Con la creciente preocupación por el cambio climático, la necesidad de pasar de combustibles sucios a combustibles más limpios ha ocupado un lugar central. Mientras nos dirigimos a Glasgow para la COP26, el debate en los países más ricos, principalmente en Occidente, se centra en el conjunto óptimo de tecnologías y políticas que pueden poner a estos países en el camino hacia el cero neto. En África, la situación es diferente. Aquí, existe una tensión entre responder al imperativo de cambiar a una energía más limpia y perseguir el crecimiento económico que tanto se necesita.
Los países africanos quieren ver una mejor representación de esta compleja realidad en las negociaciones climáticas. Es por eso que la gente del continente está tan preocupada de que la COP26 sea excluyente debido al acaparamiento de vacuna de los países ricos y las costosas recomendaciones de cuarentena.
África está a la zaga del mundo en cuanto al acceso a la electricidad y otros combustibles modernos. El consumo de energía per cápita en el continente, sin incluir el norte de África, es aproximadamente un 5% del de las economías avanzadas. Al mismo tiempo, 1 de cada 4 personas en este planeta será africana en 2050, y aumentará a 1 de cada 3 en 2100. La mayor parte de este crecimiento demográfico ocurrirá en las ciudades, y se estima que 500 millones de personas se agregarán a las áreas urbanas de África por 2040. Estas personas vivirán en megaciudades repletas de personas, automóviles, edificios e industrias. Esto tendrá enormes implicaciones para la demanda de energía.
Con el pronóstico de crecimiento de las economías de África, la expansión de su fuerza laboral joven y el aumento de la demanda de bienes de consumo, el continente tiene un gran potencial para aumentar la producción y generar riqueza. El acceso a abundante energía será esencial para esto, pero la amenaza del cambio climático hace que sea imposible satisfacer estas crecientes necesidades quemando combustibles fósiles de forma indefinida. Existe una necesidad urgente de reconciliar las prioridades económicas de África con el imperativo de descarbonizar el sistema energético mundial.
Hacer crecer el sector energético de África dentro de los límites climáticos es un desafío enorme. Exige soluciones realistas que sean sensibles a las necesidades de desarrollo de África y que reconozcan al continente como un actor importante en el logro de los objetivos climáticos. Actualmente, la mayoría de los modelos de transición climática y energética que dan forma a los diálogos globales tratan a áfrica como un único punto de dato, sin captar la heterogeneidad de las diversas dotaciones energéticas y aspiraciones de crecimiento de los 54 países independientes. Peor aún, estos análisis influyentes asumen implícitamente la pobreza continua y el bajo consumo.
Claramente, necesitamos una visión nueva y realista del futuro energético de África. Los países africanos necesitan acceso inmediato a energía abundante, siempre disponible y rentable. Las soluciones locales o sin red que ofrecen hoy las agencias de ayuda internacionales tienen un papel importante que desempeñar en el suministro de acceso por primera vez, pero no pueden satisfacer la creciente demanda industrial. Los sistemas y lámparas solares domésticos independientes a pequeña escala son de tamaño limitado y son intermitentes. Las redes sólidas distribuidas de forma centralizada, junto con los servicios públicos que funcionan bien, seguirán siendo esenciales para los países de África mientras persiguen sus agendas de crecimiento económico.
Si bien África es un emisor bajo de gases de efecto invernadero, también ha llegado el momento de sentar las bases para el desarrollo de energía sin carbono, preparando al continente para una amplia adopción a medida que estas tecnologías se vuelven económicamente viables. Esto puede ayudar a los países africanos a eludir los efectos de bloqueo asociados con la construcción de más infraestructura energética basada en fósiles.
Para algunos países, este camino será más fácil que para otros. Por ejemplo, mientras Etiopía está dotada de vastos recursos hidroeléctricos y geotérmicos, la economía de Nigeria depende en gran medida del petróleo y el gas. Las rutas bajas en carbono de estos dos países están a años luz de distancia y no es realista imaginar que cualquier tecnología o modelo de entrega en particular pueda ser una solución milagrosa. Necesitamos abordar esto de manera pragmática caso por caso. En Nigeria, por ejemplo, las vías prácticas requerirán atención a la disminución del gas natural a corto plazo y una fuerte agenda de diversificación económica a largo plazo.
Para lograr este objetivo, la cooperación regional podría ser esencial para promover vías de desarrollo de energía más limpia, reducir los costos de energía y mejorar la confiabilidad del suministro. Los países con generación basada en petróleo como única opción pueden estar rodeados de países con fuentes de carbono cero ricas pero subdesarrolladas y podrían beneficiarse de los mercados regionales. A través de West Africa Power Pool, por ejemplo, países con limitaciones de energía como Mali, Burkina Faso y Liberia podrían ver una reducción del 20% en los costos de generación, lo que resultaría en ahorros equivalentes al 1-3,5% del PBI.
El continente puede y debe liderar una nueva visión para una África rica en energía. Durante décadas, los africanos se han posicionado como consumidores de tecnologías más que como participantes activos en su desarrollo. Por tanto, se ha prestado poca atención al fortalecimiento de la investigación y la innovación en el continente. Sin embargo, mientras África se prepara para un cambio económico y demográfico en este siglo, es hora de que las instituciones, investigadores y expertos africanos tomen la iniciativa en la configuración del continente y el futuro energético del mundo. No hay ninguna razón por la que los países del Valle del Rift de África Oriental, que cuenta con algunos de los recursos geotérmicos más ricos del mundo, no puedan ser líderes mundiales en el avance de estas tecnologías.
África puede tener un futuro de energía limpia que se base en su dotación de recursos y capital humano únicos. Pero para llegar allí, la comunidad mundial debe deshacerse de viejas suposiciones y trabajar con los países africanos para crear un continente próspero y respetuoso con el clima que albergará a una cuarta parte de la población mundial en 2050. La COP26 puede marcar el comienzo de este viaje, aunque el hecho de que Glasgow se convierta en un punto de inflexión para la acción climática dependerá de más que compromisos para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Dependerá de qué tan bien centremos las aspiraciones de desarrollo actuales y futuras de África en el debate sobre el clima.
*Lily Odarno es la Directora del Programa de Innovación en Energía y Clima del Grupo de Trabajo de Aire Limpio, África. Ella lidera el esfuerzo de CATF para abordar la doble necesidad de expandir la energía asequible en las economías en desarrollo y construir un sistema energético global descarbonizado.
Artículo publicado en Argumentos Africanos y fue editado por el equipo de PIA Global