bloqueo, todos participan del control del proceso de transformación, es la praxis donde sujeto-objeto (burocracia-campo indígena popular) se confunden y se modifica el arte de gobernar. Así, campo indígena popular – militancia – gobierno nos construiremos desde la praxis como sujeto-objeto confundidos y desde dónde se trabajarán las medidas a tomar para reconducir el proceso de cambio.

Notas:

*Economista egresado de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA). Analista político. Ex integrante de las Fuerzas Armadas de Liberación Zárate Willka. Preso político durante 15 años en el Penal de Máxima Seguridad de Chonchocoro.

Colaborador de PIA Global

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