Europa

Aceleración de la carrera nuclear

Por Manlio Dinucci* –
El sistema Aegis no es el único sistema de misiles que Estados Unidos está desplegando ‎en Europa y en Asia.

La bomba atómica ha dejado de ser el arma excepcional que permitió a Estados Unidos ‎forzar la capitulación de Japón. Hoy es un arma casi común, cuyo valor supremo ‎depende de una decisión de usarla que tendría que tomarse casi en cuestión de segundos. ‎Los escenarios han cambiado con el tiempo. La calidad es ahora más importante que ‎la cantidad.‎

En la base de Redzikowo, en Polonia, han comenzado los trabajos para la instalación del ‎sistema Aegis Ashore, con una inversión que sobrepasa los 180 millones de dólares. Esta será la ‎segunda base de misiles estadounidense que se instala en Europa. La primera fue la de ‎Deveselu, en Rumania, que alcanzó su fase operacional en 2015. ‎

Oficialmente, la función de esas bases sería proteger las tropas de Estados Unidos estacionadas ‎en Europa y las fuerzas de los miembros europeos de la OTAN gracias al «escudo antimisiles» ‎estadounidense dotado de misiles interceptores SM-3, protección oficialmente necesaria debido ‎a «amenazas actuales de misiles balísticos provenientes del exterior del área euroatlántica».

A esas dos instalaciones terrestres se agregan 4 navíos dotados del sistema Aegis. Esas 4 ‎unidades navales de la marina de guerra de Estados Unidos (US Navy), desplegadas en la base ‎española de Rota, se mueven constantemente por el Mediterráneo, el Mar Negro y el Mar Báltico. La ‎US Navy dispone actualmente de unas 120 unidades navales de superficie equipadas con el sistema ‎‎Aegis. ‎

Tanto los navíos como las instalaciones terrestres equipadas con el sistema Aegis disponen de ‎lanzadores verticales Mk-41. Fabricados por la firma estadounidense Lockheed Martin, estos ‎lanzadores son tubos verticales instalados en el cuerpo del navío o en búnkeres subterráneos. ‎

Pero, según la documentación de Lockheed Martin, estos lanzadores pueden ser utilizados para ‎disparar misiles para cualquier tipo de misión, o sea misiles antimisiles o antiaéreos así como ‎misiles antibuques, antisubmarinos… y también misiles de ataque contra blancos terrestres. ‎Los lanzadores Mk-41 son utilizables para cualquier tipo de misiles, incluyendo «los de ataque ‎de largo alcance», como los misiles crucero Tomahawk, que pueden llevar ojivas nucleares. ‎

En otras palabras, es imposible saber con qué tipo de misiles están equipados los lanzadores ‎verticales instalados en la base Aegis Ashore de Deveselu, en Rumania, o cuáles serán ‎desplegados en la nueva base que se construye en Polonia. Tampoco se sabe qué misiles hay ‎a bordo de los navíos estadounidenses que navegan al borde de las aguas territoriales de Rusia. ‎

Naturalmente, al no disponer de esa información, Moscú parte del principio de que lo que tiene ‎enfrente son misiles de ataque nuclear. Lo mismo sucede en el este de Asia, donde navíos de la ‎Séptima Flota de Estados Unidos equipados con el sistema Aegis navegan en el Mar de China ‎Meridional. Los principales aliados de Estados Unidos en esa región (Japón, Sudcorea ‎y Australia) también tienen buques de guerra equipados con el sistema estadounidense Aegis.‎

Pero el sistema Aegis no es el único sistema de misiles que Estados Unidos está desplegando ‎en Europa y en Asia. Al hacer uso de la palabra en la George Washington School of Media and ‎Public Affairs, el general James C. McConville, jefe del estado mayor de las fuerzas terrestres de ‎Estados Unidos (US Army), declaró que se está preparando una task force (“fuerza de tarea”) ‎dotada de «capacidades de fuego de precisión de largo alcance que puede llegar a cualquier lugar, ‎conformada con misiles hipersónicos, misiles de alcance intermedio, misiles de ataque de ‎precisión» y agregó que «esos sistemas son capaces de penetrar el espacio de barrera ‎antiaérea». El general McConville recalcó: «tenemos previsto desplegar una de esas “fuerzas ‎de tarea” en Europa y probablemente dos en el Pacífico». ‎

Ante tal situación, nadie debe sorprenderse de que Rusia acelere el despliegue de sus nuevos ‎misiles intercontinentales, equipados con ojivas nucleares que, después de la trayectoria balística, ‎son capaces de volar miles de kilómetros a velocidad hipersónica [más de 5 veces la velocidad del ‎sonido]. ‎

Y tampoco habrá que sorprenderse ante informaciones como la publicada por el Washington ‎Post, según la cual China está construyendo más de 100 nuevos silos para misiles balísticos ‎intercontinentales capaces de llevar ojivas nucleares [1]. ‎

La carrera armamentista ya no es tanto una cuestión de cantidad (cantidad y poder destructivo de ‎las armas nucleares) sino más bien de calidad (velocidad, capacidad de penetración y despliegue ‎geográfico de los vectores nucleares). Y la respuesta ante un ataque (real o presunto) depende ‎cada vez más de sistemas de inteligencia artificial que tienen que decidir en cuestión de segundos ‎el lanzamiento de los misiles nucleares, lo cual incrementa la posibilidad de que se desate una ‎guerra nuclear por error, como ya estuvo a punto de suceder varias veces durante la guerra fría. ‎

El Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares, que la ONU adoptó en 2017 y que acaba ‎de entrar en vigor en 2021, cuenta hasta ahora 86 Estados firmantes y 54 ya lo han ratificado. ‎Pero los 30 países miembros de la OTAN ni siquiera lo han firmado. En Europa, sólo han adoptado ese ‎tratado Austria, Irlanda, Malta, San Marino y el Vaticano. ‎

De los 9 Estados que poseen armas nucleares (Estados Unidos, Rusia, Francia, Reino Unido, ‎Israel, China, Pakistán, la India y Corea del Norte), ninguno ha firmado el Tratado. ‎

*Manlio Dinucci, geógrafo y politólogo.

Artículo publicado en Voltaire.

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