El 25 de junio de 1991, hace 30 años, Eslovenia primero y Croacia después, declaraban su independencia. Comenzaba así el desmembramiento de la República Federativa Socialista de Yugoslavia. Se llegaría finalmente a la desaparición del último país europeo que se consideraba socialista y no estaba integrado en el bloque ideológico occidental.
Al igual que el derrumbe de la URSS, el mecanismo de derrocamiento del sistema político socialista yugoslavo consistió en fomentar los nacionalismos regionales hasta lograr la partición del país original para acabar con su desaparición. Pero en el caso de Yugoslavia esa partición se hizo a sangre y fuego. El despiece de la última república socialista europea supuso el conflicto armado más sangriento desde la II Guerra Mundial en tierra europea. Aunque no hay cifras oficiales, ACNUR estima que las muertes superan la cifra de 130.000 personas y que los desplazados fueron más de 2 millones.
El modelo socialista de Tito
La República Federal Socialista de Yugoslavia nació oficialmente tras la Segunda Guerra Mundial, en 1945. Surgió a partir de los grupos antifascistas que se opusieron a la Alemania nazi, que tuvo una gran presencia en la zona durante el conflicto mundial, llegando a instalar una república títere en Croacia. Entre resistentes contra la ocupación nazi de Yugoslavia destacó la guerrilla partisana de ideología comunista al frente de la cual se encontraba Josip Broz, más conocido como Tito. Tras la derrota nazi, Tito se convirtió en el líder del nuevo país.
La ideología de Tito fue evolucionando desde un absoluto acatamiento del comunismo soviético más ortodoxo hasta un progresivo distanciamiento, que se manifestó en 1955, con la ruptura oficial entre el líder yugoslavo y Stalin. Tito inició en Yugoslavia una política propia en todos los aspectos, manteniendo los elementos más característicos de su ideología, pero imprimiendo su propia huella. Económicamente, aprobó una legislación fundamental sobre autogestión, un nuevo tipo de socialismo que suponía un reparto de beneficios con los trabajadores de las empresas estatales. La ley de autogestión terminó siendo la base de todo el orden social de Yugoslavia.
También puso en marcha el eslogan ‘Hermandad y unidad’, como método de cohesión nacional que impidiera las posibles reivindicaciones nacionalistas. Tito fue también fundamental en la formación del Movimiento de Países No Alineados, que se oponían al imperialismo, pero se alejaban de la dependencia soviética. De esta manera, Yugoslavia consiguió consolidar una tercera vía en la época de la bipolaridad.
Un ejemplo de convivencia
Durante su existencia, la República de Yugoslavia logró ser una federación donde vivían pueblos y comunidades con orígenes y costumbres muy diferentes: serbios ortodoxos, croatas católicos, bosnios musulmanes, albaneses, eslovenos, macedonios y húngaros. Con las explosiones nacionalistas, vecinos que llevaban años conviviendo pasaron a considerarse en guerra y asesinarse en función de su origen étnico o religioso.
Tras las declaraciones de independencia de Eslovenia y Croacia, llegó la de Macedonia y la de Bosnia en 1992 y, en esta última, su correspondiente guerra civil entre los bosnios que querían separarse de Yugoslavia y lo que querían permanecer dentro, es decir, los bosnio-croatas versus los bosnio-serbios.
Entra la OTAN
Espoleados por Alemania, los doce miembros de la Comunidad Europea (CE) acordaron en diciembre de 1991 reconocer oficialmente a las repúblicas secesionistas yugoslavas de Croacia y Eslovenia en el plazo de un mes.
Las Naciones Unidas crearon la denominada United Nations Protection Force (UNPROFOR)), como fuerza de mantenimiento de la paz en Croacia y Bosnia Herzegovina, pero después pasó a coordinarse con la OTAN y terminó con la denominada Operation Deliberate Force, una intervención de la Alianza Atlántica que supuso un mes de bombardeos (3.515 salidas y en las que se arrojaron 1.026 bombas sobre 338 objetivos diferentes) hasta lograr la derrota de Serbia, que claudicó firmando los Acuerdos de Dayton en diciembre de 1995, tras los cuales las fuerzas de UNPROFOR acabaron integradas en la OTAN.
Pero no acabó ahí el terror en la antigua Yugoslavia. En 1999 los separatistas albaneses del Ejército de Liberación de Kosovo iniciaron una guerra contra las fuerzas de seguridad yugoslavas con el objetivo de lograr la independencia. De nuevo la OTAN entra en acción. Según el Centro de Derecho Humanitario de Belgrado, alrededor de 9.401 personas murieron o desaparecieron en Kosovo durante el período del bombardeo de la OTAN, la mayoría de ellos albaneses.
El bombardeo terminó el 10 de junio de 1999, después de la firma del Acuerdo de Kumanovo y la adopción de la Resolución 1244 del Consejo de Seguridad de la ONU, que fue seguida por la retirada de todas las fuerzas militares yugoslavas de Kosovo y la llegada de 36.000 cascos azules internacionales. Cuando el Ejército yugoslavo se mudó, el Ejército de Liberación de Kosovo expulsó a la mayoría de los serbios de Kosovo.
En febrero de 2008 el Parlamento de Kosovo declaró unilateralmente la independencia de Serbia, aunque actualmente solo dispone de reconocimiento parcial a nivel internacional.
Finalmente Montenegro, histórico aliado de Serbia, terminó también independizándose en junio de 2006.
El nuevo mosaico
El final de los conflictos armados supuso su desintegración para convertirse en Serbia, Croacia, Bosnia y Herzegovina, Eslovenia, Montenegro y Macedonia. Por otro lado, tenemos a Kosovo y a la comunidad internacional dividida entre quienes la consideran una república independiente y quienes la consideran una provincia de Serbia.
A su vez, la república de Bosnia y Herzegovina quedó dividida en dos entidades: la Federación de Bosnia y Herzegovina (mayoría de población musulmana y croata) y la República Srpska (mayoría de población serbia), para más inri algunos están sugiriendo la secesión de estos últimos de la república de Bosnia.
Sobre los cadáveres de cientos de muertos se han creado limpiezas étnicas y fronteras para separar a los diferentes grupos a un lado u otro.
Treinta años después es un buen momento para comprobar cómo han funcionado esas naciones que algunos proclamaron a golpe de fusil, que la Unión Europea promovió con su reconocimiento y que la OTAN sentenció con sus bombas.
Lo primero que observamos es que la UE solo ha aceptado a las repúblicas más ricas, Eslovenia y Croacia. Por su parte, Macedonia del Norte, Serbia y Albania son candidatos, pero ahí están esperando mientras viven una situación económica crítica. Aleksandar Miladinovic, periodista del Servicio Serbio de la BBC, señala que se encuentran económicamente rezagadas «incluso en comparación con los estándares de 1991», cuando se encontraban dentro de Yugoslavia.
En opinión de Miladinovic, se trata de economías tan pequeñas que se enfrentan a una gran deuda pública y a la incapacidad de generar empleo, «los niveles de productividad, los bajos salarios y la falta de empleo», les impiden crecer y deben sufrir unas tasas de empleo juvenil de las mayores del mundo: «el 46,5% en Montenegro, el 43% en Macedonia del Norte y el 40% en Bosnia y Herzegovina».
Emigración masiva
En opinión de Miladinovic, «esto conduce además a un mayor deseo de los jóvenes de dejar sus países hacia Europa occidental, lo que le quita aún más capital humano a los países de la antigua Yugoslavia».
Y es que uno de los principales problemas a los que se enfrentan hoy los Balcanes occidentales es la emigración masiva. «Es una región en proceso de despoblación», señaló a BBC Mundo Ruth Ferrero Turrión, directora del programa de estudios sobre «Nuevos escenarios en los Balcanes» en la Universidad Complutense de Madrid.
Según el Índice de Competitividad Global, publicado por el Foro Económico Mundial, Serbia, Bosnia y Herzegovina y Macedonia del Norte se encuentran entre los 10 países con mayor fuga de cerebros a nivel mundial.
Por su parte, Miguel Road, editor de la revista Balkania, cofundador del portal Balcanismos y autor de varios libros sobre la región considera que «las transiciones democráticas y las reformas políticas no han supuesto la mejora prometida de las condiciones materiales y económicas».
Más pobres los pobres
En una encuesta de 2016, de Gallup World Poll, realizada a los exyugoslavos, se les preguntaba si la fragmentación había tenido consecuencias positivas o negativas para ellos. Una mayoría de serbios, bosnios, montenegrinos, macedonios y eslovenos, en este orden de más a menos, tenían una percepción negativa, mientras que croatas y kosovares la tenían positiva. Las razones que lo explican son multifactoriales, pero es de destacar su pérdida de la calidad de vida. Así los mostraba un trabajo incluido en el Informe mensual de junio de 2021 del Instituto de Estudios Económicos Internacionales de Viena, dedicado especialmente al 30 aniversario de la desintegración de Yugoslavia.
Según el documento, la transición del socialismo al capitalismo en las exrepúblicas yugoslavas se caracterizó por un notable aumento de la desigualdad. Las seis repúblicas (Eslovenia, Croacia, Serbia, Bosnia y Herzegovina, Montenegro y Macedonia del Norte) tuvieron tendencias similares. Para analizarlo se estudió la evolución de los ingresos en los diferentes grupos económicos, y se llegó a la conclusión de que «en la transición del socialismo al capitalismo en las exrepúblicas yugoslavas la renta nacional se desplazó del 40% inferior al 1% superior».
Otro problema al que se han enfrentado en los últimos años las repúblicas exyugoslavas es la llegada masiva de migrantes, sobre todo huyendo de la Guerra de Siria, que ha provocado el rechazo de una parte de la población y ha promovido la aparición de movimientos xenófobos y de ultraderecha, especialmente en países como Croacia.
Junto con Eslovenia, Serbia y Macedonia decidieron cerrar sus fronteras en 2016 para impedir la entrada de migrantes. Desde entonces, las personas que intentan cruzar la frontera, se topan con los abusos y maltrato de las autoridades para echarlos.
Corrupción y más tensiones
Pero veamos algunas especificidades de cada uno de los nuevos países. Como hemos señalado anteriormente, la república de Bosnia y Herzegovina está dividida entre una parte mayoritariamente musulmana y croata (Federación de Bosnia y Herzegovina) y otra de mayoría de población de origen serbio (República Srpska), de modo que sigue la tensión. De hecho, algunos están sugiriendo la secesión de estos últimos de la república de Bosnia.
Basta señalar como ejemplo de falta de integración que la Constitución bosnia no se basa en el concepto de ciudadanía, sino en la pertenencia étnica a tres pueblos constituyentes: cristianos ortodoxos (serbios), cristianos católicos (croatas) y musulmanes (bosníacos). De modo que uno no puede ser simplemente bosnio en el censo.
n cuanto a su situación económica, la ausencia de perspectivas económicas ha provocado que Bosnia haya perdido más del 25% de la población que tenía antes de la guerra, explica el periodista Joan Salicrú, que publica el ensayo Bosnia, la guerra que no nos explicaron (Apostroph). Basta como ejemplo del balance económico de la independencia bosnia que uno de los lemas de las protestas de febrero de 2014 era «tenemos hambre en tres idiomas».
Bosnia y Herzegovina está entre los países con peores resultados en el Índice de percepción de la corrupción elaborado por Transparencia Internacional y va empeorando sus resultados cada año.
Serbia está intentando ingresar a la Unión Europea y también se ha acercado a Estados Unidos aceptando el traslado de su embajada en Israel a Jerusalén. El problema es que su presidente, Aleksandar Vucic, tiene un pasado nacionalista a favor de la Gran Serbia y en la actualidad mantiene buenas relaciones con Rusia, un punto negativo para ser aceptado en la UE.
El limbo de Kosovo
Kosovo sigue en el limbo internacional. Cinco países de la UE, entre ellos España, no reconocen esta antigua o actual provincia autónoma de Serbia, según a quien se le pregunte. Lleva tres elecciones en seis años y hace un año el fiscal del Tribunal Especial para Kosovo acusó formalmente a su presidente Hashim Thaci de crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad, cometidos durante la guerra de Kosovo. Curiosamente entonces estaba en el bando apoyado por la OTAN, pero ahora parece que ya no se le necesita y puede ser juzgado.
Lo importante es que Estados Unidos, su principal patrocinador, tiene allí una de sus bases más importantes del mundo.
Sin duda es la región donde los ciudadanos más se están yendo masivamente ante la falta de futuro. Se da la paradoja de que después de que la OTAN expulsara a los serbios de Kosovo, ahora son los kosovares los que están abandonando el país. Y, más paradójicamente todavía, muchos de ellos hacia Serbia.
Aunque es difícil manejar datos oficiales debido a que Kosovo no está considerado oficialmente un país independiente por las Naciones Unidas, en 2015 se estimaba que 800.000 kosovares de una población de 1,8 millones ya vivían legalmente en diversos países de la Europa, según señalaba Krenare Loxhaj, del Instituto Kosovar de Estudios sobre la Seguridad (KCSS) en El Confidencial. Se calcula que la ayuda financiera enviada por los trabajadores del exterior representa el 17% de su PIB.
Y si de emigración hablamos, Montenegro tiene, según los últimos datos publicados por la ONU, 153.009 emigrantes, lo que supone un 24,6% de la población del país.
En Montenegro, a pesar de que se independizó sin violencia, continúan las tensiones entre los diferentes colectivos de origen serbio, bosnio o albanés, que deberían convivir en su seno. Como forma parte de la OTAN y su moneda es el euro, su control está asegurado.
En cuanto a Macedonia, en 2018 tuvo que pasar a denominarse Macedonia del Norte para zanjar (por ahora) una larga disputa con Grecia por su nombre, puesto que Macedonia es también el nombre de una región del país heleno.
Tierra quemada
Aunque la mayoría de los medios de comunicación se han limitado en este 30 aniversario a recurrir a las ansias independentistas de los ciudadanos de estos nuevos países para interpretar la situación de la región y las televisiones a desempolvar las imágenes de masacres y emigraciones masivas, la realidad es que tres décadas dan para sacar otras conclusiones.
A la vista de los datos económicos de estos países y las masivas emigraciones actuales es evidente que las ansias de destruir la Yugoslavia socialista y crear nuevos países, algunos con menos de un millón de habitantes, han acabado en convertir la región en miseria y corrupción, y a sus ciudadanos en mano de obra emigrante que deambula por Europa.
Nada nuevo cuando se trata de desmontar países socialistas, promover transiciones al capitalismo y pacificar con bombas de la OTAN. O sea, la tierra quemada, esa táctica militar que consiste en arrasar y destruir todo lo que encuentra a su paso para evitar que pueda ser utilizada por el enemigo.
*Pascual Serrano, periodista español. Fundó en 1996 el medio alternativo digital Rebelion.org. Fue asesor editorial de la televisión latinoamericana Telesur. Premio de Periodismo de Derechos Humanos 2019 de la Asociación ProDerechos Humanos de España (APDHE). Especialista en medios y analista político. Colabora en Eldiario.es, Le Monde Diplomatique y La Aventura del Saber (TVE2). Dirige la colección de libros de actualidad A Fondo, en la editorial Akal.
Artículo publicado en Sputnik.
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