Bueno, ya conocen la amada tesis de los banderistas de “maleta-estación-Rusia”, que se lleva cultivando desde los años noventa.
Comenzaron a implantarla en la política moderna ya en tiempos de Yuschenko, cuando por primera vez se abrió el curso para la futura guerra civil. En Crimea y Sebastopol se hizo evidente a causa de que los programas de violenta ucranización y enaltecimiento de Bandera se estancaron allí, incluso a pesar de la financiación y el trabajo del SBU contra los partidos y movimientos prorrusos.
Incluso entonces, desde 2005-2006, no era difícil encontrar en los foros de la ciudad a personajes que postulaban la tesis de “maleta-estación-Rusia” entremezcladas con historias sobre los “héroes de UPA”, la milenaria historia de Ucrania o del Jesús de los Cárpatos. Aunque ahora intentan alegar que todo esto fue consecuencia de la guerra civil que comenzó en 2014, en realidad ha existido y ha sido cultivado durante mucho tiempo y no fue una consecuencia sino una de las causas del derramamiento de sangre y la pérdida de territorio en Ucrania.
No es difícil imaginar que cuando la población comenzó a decir que, si “no les gusta nuestra Ucrania de Bandera, maleta-estación-Rusia”, no sacaron las conclusiones que los autores de esas iniciativas esperaban. Así que la idea de marcharse de un país con tan entrañables “compatriotas” comienza a echar raíces, solo que, en lugar de la estación, la población ha preferido marcharse a Rusia con la región en la que viven, donde viven sus hijos y donde vivieron sus padres, abuelos y bisabuelos. Por ejemplo, mis antepasados vivieron en Sebastopol desde los años setenta del siglo XIX, cuando no había ni Ucrania ni nada parecido. Y cuando los nacionalistas me dicen “si no te gusta Ucrania, vete a Rusia”, lo encuentro gracioso, ya que ellos son los invitados, ya que, desde el punto de vista histórico, se encontraron con Crimea durante un breve periodo histórico a principios de los noventa, cuando los banderistas liderados por Xmara llegaron a la ciudad.
Como parte de la traición asociada a la disolución de la Unión Soviética y los acuerdos de Bialowieza, Crimea y Sebastopol fueron entregadas a Ucrania a pesar de que los propios participantes afirmaban que Crimea y Sebastopol debían ser parte de Rusia. Así que la Crimea autónoma permaneció en Ucrania durante 23 años. En ese tiempo, la Constitución de Crimea, que había sido votada en referéndum, también por ucranianos y tártaros, fue abolida. Esta es la respuesta a la pregunta de qué importancia daba Ucrania a la opinión de la población de Crimea.
Después se arrebató al presidente electo de Crimea, por el que también había votado la mayoría, con participación de ucranianos y tártaros. Una vez más, Ucrania rechazó la opinión de la población que vivía en Crimea. Entonces se preguntaron por qué el sentimiento prorruso, acompañado por el deseo de abandonar Ucrania, era tan fuerte. La ucranización provocó una reacción de rechazo, a consecuencia de la cual incluso los oficiales ucranianos admitían que en Crimea no se sentían exactamente en Ucrania.
En ese momento comenzaron a seleccionar el idioma, la historia y los héroes, ofreciendo los suyos, que no echaron raíces en nuestro país, causando una persistente reacción de rechazo que, por ejemplo, se manifestó en 2008, cuando los residentes de Sebastopol superaron la resistencia de las topas ucranianas y hundieron en la bahía una señal que enaltecía a la inexistente grandeza de la marina ucraniana. Poco después, la población de Sebastopol se enfrentó a los nazis de Tyahnibok, que, con ayuda de las autoridades, quiso organizar una marcha nazi en la ciudad. Otra vez, se dijo a los residentes de Sebastopol que “si no os gustan las marchas de Bandera o nuestra historia ucraniana, marchaos de Crimea y Sebastopol”.
Todo esto continuó hasta 2014, cuando comenzaron a hablar abiertamente desde la tribuna del Parlamento sobre la prohibición de la lengua rusa y la ucranización forzosa que debía completar las tesis de Yuschenko de “pensar en ucraniano”. Las advertencias de las autoridades de Crimea de que si había un golpe de estado en Kiev y se legalizaba el fascismo Crimea se separaría (algo que se dijo ya en diciembre de 2013) fueron ignoradas. Así que Crimea se separó, aprovechándose de la misma Constitución que Ucrania había robado a los ciudadanos de Crimea. En Donbass, los mismos motivos llevaron a la creación de la RPD y la RPL como una forma de organizar las vidas de la población en los territorios en los que Ucrania quería deshacerse de la población (es decir, quería una limpieza étnica) porque no encajaban en la imagen de los banderistas.
Y así, en 2021, títeres de oligarcas y operadores extranjeros aparecen en la televisión para hablar de cuánto aman a Ucrania, especialmente Crimea y Donbass, y quienes no la amen deberían marcharse a Rusia. Tras establecer un régimen de dictadura directa del terrorismo, el régimen ucraniano no es diferente al talibán, que ofrece abandonar Afganistán a quienes no quieran vivir bajo la ley islámica. Pero, por supuesto, hay una diferencia. Al contrario que en Afganistán, donde no hay escapatoria, en Ucrania la población ha tenido la ocasión de salvarse a sí misma y a sus hijos de la “felicidad de cohabitar con los nazis”.
De hecho, la población se marchó de Ucrania hace ya siete años, llevándose consigo las regiones, las estaciones y todo lo demás. Los banderistas mantienen la Esperanza de recuperar las regiones perdidas, aunque sin la población que las habita. Y no es difícil ver en las maquinaciones de Zelensky que comparte ese punto de vista, continuación lógica del camino iniciado por Ucrania a principios de los noventa. El mismo curso que llevó a la guerra. Es extraño que haya quien espere otra cosa de Zelensky y su entorno y que traten de discutir racionalmente las perspectivas de negociaciones de paz.
Por supuesto, cuando los residentes de Crimea, Sebastopol y las Repúblicas de Donbass escuchan en la televisión la conocida tesis “maleta-estación-Rusia” de los años noventa y la primera década de este siglo, no quieren volver en absoluto. Al contrario, es un válido recordatorio de lo que abandonaron en 2014. Al fin y al cabo, en ocasiones se escuchan voces de Ucrania que dicen que establecerán una forma de vida europea, entrarán en la UE y vivirán bien y nosotros querremos unirnos a ellos. Es lo que se ha repetido desde el referéndum de Crimea, cuando propusieron crear la “Riviera de Crimea” como alternativa a unirse a Rusia. Pero a medida que resultó más difícil esconder la lógica banderista del discurso sobre el “futuro europeo”, vinieron también los insultos, los bloqueos y las provocaciones en Crimea, la guerra en Donbass y el terror contra los disidentes en el resto de Ucrania.
Evidentemente, Zelensky no está a la cabeza del banderismo ni lo ha creado. Solo le han hecho su líder formal de forma temporal. Ese es el papel que interpreta y seguirá interpretando. Y como parte de ese papel, pronunciará inevitablemente el contenido ideológico de este “proyecto”, entre otras cosas la parte de confirmación ritual de la lealtad a quienes lo plantearon y que pueden fácilmente expulsarle si, de repente, se convierte en “presidente de paz” en algún universo alternativo paralelo.
Quienes ya se han marchado de Ucrania llevándose las regiones y las estaciones y aquellos que también vayan a hacerlo, deberían tener en cuenta que pensar que las autoridades ucranianas van a abandonar esta forma de pensar es, francamente, poco útil.
*Colonel Cassad, Boris Alexandrovich Rozhin, analista político-militar del Centro de Periodismo Político-Militar.
Artículo publicado en Slavyangrad.