El envío de una carta por parte de la delegación marroquí en la ONU a los representantes del Movimiento de Países No Alineados apoyando “el derecho a la autodeterminación del pueblo de Cabilia” generó una reacción en cadena que ha resentido aún más los ya débiles lazos políticos entre ambos países.
El Ministerio de Asuntos Exteriores de Argelia calificó la situación como “extremadamente peligrosa” e instó a Marruecos a aclarar públicamente su postura. El silencio alauí dio paso a una llamada a consultas de su Embajador en Argelia, e incluso se ha especulado con una posible retirada de personal diplomático. En la calle las declaraciones marroquíes han inflamado el nacionalismo argelino que ha salido a las calles en distintos puntos del país bajo la proclama de la unidad nacional como inquebrantable.
Los amazigh, los grandes desconocidos del Norte de África
La región de Cabilia, encerrada entre la cordillera del Atlas y el Mar Mediterráneo, es habitada desde hace siglos por la población amazigh o bereber, grupo étnico que reside en el norte de África y que se puede subdividir en diferentes grupos.
Los imazighen (plural de amazigh) gozan de lengua propia con varios dialécticos, así como de rasgos culturales y sociales distintivos de la mayoría árabe que se instaló e islamizó el Magreb a partir del s. VII d.C., cuando ellos ya habitaban la región. De hecho, la denominación de bereber proviene del árabe barbar (bárbaro), que era como se denominaba originalmente a estos pobladores.
La comunidad amazigh se distribuye por toda la costa mediterránea del Norte de África, con importantes bolsas de población tanto en Marruecos como en Argelia, Túnez, Libia y, en menor medida, Egipto. No obstante, los amazigh no son una unidad política o social homogénea, sino un heterogéneo mosaico de grupos berberiscos que, si bien comparten una raíz étnico-cultural común, han tenido un desarrollo propio y gran autonomía. Sirvan como ejemplo los cabileños (Argelia), los tuaregs, o los rifeños (Marruecos).
La ola independentista que azotó el mundo colonial desde 1950 cristalizó en el norte de África en la creación de Estados oficialmente árabes e islámicos. Marruecos, Argelia, Túnez, Libia y Egipto plasmaron en sus respectivas constituciones que la religión musulmana y su carácter árabe eran un pilar fundacional. La división artificial de fronteras fragmentó igualmente las comunidades imazighen, que quedaron repartidas en los nuevos países. Este hecho, unido a una estructura territorial eminentemente centralizada en la mayoría de los casos, facilitó la aparición de un movimiento amazigh que hacía de su diferencia étnica su reclama política.
La ya mencionada autonomía entre los distintos grupos berberiscos ocasionó diferentes grados de madurez política del movimiento. Así, en Marruecos y Argelia, países con mayores bolsas de población amazigh, las demandas de reconocimiento y respeto a la identidad, la lengua o la cultura han ido escalando hasta formularse algunas reivindicaciones de tipo autonomista e incluso pro-autodeterminación.
Este es el caso de la región argelina de Cabilia, donde la comunidad amazigh cabileña ha ganado protagonismo progresivamente. A principios de los 2000, en los últimos coletazos de la guerra civil argelina (1991-2002), el movimiento autonomista cabileño emergió con fuerza impulsado por la crisis económica y la histórica reivindicación de respeto a la lengua y la cultura; las movilizaciones y la respuesta gubernamental marcaron un primer hito para el movimiento amazigh en lo que denominaron la “primavera negra”.
Desde entonces el movimiento cabileño ha evolucionado políticamente manteniendo protestas con cierta asiduidad y refundando en 2013 el “Movimiento por la autonomía de Cabilia”, creado al calor de las protestas del 2001, como “Movimiento por la autodeterminación de la Cabilia”, MPAK por sus siglas en francés.
El MPAK jugó también un papel destacado en las movilizaciones del hirak que forzaron la salida del octogenario presidente argelino Buteflika. Sumado a la adopción de posturas cada vez más cercanas a la independencia, llevaron al nuevo gobierno de Tebboune a calificarlo como “organización terrorista” en mayo de 2021 por la realización de “actos hostiles y subversivos”. Las autoridades argelinas afirmaron además que desmantelaron una célula terrorista vinculada al MPAK que planteaba atentar en el país. Esto forzó al independentismo cabileño a operar desde el exterior; actualmente la “sede central” del MPAK se ubica en París, un motivo más de fricción en las conflictivas relaciones entre Argelia y su ex metrópoli.
Cabilia como excusa
En este contexto, Marruecos, dispuesto a pescar en aguas revueltas, ha utilizado recurrentemente el tema cabilio en el plano internacional para desgastar a su principal competidor en el Magreb. En 2015, en el marco de los actos por el 70 aniversario de Naciones Unidas, la monarquía alauí aseguró que “uno de los pueblos más antiguos de África sigue estando privado de su derecho a la autodeterminación” en referencia a Cabilia.
La declaración, igual que en esta ocasión, desató la ira de Argel. La escalada diplomática fue un episodio más en la lista de desavenencias entre los dos países. La única diferencia con la actualidad es que la crisis bilateral entre ambos ha aumentado, por lo que no sería de extrañar que las respuestas también fuesen más contundentes.
De fondo se encuentra la disputa por convertirse en la gran potencia del Magreb, un puesto ansiado por ambos países y que ha desencadenado no sólo una batalla diplomática sino también armamentística. Desde hace años ambos países han multiplicado sus inversiones en Defensa de la mano de sus principales aliados internacionales. Marruecos con armamento norteamericano (destaca el acuerdo para la adquisición de F35 o drones MQ-B9 Sea Guardian) y Argelia con armamento ruso (con la reciente adquisición de 14 cazas Su-37 y el Sukhoi 57). En concreto Argelia destina más del 5% de su PIB a Defensa y Marruecos oficialmente el 3,2% -aunque posiblemente la cifra sea mayor-.
No obstante, el aventurerismo político marroquí a la hora de “reconocer el derecho a la autodeterminación de Cabilia” es una jugada meramente táctica, cuyo objetivo pasa por desgastar a Argelia. La dinastía alauí es consciente de que las posibilidades de que su reclamo prospere son casi inexistentes, pero para cumplir su objetivo no es preciso llegar hasta ese extremo, basta con avivar la llama interna de la autodeterminación, un tema extremadamente delicado para Argelia, que considera la “unidad nacional” una línea roja.
De hecho, Marruecos es quizá el principal interesado -con permiso de Argelia- en que su “reclamo” no llegue a buen puerto. El eventual reconocimiento de la autodeterminación de Cabilia abriría la puerta al conjunto de grupos amazigh repartidos por toda la región. Y Marruecos sufre, incluso con mayor vehemencia que su vecino, la actividad del nacionalismo amazigh. El movimiento rifeño se ha convertido en uno de los principales problemas para Mohamed VI, que ha visto como la zona del Rif ha protagonizado las mayores movilizaciones recientes contra la monarquía, con un gran ciclo movilizador en 2016 y 2017, el hirak (movimiento en árabe) rifeño.
La respuesta alauí fue la detención y encarcelamiento de más de medio centenar de líderes rifeños, cuyas penas superan en algunos casos los 20 años por “atentar contra la seguridad interior del Estado”. Entre los encarcelados se encuentra la cara visible del hirak, el rifeño Nasser Zefzafi. En ese sentido se mostró la cancillería argelina, que expresó en un comunicado su condenada a lo que denominó “peligroso desliz” que podría tener consecuencias “incluso para el Reino de Marruecos dentro de sus fronteras reconocidas internacionalmente”.
La jugada cabilia es un intento marroquí por desgastar a Argelia “con su propia medicina”, razonan desde Rabat; los diplomáticos marroquíes transmitieron a la prensa la “incongruencia argelina”, que es adalid de la causa saharaui, pero niega ese mismo derecho a Cabilia. “La autodeterminación no es un principio a la carta” afirmó el representante marroquí ante la ONU.
Con este discurso, repetido una y otra vez en las páginas de la prensa oficialista alauí, se busca crear un paralelismo entre el caso cabileño y el saharaui, donde Argelia juega un papel fundamental como principal valedor del Frente Polisario. Marruecos, agobiado por el impacto económico y social que puede tener una guerra prolongada contra los saharauis, intenta equiparar el estatus de ambos territorios, lanzando un mensaje directo a Argelia como posibles defensores de la causa cabilia en el plano internacional. Argelia denunció la maniobra como “irresponsable” al buscar equiparar “una cuestión de colonización debidamente reconocida” -en referencia al Sáhara- con “lo que es solo un complot contra la unidad de la nación argelina”.
El Frente Polisario, tercero en discordia en esta crisis, salió al paso de la polémica asegurando que la declaración marroquí no es más que “un intento de desviar a la opinión pública marroquí, con preguntas infundadas, de la crisis estructural que sufre el régimen.”
No obstante, la situación no es en ningún caso equiparable, pues el Sáhara Occidental goza de un estatus claro a ojos del derecho internacional como último territorio no autónomo de África con el derecho reconocido a la autodeterminación. Por otro lado, si bien la realidad amazigh es un fenómeno social innegable en toda la región, no existe ningún organismo internacional que avale su derecho a la autodeterminación.
Sea como fuere, la declaración marroquí podría dar la puntilla a las deterioradas relaciones bilaterales: en noviembre de 2020 el Frente Polisario dio por roto el acuerdo de alto el fuego tras la crisis del Guerguerat y declaró la guerra a Marruecos con el apoyo fundamental de Argelia; en marzo de 2021 Argelia expulsaba a población marroquí residente en el territorio argelino de Figuig desatando una nueva crisis; este julio Rabat contraatacaba pidiendo la autodeterminación de Cabilia… Entre medias las declaraciones han subido de tono y recientemente se filtraba a la prensa el espionaje masivo de Marruecos a centenares de figuras políticas y sociales argelinas.
Con este último episodio se confirma la inevitable escalada de tensiones argelino-marroquí; la incógnita está en ver cuánto tiempo puede sostenerse esta escalada y hasta qué punto están dispuestas a llegar las partes. El escenario bélico aparece como una amenaza constante en el horizonte, aunque ambos países -con serios retos internos- tienen más que perder en una eventual guerra, lo que hace imprevisible la evolución del conflicto.
*Néstor Prieto es estudiante de Ciencia Política en la Universidad de Salamanca. Tiene una visión crítica de la geopolítica. Militante. Ha cubierto y vivido sobre el terreno los procesos migratorios en Grecia, Italia y Melilla.
Artículo publicado en Descifrando la Guerra y editado por el equipo de PIA Global