Ha comenzado la fase final de la reorganización geopolítica del mundo, en la que, por desgracia, no cabe esperar más que dolorosos recortes, dolores de parto y extrema incertidumbre. Está naciendo un nuevo orden internacional, basado en nuevas reglas de juego y con nuevas relaciones de poder. El antiguo ya no existe ni funciona (a pesar de las instituciones internacionales formalmente aún activas, pero completamente inútiles, como la ONU), y este nuevo, que se avecina, no es más que un enorme enigma global.
Los recientes y significativos acontecimientos, que necesariamente debemos contemplar en el contexto de los juegos geopolíticos globales a través del triángulo dominante Estados Unidos-Rusia-China, decidirán el futuro panorama del mundo. La dinámica de los acontecimientos geopolíticos muestra que el mundo está entrando en una fase cada vez más peligrosa:
- Ucrania recibió armas por valor de 60 millones de dólares de los Estados Unidos, el Secretario de Defensa estadounidense (jefe del Pentágono) Lloyd Austin llegó recientemente a Kiev. También la conservadora de la política antirrusa de Estados Unidos, Victoria Nuland, subsecretaria de Estado para Asuntos Políticos, llegó recientemente a Moscú;
- El nuevo primer ministro japonés, Fumio Kishida, que acaba de tomar posesión de su cargo, declaró ante el Parlamento que las islas Kuriles del Sur, Iturup, Kunashir, Shikotan y Habomai, que forman parte de Rusia, están sujetas a la soberanía japonesa (desde el final de la Segunda Guerra Mundial, las islas pertenecen a la URSS). Y eso ha sido confirmado por la ONU.
- La presidenta taiwanesa Tsai Ing-wen hizo una serie de declaraciones muy beligerantes contra China y sus aspiraciones, y Pekín no quedó en deuda con ella, respondiendo al posible inicio de la guerra.
Dado que pocos en el mundo actual pueden dejar de ver la fuerte influencia de Estados Unidos en las políticas de Ucrania, Japón y Taiwán, está claro que Washington se está recuperando lentamente del «shock» afgano y avanzando hacia una nueva extensión de la desestabilización global. Basta decir que en Estados Unidos, dentro de los más altos círculos políticos y mediáticos, se ha hablado abiertamente de Taiwán como el punto en el que podría comenzar la guerra con China.
No es de extrañar, pues, que la líder de la política rusófila en Estados Unidos, posiblemente la diplomática más fuerte de la administración Biden y comisaria de la revolución ucraniana de 2014, Victoria Nuland, visitara Moscú, en una visita de tres días. ¿Qué quería conseguir y qué éxito tuvo? Es difícil responder a esa pregunta, dado que hay diferentes opiniones al respecto en la propia administración Biden.
Algunos de ellos creen que ella, que es la que más conoce a Rusia en la nueva administración, dada su incuestionable reputación de «halcón», es decir, su fuerte e inquebrantable actitud antirrusa (también esposa del influyente Bob (Robert) Kagan, padre del neoconservadurismo estadounidense) puede permitirse cierta resistencia a Moscú en relación con otros políticos estadounidenses (menos «infectados» de rusofobia y que, por tanto, se convertirían muy rápidamente en el objetivo de los medios de comunicación y de los políticos en cuanto a su estigmatización como «amantes de Putin y de Rusia», algo similar a lo que experimentó Donald Trump).
Según ciertas informaciones, Nuland ofreció a Moscú la «congelación» del conflicto en Ucrania y la llamada estabilidad estratégica, como garantía del bando ruso en el enfrentamiento entre Estados Unidos y China, es decir, la Guerra Fría con Pekín (como la marcada recientemente por Washington) que ya ha comenzado y que durará mucho tiempo, ciertamente más que la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Básicamente, Moscú debería, al menos, ser neutral en ese conflicto de titanes, es decir, no entrar en ninguna alianza con Pekín. Sin embargo, los interlocutores de Nuland en la parte rusa han adoptado con firmeza las conocidas posiciones que la política exterior rusa ha demostrado públicamente en los últimos años, y van no sólo a fortalecer las relaciones ruso-chinas, sino también a promover y desarrollar una estrategia para fortalecer la influencia global de Rusia como un proceso irreversible.
En Washington, por alguna razón que sólo ellos conocen, persisten en creer en la ilusión de la vuelta de Rusia a los intereses globales de Estados Unidos (sin que Washington haya tomado la iniciativa de proporcionar algunas ofertas concretas a Moscú), incluido el ex embajador de Estados Unidos en Ucrania John Herbst, que es uno de los líderes del muy influyente think tank estadounidense Atlantic Council -que declaró que ve el beneficio de la visita de Nuland a Moscú- y dice que en 10 o 20 años Washington y Moscú serán socios que mirarán juntos la amenaza que llega desde Pekín. Cabe señalar que Herbst es uno de los principales expertos geopolíticos de Estados Unidos.
Conclusión
Ucrania, como tal, e incluso Crimea (que «milagrosamente» desapareció de la agenda de las negociaciones ruso-estadounidenses, a diferencia de Donbás) no son tan importantes para los intereses globales estadounidenses como puede concluirse siguiendo los medios de comunicación. Incluso la cuenca del Mar Negro en su conjunto no es de gran importancia para Estados Unidos, no sólo por su distancia geográfica y la presencia militar dominante de Rusia, sino también porque ninguna ruta energética estadounidense pasa por el mar y los buques mercantes estadounidenses no navegan por él. Estos elementos -Ucrania, Crimea,… Washington- sirven principalmente sólo como medio para presionar a Moscú y tratar de impedir la expansión de sus intereses hacia el oeste, hacia la UE. Y nada más que eso. Washington no tiene la intención de ir a la guerra con Rusia por Ucrania y eso nunca sucederá. Lo que necesita es una Ucrania inestable (problemas no resueltos con Rusia) pero obediente, que moleste a Moscú y concentre su atención política y militar, reduciendo la posibilidad de una mayor proyección de los intereses rusos en otras partes del mundo. Y otra tarea estadounidense, como lo ha sido durante los últimos 30 años, es asegurar la continuación de la política de distanciamiento de Ucrania con respecto a Rusia y evitar cualquier intento de normalizar las relaciones entre Kiev y Moscú.
Sin embargo, dado el fortalecimiento de China y la atención que Washington prestará a China, está claro que Washington prestará cada vez menos atención a Kiev. Y eso significa que Ucrania no puede esperar entrar en la OTAN o en la Unión Europea. En los próximos años, Ucrania será el agujero negro geopolítico de Europa, lo que sólo servirá para reforzar la posición estadounidense en las negociaciones con Rusia.
*Slavisha Batko Milacic, historiador.
Artículo publicado en One World.