Estas alianzas eso sí, no son monolíticas, como ya veremos, pues estados miembros que puedan defender tesis diferentes en ocasiones trabajan codo con codo. La salida de Reno Unido tras el Brexit ha supuesto un terremoto político dentro de la Unión ¿Cómo queda el balance de poder?
El eje franco-alemán
Alemania y Francia son los estados miembros más relevantes dentro de la Unión Europea, ambos ejercen de facto como “motor” de la integración y la construcción europea. Nos tenemos que remontar hasta 1963 cuando tiene lugar el comienza de esta alianza entre París y Alemania. El canciller alemán Konrad Adenauer y el Presidente francés Charles de Gaulle firmarían el Tratado del Elíseo con el fin de reforzar los vínculos entre los dos países. Según fueron pasando los años, la relación se fue desarrollando cada vez más, especialmente durante los liderazgos de Giscard d’Estaing y Helmut Schmidt y Helmut Kohl con François Mitterrand.
El eje franco-alemán de entonces, eso sí, era diferente al actual, antes de la reunificación alemana quien llevaba la voz cantante era París. La Alemania Federal de la Guerra Fría era el socio débil de la entente con Francia, además su capital Bonn, era una ciudad que miraba más a occidente. No es el caso de Berlín que tiene una mirada más centrada en Europa Central. A partir de la unión entre las dos Alemanias en 1990, el eje de poder cambia en Europa, con un intento de Berlín de acercarse a los países del este y centro de Europa (Polonia, Hungría, República Checa, Eslovaquia), con el fin de ganar más influencia en detrimento de Francia y Reino Unido. Esta mirada al este de Alemania ha sido una de las causantes de la llamada “crisis del eje franco-alemán”, Francia se ha visto relegada a un segundo plano dentro de la alianza, produciéndose un desplazamiento del centro geopolítico a Berlín. Ambos países han llevado en muchos casos objetivos en política diferentes, sino contrapuestos, que han hecho enfriar las relaciones París-Berlín.
Más allá de eso, las divergencias entre Alemania y Francia crecerían tras el estallido de la crisis de 2008, donde Berlín y Bruselas formaron una alianza para presionar por la puesta en marcha de recortes y la ortodoxia fiscal. La crisis de refugiados de 2015 tampoco ayudaría a mejorar las relaciones franco-alemanas, ya que el “Plan Merkel” suponía un acuerdo germano-turco, auspiciado por la Presidencia de Países Bajos con la exclusión de Francia. Sin embargo, la salida de Reino Unido de la UE, que ejercía de contraparte en muchas ocasiones a Francia y Alemania, supuso una oportunidad para reforzar dicha alianza. Un año después además se produciría la elección en Francia de Emmanuel Macron, con una clara apuesta pro europea y con la intención de revitalizar el eje franco-alemán.
Francia es actualmente uno de los estados miembros que defienden con más ahínco la vía federal en Europa. Emmanuel Macron, al igual que muchos de sus predecesores, ha buscado aumentar la influencia francesa dentro de la Unión, mientras se postulaba por una mayor integración. El objetivo de París es ejercer como faro político e ideológico dentro de los 27, sobre todo en política exterior, donde se demuestra la sensibilidad geopolítica francesa. En ese sentido, Macron ha buscado erigirse como líder de la UE en el exterior. También intentó acercarse a Alemania, pero la “prudencia” de Angela Merkel, hizo que el mandatario francés buscase reforzar lazos con otros estados miembros, por ejemplo, con la España de Pedro Sánchez y la Portugal de Antonio Costa. Sin embargo, donde más ha brillado Macron ha sido en la elección de los principales cargos dentro de la Unión, poniendo a un afín a liderar el Consejo Europeo, Charles Michel, y colocando a Christine Lagarde como Presidenta del Banco Central Europeo.
En los últimos tiempos hemos sido testigos de un reforzamiento del eje franco-alemán, sobre todo a raíz de la crisis del coronavirus. Ambos países se encargaron de poner sobre la mesa y defender la idea del Fondo de Recuperación con el objetivo de “salvar Europa”. Merkel y Alemania jugaron un papel esencial a la hora de convencer a los llamados Frugales (Austria, Países Bajos, Suecia, Finlandia y Dinamarca) de la necesidad del mecanismo. Un cambio muy sustancial, si miramos el modus operandi de Berlín durante la crisis anterior. Más allá del Fondo, Berlín y París también han coincido en temas de política exterior, como la necesidad de desarrollar una autonomía estratégica para la Unión. También han tenido iniciativas conjuntas en el Consejo Europeo, por ejemplo, en junio, cuando defendieron la idea de “desarrollar un nuevo” enfoque hacia Moscú, e incluso la posibilidad de organizar una cumbre con el Presidente Vladimir Putin. Finalmente, la iniciativa no saldría adelante debido a la oposición de Polonia y los Bálticos. Lo que nos demuestra de pasada que, aunque Alemania y Francia sean los países más poderosos de la UE, no son omnipotentes.
Actualmente nos encontramos en un momento importante para la alianza Berlín-París, primero, a finales de septiembre tendremos elecciones en Alemania, y un nuevo canciller tras la partida de Angela Merkel, la figura europea más importante de la última década. Queda por ver sin embargo quien tomará el liderazgo de Alemania, las encuestan dan a Olaf Scholz del SPD y antiguo vicecanciller, como ganador, lo cual no debería trastocar el eje franco-alemán. En el caso en el que sea Armin Laschet, candidato de la CDU, quien finalmente consiga ganar, tampoco debería cambiar. Ahora bien, en abril se celebrarán las presidenciales en Francia, donde Emmanuel Macron espera revalidar su mandato, de momento todo apunta a ello, pero ¿qué pasaría si ganase su posible futura rival Marine Le Pen? En ese caso estaríamos ante un terremoto de considerables dimensiones en la Unión. Primero, la entente Alemania-Francia se resentiría, debido a los objetivos en política exterior de Le Pen. Ella misma lo anunció hace meses, alejarse de la diplomacia europea para acercarse a Rusia, además de abandonar el mando integrado de la OTAN. Estas decisiones sin duda afectarían enormemente al devenir del proyecto europeo, no es probable que Le Pen salga ganadora, pero no debería descartarse la posibilidad. En cualquier caso, si Macron gana, este intentaría asumir el liderazgo de la UE pos-Merkel a la espera de cómo se comporte el nuevo canciller alemán.
¿El nuevo liderazgo de Países Bajos?
La salida de Reino Unido de la Unión ha provocado un cambio en el balance de poder de la Unión, una de las consecuencias ha sido el nacimiento de una nueva alianza, la Nueva Liga Hanseática. Este bloque toma su nombre de la alianza comercial que formaron varias ciudades de la cuenca del mar Báltico y el mar del Norte en el siglo XII. La Liga Hanseática, la componen los países nórdicos, (Suecia, Finlandia y Dinamarca), los bálticos (Estonia, Letonia y Lituania), Irlanda y Países Bajos. Posteriormente al grupo se le uniría Austria, como nuevo miembro de los llamados frugales, por su defensa de la austeridad fiscal, grupo que se haría fuertemente “famoso” por su firme oposición al Fondo de Recuperación.
El objetivo de la Nueva Liga Hanseática es hacer lobby respecto a su visión de la Unión, esta es, la defensa de la austeridad fiscal, un menor gasto común y el libre comercio. Los hanseáticos básicamente defiende una menor integración política dentro de la UE. Los países nórdicos son los que rechazan por tanto la vía federal, ya que ven al proyecto europeo más como un ente económico, y no quieren que las instituciones europeas gocen de más poder político al nivel supranacional. Hay que entender que estos países ya eran ricos antes de ingresar al club europeo al contrario que los países del sur no tenían el sueño de “modernidad y prosperidad europeo”. Este hecho podría hacernos entender el por qué de su visión. Más allá de eso, países como Irlanda o Países Bajos gozan de sistemas tributarios muy laxos respecto a las grandes empresas, de ahí que no les agrade la idea de una posible unión fiscal.
Dentro de esta alianza de la Nueva Liga Hanseática habría que destacar el papel de Países Bajos, estado miembro que se ha erigido como líder del grupo. El objetivo de La Haya es el de intentar ocupar el vacío que ha dejado Londres tras su partida. El papel de los holandeses ha cambiado drásticamente tras el Brexit, con la salida de Reino Unido, Francia y Alemania han conseguido evitar un contrapeso que pudiera poner obstáculos a sus planes, algo que ha preocupado a Países Bajos, que ha temido ver sus ideas de austeridad y librecambio perder peso. Durante las negociaciones del Fondo de Recuperación, pudimos ser testigos de la oposición agresiva del Primer Ministro holandés Mark Rutte, con sonoros encontronazos con los países del sur, como Italia, o incluso Francia. La posición inflexible de Países Bajos tiene una explicación, La Haya teme que el Fondo de Recuperación cambie la naturaleza de la Unión, es decir, que se haya traspasado un tabú como el de la mutualización de la deuda, le hace temer que se puedan dar nuevos pasos más adelante en la integración europea.
Países Bajos no solo se ha enfrentado con los países del sur en materia económica (algo que tampoco es nuevo), sino que también se ha erigido como uno de los principales defensores del estado derecho europeo, protagonizando duras declaraciones contra el Primer Ministro húngaro Viktor Orbán. El propio Mark Rutte llegaría a declarar en junio que Hungría no tenía sitio en la UE, debido a su ley anti LGTB.
Sin embargo, en un giro sorprendente, en marzo de 2021, Países Bajos y España presentaron conjuntamente un non-paper, en el que defendían la necesidad de la autonomía estratégica para Europa para hacer frente a potencias externas como China y Estados Unidos. Más allá de eso, La Haya y Madrid pedían quitar el mecanismo de toma de decisiones por unanimidad, interesante cuando el mismo Países Bajos se valió de ello para bloquear el Fondo de Recuperación. Ciertamente es un movimiento inteligente de ambos estados miembros, ya que rompe el esquema de alianzas “típicas” dentro de la UE, dando flexibilidad a los países en vez de instalarte en el monolitismo. Por ejemplo los países del sur suelen hacer seguidismo del eje franco-alemán, especialmente de Francia. Se puede aducir que este movimiento de Países Bajos responde a que La Haya es consciente que su economía depende del Mercado Único, por tanto, una UE más fuerte le interesa, aunque signifique una mayor federalización.
Visegrado ¿el contrapeso en la UE?
El llamado Grupo de Visegrado lo componen, Hungría, Polonia, República Checa y Eslovaquia, aun así, sobresalen claramente los dos primeros. Toma su nombre del castillo de la ciudad húngara en la orilla del Danubio en el que se firmó su acta fundacional hace ya 30 años. Es un lugar simbólico ya que en ese castillo de Visegrado se reunieron en 1335 los reyes Carlos I de Hungría, Juan I de Bohemia y Casimiro III de Polonia con el objetivo de acabar con los conflictos entre sus reinos, además de formar un frente común frente a la familia Habsburgo y establecer nuevas rutas comerciales independientes de la ciudad de Viena.
Visegrado es considerado en la actual por muchos expertos como un “peligro” debido a sus políticas que ponen en tela de juicio a los valores fundacionales de la Unión. Especialmente Hungría y Polonia, los “chicos malos” de Europa, en temas como los derechos LGTB, libertad de prensa o el Estado de derecho. Destacar que el grupo de Visegrado se formó antes que estos países fueran estados miembros de la Unión (entraron en 2004). Para estos países entrar en la UE significaba una tabla de salvación tras la desintegración del espacio soviético, necesitaban las inversiones y subvenciones europeas. Mientras en Bruselas veían necesario incorporar a estos países para que así pudieran consolidar su influencia en el este con reformas democráticas y económicas, consiguiendo una estabilización de la región.
Los países de Visegrado tienen una gran fuerza actualmente de la Unión, aparte de ejercer de contrapeso al eje franco-alemán, han protagonizado sonoras disputas con estados miembros como Países Bajos o Austria, como ya se comentó en el anterior apartado. El grupo de Visegrado defienden posiciones más próximas a la defensa de la soberanía estatal y de sus valores e identidad nacional. Una de las principales entradas en escena importante de este protagonismo de Visegrado se dio durante la crisis de refugiados de 2015 cuando estos países formaron un frente común para atacar el sistema de cuotas defendido principalmente por Alemania. Dentro de la UE, preocupa mucho la posición que ejerce Visegrado, ya que consideran que Budapest y Varsovia son la punta de lanza de las políticas “iliberales” en Europa. El bloque de Visegrado se mantiene bastante homogéneo en temas europeos, ejerciendo una fuerte presión, sin embargo, en lo internacional, no es así. Por ejemplo, Hungría es de los estados miembros más próximos a Moscú, mientras que Polonia es tremendamente agresivo en lo referente a Rusia.
Polonia y Hungría mantienen serios frentes abiertos contra la Comisión Europea, el primero especialmente con el Estado de Derecho por su polémica reforma judicial. Varsovia aprobó una polémica reforma judicial que en la práctica supone que el Ejecutivo controle el poder judicial, y la elección de jueces, todo bajo la justificación de “purgar a los viejos jueces comunistas”. La reforma creaba la KRS, una nueva institución judicial formada por jueces nombrados por el Gobierno, siendo la encargada de vigilar al Tribunal Supremo. El Presidente polaco es quien tiene la potestad de nombrar a los jueces del Tribunal Supremo, a propuesta del Consejo Nacional de la Judicatura, cuyos miembros son nombrados por el Parlamento, tras la última reforma. En julio de 2021, el Tribunal de Justicia de la UE mandaría un ultimátum, tras varias advertencias, para que se derogase dicha reforma, por vulnerar la legislación europea y poner en tela de juicio la independencia judicial. El conflicto llegaría hasta tal punto, que, en septiembre, la Comisión Europea, ante la falta de respuesta activa de Varsovia, instaría a sancionar al gobierno polaco. Más allá de eso, Varsovia ha recibido numerosas críticas desde Bruselas por la existencia de las ciudades polacas autodenominadas “zonas libres LGTB” (se calcula que son un centenar), llegando a amenazar miembros de la Comisión con suprimir las subvenciones.
Como ya se ha comentado, Hungría es otro de los estados miembros que tiene un conflicto abierto con Bruselas. Su Primer Ministro, el conservador Viktor Orbán, ha conseguido colocar durante su ejecutivo a sus aliados en los principales resortes del estado húngaro, desde los medios de comunicación hasta el poder judicial, lo que le ha valido fuertes críticas desde Bruselas y otros estados miembros alegando violaciones de la libertad de expresión y parcialidad judicial. La última crisis con la Comisión, sin embargo, tiene su origen en la ley LGTB que aprobó el gobierno húngaro con apoyo del Parlamento. A lo largo de 2020 y 2021, el gobierno de Orbán ha aprobado varias medidas muy polémicas; se ha prohibido registrar el cambio de sexo en el registro civil, o incluso la prohibición de adoptar para las parejas del mismo sexo. La última ley, que la prohibición de la promoción de temas de homosexualidad y cambio de género, a menores en la educación, bajo el pretexto de protegerles de la “pedofilia y la pornografía”, es la que provocó el último conflicto en Europa. La Presidenta de la Comisión Europea y 17 estados miembros pidieron a Orbán que retirara dicha ley por no respetar los valores europeos. Bruselas llegaría a amenazar a Budapest con llevar al país ante el Tribunal de Justicia de la UE, para poco después abrir un expediente sancionador a Hungría. Orbán, como respuesta decidió convocar un referéndum con cinco preguntas sobre la ley LGTB, un claro desafío a la Comisión.
Todos estos enfrentamientos de Orbán con Bruselas hay que leerlos en clave nacional también, ya que en 2022 se celebrarán elecciones en el país. Se ha formado una candidatura única que engloba a la oposición, con el objetivo de acabar con el liderazgo de Orbán. Algunas encuestas vaticinan incluso la victoria de esta candidatura. Una derrota del Primer Ministro húngaro podría suponer un respiro para la Comisión y un reinicio de las relaciones con Budapest. Mientras el ejecutivo polaco, también está siendo muy criticado internamente, por sus políticas antiaborto, su mala gestión de la pandemia y sus luchas internas.
*Pablo del Amo, graduado en Historia y en el máster en Cooperación Internacional por la UCM. Interesado en geopolítica y en relaciones internacionales. Intentando comprender como funciona el mundo.
Artículo publicado en Descifrando la Guerra.
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