Las elecciones regionales del 27 de junio en Francia, lejos de arrojar un resultado favorable para la extrema derecha, consolidaron el dominio de quienes ya gobernaban desde 2015. El partido tradicional de derecha, Republicanos, consiguió mantener el dominio en siete regiones. Por su parte, la izquierda liderada por el Partido Socialista consiguió elegir a sus candidatos en las cinco regiones restantes.
A pesar de la expectativa, el partido Reagrupamiento Nacional, liderado por Marine Le Pen, no consiguió ninguna gobernación y, con ello, quedó lejos de su objetivo de consolidar una mayor presencia regional. Le Pen, quien en el Congreso de su partido fue confirmada como líder para un cuarto mandato tras haber sido la única candidata, se prepara ahora para encarar las presidenciales de 2022.
Más allá que las regionales arrojaron una derrota concreta de la extrema derecha y una confirmación de los partidos gobernantes, el dato saliente de la jornada estuvo en el índice de abstención, que se mantuvo entre el 64% y el 66%. La baja participación despierta dudas y enciende las alarmas acerca del crecimiento de las posturas extremistas.
“El nivel de participación es cada vez menor y si miramos quienes son los que votan vemos que se trata principalmente de adultos mayores” explica Florence Poznanski, dirigente nacional del Partido de Izquierda de Francia. “Cuando hay una precarización tan grande de la sociedad y una falta de respuesta por parte del gobierno, la abstención es una respuesta porque se refuerza esta idea de que el voto y la participación política no resuelven. En esa situación, todos los discursos más radicales ganan fuerza”.
Lejos de responder exclusivamente al fenómeno pandémico, la disminución en la participación electoral en Francia se viene profundizando desde hace años. Aún con la adopción de discursos más extremistas por parte de Ministros de Estado y hasta del propio presidente, los franceses parecen no encontrar representatividad en las figuras políticas tradicionales.
“El propio Reagrupamiento Nacional de Le Pen es visto como un partido con estas características, porque ya hace un tiempo que participan en elecciones y hasta han logrado elegir candidatos. Para algunos que no creen en la política y sostienen que son todos iguales, la institucionalización del RN es un motivo para descreer de la ruptura que proponen”, detalla Poznanski.
En ese sentido y de cara a lo que viene, la dirigente señala que en este momento político existe una configuración distinta a la que había en 2017, cuando Emmanuel Macron fue electo presidente. El surgimiento de figuras más exóticas e inclusive a la derecha de Le Pen, como es el caso del periodista y precandidato presidencial Éric Zemmour, es un indicio de esa configuración.
“Así como Zemmur existen otras figuras tal vez menos conocidas por ahora. Y de confirmarse su voluntad de concurrir a las urnas, tendremos dos candidaturas de extrema derecha en 2022. De ser así, puede ser hasta positivo porque dividiría los votos, pero también puede suceder que más adelante haya un acuerdo con Le Pen”, anticipa Poznanski.
“Lo más preocupante para nosotros es que hay una gran parte de la población francesa que se identifica con este discurso e inclusive con la versión más radical” explica. A su vez, apunta que esos discursos incluyen la lucha contra el terrorismo, la urgencia por combatir la inmigración y por recuperar la “identidad nacional”, la seguridad y el porte de armas, además de banderas antifeministas y antilgbt.
La izquierda como caracterización del enemigo
Así como Donald Trump en sus discursos conspiratorios hace referencia a la izquierda como una amenaza a la libertad, en Francia la derecha y los medios de comunicación han adoptado una estrategia similar. La demonización de los partidos de izquierda dificulta la circulación de sus reivindicaciones y abre espacio para las posiciones más simplistas defendidas por las derechas.
“La utilización del término islamoizquierdista es un ejemplo de esa difamación de todos los que no tienen un discurso radical contra el terrorismo. Eso sucedía durante la Segunda Guerra Mundial, cuando se les decía judeobolcheviques a los enemigos del régimen nazi”, apunta Poznanski.
Con la insistencia en la utilización de éste término, cualquier persona que defienda el fin del racismo estructural y de la discriminación contra los árabes es tildada de islamoizquierdista y aliadas del terrorismo.
Estos discursos, lejos de encontrarse en el submundo de internet y en boca de personajes exóticos, aparecen principalmente en figuras del gobierno francés. Una de ellas es la Ministra de las Universidades, Frederique Vidal, quien en febrero de 2021 declaró que las universidades francesas están “gangrenadas por el islamoizquierdismo” y propuso monitorear profesores e investigadores con el fin de identificar y diferenciar conocimiento científico de opiniones.
“Cuando decimos que existe una derechización de la sociedad nos referimos a un esquema que ya está actuando dentro del gobierno”, señala la dirigente del Partido de Izquierda, quien también apunta que ese discurso ha ganado espacio entre referentes de partidos de centro e izquierda más tradicionales: “Muchas de estas figuras se refieren a nosotros, del Partido de Izquierda, como enemigos de la república porque ese tipo de intervenciones se volvieron muletillas en los medios por parte de las personalidades políticas”.
La amenaza militar
A fines del mes de abril, una carta firmada por 1.200 militares de la reserva del Ejército francés, entre ellos 24 generales, alertó sobre una posible ruptura democrática en caso de que el presidente Emmanuel Macron no actúe para erradicar los peligros que estarían llevando al país a la desintegración y el declive.
“Estamos dispuestos a apoyar políticas que tengan en cuenta la salvaguarda de la nación” sostiene la carta; y advierte que “si no se hace nada, la laxitud seguirá extendiéndose inexorablemente en la sociedad, provocando finalmente una explosión y la intervención de nuestros compañeros activos en una peligrosa misión de protección de nuestros valores de civilización. Contaremos miles de muertos que están bajo su responsabilidad”.
En esa oportunidad, la líder de Reagrupamiento Nacional, Marine Le Pen, salió a celebrar la amenaza de forma explícita y hasta llegó a invitar a los firmantes para que se unieran a su partido. Por su parte, el gobierno reaccionó anunciando que juzgaría a quienes firmaron dicha carta, sin demasiado entusiasmo y sin condenar de forma contundente la amenaza.
“Le Pen tiene un discurso extremista que de cara a la elección del 27 de junio buscó pulir para conseguir más votos. Sin embargo, ante esa amenaza, su reacción fue salir a celebrar”, reclama Poznanski.
Ante ese panorama de derechización del discurso político, Poznanski apunta que es importante mantener la movilización popular en las calles como forma para mostrar la fuerza y resistencia activa.
“Las marchas impulsadas por los chalecos amarillos fueron el gran momento prerevolucionario que vivimos actualmente acá en Francia. Fue el único movimiento que ha logrado asustar al gobierno. En este momento, por causa de la pandemia y de las restricciones impuestas por las autoridades, todo eso se hace más difícil, pero confiamos en que con el tiempo esa fuerza resurja”.
*Ana Dagorret, periodista, colaboradora de medios populares de Argentina y Brasil y ayudante diplomada de la Cátedra de RRII de la Fac. de Periodismo y Com. Soc. De la UNLP. Desde 2018 trabaja como corresponsal en Río de Janeiro.
Artículo publicado en ARG Medios.
Foto de portada: Integrantes del grupo de derecha «Generación Identitaria» en las calles de Francia.