Imperialismo Pandemia

Tercera dosis de la vacuna contra el covid: intereses comerciales e inequidad

Por Sara Plaza Casares* –
Expertos destacan la falta de estudios que avalen una tercera dosis, mientras las farmacéuticas presionan a los países de ingresos altos para aumentar la pauta entre la población y algunos países de ingresos bajos no alcanzan al 1% de la población vacunada.

España festeja haber batido la marca del 70% de la población con la pauta completa de la vacunación contra el covid-19. En Israel un 68% de la población ya tiene las dos dosis y en Estados Unidos el porcentaje está ya en el 61%. Mientras, en la República Democrática del Congo menos del 0,1% de la población ha recibido alguna dosis y en la vecina Angola apenas se supera el 3%, como Gabón o Kenia, que rozan ya el 3,5%.

Con apenas una pincelada de estos datos, recopilados por la web Our World In Data, se dibuja un mapa de vacunación desigual que permanece latente de fondo, mientras las grandes potencias se afanan para llegar a otra meta para la que aún no hay estudios concluyentes ni posicionamientos claros de las agencias reguladora: la administración de una tercera dosis.

Israel lleva desde julio inoculando esta triple pauta, mientras Estados Unidos se ha puesto como fecha el 20 de septiembre para arrancar con ello. Por su parte, la Organización Mundial de la Salud (OMS) pedía a principios de agosto una moratoria en la administración de esta tercera dosis hasta que el 10% de la población este vacunada. Pero países como Canadá, Reino Unido, Alemania o Francia hacen oídos sordos y ya han anunciado que ampliarán su pauta de vacunación.

A este lado de la frontera, la ministra de Sanidad, Carolina Darias, que anunciaba a finales de julio que había suscrito un contrato con Pfizer por 1.800 millones de euros y con Moderna, por 480, en pos de la tercera dosis, ha matizado su postura. Durante la tarde de ayer, y en consonancia con las opiniones del panel de expertos, declaraba que esta tercera dosis será solo para personas inmunodeprimidas por trasplante o en tratamiento oncológico.

Al mismo tiempo, el ECDC (Centro Europeo para la Prevención y Control) en un comunicado conjunto con la Agencia Europea del Medicamento (EMA) aseguraba que algunos estudios informan que una dosis puede mejorar la respuesta en este colectivo de individuos.

Fines comerciales vs fines sanitarios

Para Fernando Lamata, experto en Salud Pública y Políticas de Salud, la propagación de la tercera dosis más que fines sanitarios, busca fines comerciales. “La necesidad de dosis de refuerzo no ha sido demostrada todavía”, expresa a El Salto el que fuera consejero de Sanidad de Castilla La Mancha. “El factor más importante que está impulsando a los países ricos a comprar terceras  dosis para sus poblaciones, es el comercial” asegura Lamata quien se lamenta de que las grandes empresas farmacéuticas siguen dirigiendo la política de vacunación mundial logrando precios abusivos, de 15 ó 20 euros por una dosis que cuesta menos de un euro. “Veamos: dos dosis para 3.500 millones de habitantes de países con menos renta, supondría 7.000 millones de euros; una tercera dosis para 1.500 millones de habitantes de los países con rentas altas puede suponer 30.000 millones de euros. Desde el punto de vista comercial, la elección es clara”, expresa.

Miriam Alía, responsable de vacunación y respuesta a epidemias de Médicos Sin Fronteras desgrana la estrategia de venta de vacunas. “Las farmacéuticas han intentado que la OMS recomiende una tercera dosis y con los datos que han aportado del potencial decrecimiento de la protección no les ha validado. Se les ha pedido que estos estudios continúen y que se incluya a personas con factores de riesgo específicos, con problemas inmunológicos” expresa. “Como no han conseguido el respaldo de la OMS están presionando a la opinión pública para crear esta necesidad y negociando con los estados para que se apruebe a nivel nacional”.

Mientras, añade Alías, aumentan los precios para estos nuevos contratos. “Puede ser que en un momento dado sepamos que pasados 12 meses es necesario vacunar a las personas de más riesgo, o puede ser que necesitemos una vacuna diferente. Se está viendo que combinando mecanismos diferentes podemos tener mejor respuesta inmunitaria. A lo mejor hace falta una tercera dosis, pero a lo mejor no tiene porque ser de esa vacuna”, añade.

Sin estudios suficientes

Para la Catedrática de Inmunóloga, África González Fernández, es interesante que se hagan estudios y que tengamos más información para decidir sobre una hipotética necesidad de una tercera dosis. “Algunos estudios apuntan a que la respuesta a la vacuna puede decaer con el tiempo, pero tal vez no tanto como se está diciendo.  Un estudio con datos en Israel indica que podría bajar de 94% a un 82%, pero siguen protegiendo muy bien. En Reino Unido se ha analizado en residencias y no se ha visto una disminución importante en la protección”, cuenta a El Salto.

Por otra parte, esta inmunóloga añade que se podría plantear una nueva vacuna frente a la nueva variante delta, en vez de una tercera dosis. “Si tuviéramos vacunas frente a las variantes delta o incluso frente a nuevas como la lambda, sería lo óptimo, pero aún no están disponibles, desgraciadamente”. “De todas formas—añade— las vacunas actuales siguen protegiendo en altos niveles frente a las variantes. Además, el sistema inmunitario es capaz de mejorar, de adaptarse al virus, e incluso aunque cambie un poco y disminuya la respuesta, nunca va a ser cero”. Por ello, también para González es prioritario vacunar al mayor número de población antes que empezar con nuevas dosis.

“Una tercera dosis es egoísta e ineficiente en términos de salud pública”, sentencia Carlos Mediano, presidente de Medicus Mundi. “Hay que aunar esfuerzos para conseguir parar la enfermedad en todos los sitios. Si no la paramos potencialmente pueden aparecer nuevas variantes más complejas que hagan no tan efectivas las vacunas que tenemos ahora”, explica quien considera que plantear una tercera dosis solo para inmunodeprimidos también habría que estudiarlo bien. “Tendríamos que ver si de verdad la inmunidad en estas personas disminuye. Hay dos tipos, la inmunidad que muestra la presencia de anticuerpos, pero luego hay otro tipo de inmunidad, la de la memoria de los linfocitos. Faltarían estudios de este tipo para poder tomar una decisión. Y también tenemos que plantearnos qué es más necesario para estas personas, una tercera dosis o protegernos a todas las personas vacunando al mundo”, explica.

Para Fernando Lamata vacunar solo a los inmunodeprimidos es una manera de abrir la puerta a una tercera dosis para todos. “La experiencia nos dice que, por la puerta de una autorización de las agencias para unas indicaciones limitadas, entran luego las generalizaciones para otros grupos, y, al final, para toda la población. Y es que, con una bien estudiada presión de marketing, la opinión pública puede empezar a pedir a los gobiernos que nos pongan la tercera dosis a todos”. Este fue el caso de Israel, donde la tercera dosis comenzó en grupos de personas inmunodeprimidas y finalmente se amplió a toda la población.

“En este sentido, sería bueno que la ministra Darias se comprometiera a que solamente se vacunaría a personas inmunodeprimidas, y que no se aplicará una tercera dosis al resto de la población, hasta que se haya vacunado a todas las personas en todos los países. Y sería muy deseable que el gobierno de España presionara en la Organización Mundial del Comercio (OMC) para que se suspendan las patentes de las vacunas y se promueva la transferencia de tecnología para aumentar la producción”, añade Lamata.

Solución: liberar patentes

Los expertos consultados consideran que la solución a la inequidad en el suministro de vacunas en todo el mundo pasa por liberar las patentes. Mientras los países de ingresos altos han recibido 1.100 millones de dosis, los de ingresos medios-altos 2.000 millones, los de ingresos medios-bajos unos 700 y los de ingresos bajos solo 10 millones, una propuesta para liberar patentes  lanzada por India y Sudáfrica hace ya 11 meses y presentada al  Consejo de los Acuerdos sobre los Derechos de Propiedad Intelectual con el Comercio (ADPIC) —formado por todos los países integrantes de la OMC— permanece bloqueada.

El 20 de noviembre Estados Unidos, Japón y los países de la UE, entre ellos España, bloqueaban la petición. Pero, desde entonces, ha habido avances y ya son 104 países los que apoyan la liberalización de patentes, entre ellos Estados Unidos. También España  emitió el documento Non Paper español, una estrategia a favor de la propuesta de India y Sudáfrica, para acelerar la obtención de vacunas mediante mecanismos para compartir conocimiento, aumentar la producción y acelerar la distribución.

Por otro lado, “la responsabilidad pública en este momento es de tomar las mejores decisiones para toda la población y eso solo se puede hacer invirtiendo en estudios de salud pública. Hay que invertir en investigación independiente, no puede ser que las empresas farmacéuticas nos estén diciendo la efectividad de sus productos”, añade Carlos Mediano.

“La solución: es aumentar la producción, liberar patentes, la UE debe de dejar de bloquear la exención a las patentes”, expresa Miriam Alía, de Médicos Sin Fronteras para quien este aumento debe ir unido a una deslocalización de la producción y así el suministro llegue a rellenar los huecos que quedan en el mapa. “La mayor parte de países de ingresos bajos aún no ha conseguido poner una segunda dosis a sus sanitarios, sobre todo en África Central. En un naufragio, la tercera dosis es dar un salvavidas de más a gente que ya está protegida, frente a gente que no tiene ninguno”, sentencia.

*Sara Plaza Casares, periodista y coordinadora de sanidad en El Salto.

Artículo publicado en El Salto.

Foto de portada: Una oficial médico se prepara para administrar una vacuna contra el COVID-19 en Mogadiscio (Somalia) el 30 de agosto de 2021. Foto de AMISOM / Fardowsa Hussein.

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