La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso (d) conversa con la portavoz de Vox en la Asamblea, Rocío Monasterio en una imagen de archivo.- EFE/ Fernando Alvarado
Cada momento de la vida social tiene sus propias características. Las elecciones autonómicas del próximo 4 de mayo tienen lugar después de tres décadas de gobierno de la derecha, la derecha más extrema del PP. De siete presidentes y presidentas autonómicos de esa derecha, la mitad han sido procesados, el propio partido está inmerso en causas por presunta corrupción y, sobre todo, en esta larga noche la derecha extrema ha construido un modelo social ultraliberal contra la mayoría social.
En efecto, Madrid es un paraíso fiscal para los ricos y las grandes empresas; siendo la comunidad autónoma más rica es en la que mayor desigualdad existe y tres décadas de privatizaciones han dejado los servicios públicos al borde del derrumbamiento. La última legislatura se ha caracterizado, además, por la indolencia, dada la incapacidad de aprobar unos presupuestos y con dos únicas medidas: una ley del suelo para facilitar aún más la especulación y la aprobación de una nueva universidad privada.
No ha sido mejor la gestión autonómica de la pandemia, limitada a la pura propaganda y con los madrileños abandonados a su suerte. Basta recordar lo sucedido en las residencias de la tercera edad en los meses de marzo y abril del año pasado. Residencias concebidas en su mayoría como un fabuloso negocio y no como un servicio de calidad para las personas mayores. Más aún, el Gobierno de la señora Ayuso ha visto en la desgracia de la pandemia la oportunidad para que sus amigos hagan negocio, como en IFEMA o con el Zendal.
Para cerrar el círculo, el discurso se ha hecho cada vez más reaccionario: racismo, xenofobia aporofobia y misoginia sin disimulo; vuelta definitiva al nacional catolicismo; recuperación de la narrativa franquista de la guerra civil y la dictadura. En este punto, Vox le ha marcado el camino al PP.
Todo esto es lo que debe recordarse el 4 de mayo, no la propaganda vacua y el ruido. Son estos hechos los que hay que tener presentes para buscar una salida a este pozo de desigualdad, precariedad social y desesperación. Un pozo abisal en el que la derecha y la extrema derecha pretenden mantener a la ciudadanía de vencer en las próximas elecciones autonómicas. Si no se tiene en mente este pasado reciente, los efectos a corto y medio plazo resultarán de nuevo, como en el pasado, devastadores para la mayoría de los trabajadores y trabajadoras. Se repetirá otra vez la dolorosa experiencia de los gobiernos de derechas para la mayoría social madrileña, puesto que las élites económicas y políticas no renunciarán a sus privilegios.
Es necesario, por lo tanto, iniciar una nueva ruta. No es tarde todavía para reaccionar. Se trata de no permanecer en el pasado. Las elecciones del 4 Mayo, nos colocan ante un momento grave y decisivo para las condiciones de trabajo y de vida de la mayoría de la ciudadanía, por lo que nos exigen una participación electoral acompañada de actuaciones claras y resueltas.
Las elecciones no se presentan en el contexto de una crisis habitual, sino ante una particular crisis de fondo. De fondo porque nos situamos ante dos concepciones básicas antagónicas, enfrentadas. Se trata de seguir acumulando beneficios caiga quien caiga o bien de priorizar las vidas de las personas. Por lo tanto, lo que está en disputa es la formación de un de un gobierno que prosiga con las mayores agresiones contra los trabajadores y trabajadoras en todos sus aspectos.
Unas elecciones precedidas por la injerencia espuria, basada en los ataques personales y en las noticias falsas. Es el mismo modo global de hacer política que hemos visto en América Latina, que se ha empleado contra Manuel Zelaya en Honduras, Cristina Kirchner en Argentina, Fernando Lugo en Paraguay, Lula y Dilma Rouseff en Brasil, Evo Morales en Bolivia. Casos, todos ellos, en los que apareció la mano del imperialismo y sus aliados. Como los empresarios de la derecha y la ultraderecha globales que crean sus propios partidos o financian los que les parece, como ha mostrado Rubén Juste en La nueva clase dominante. En la precampaña madrileña también ha hecho acto de presencia el sionismo, advirtiendo de las calamidades que vendrán si vence la izquierda y dando lecciones de democracia mientras el pueblo palestino es mascarado cotidianamente. La derecha extrema no sirve a la democracia, sino que se sirve de ella cuando le conviene y salta sobre ella cuando no.
Por eso en estas elecciones a la hora de ejercer el voto, hay que optar no sólo por lo que dicen, sino por lo que hacen. No deberíamos equivocarnos a la hora de votar. Frente al tintineo machacón de los medios de comunicación al servicio de los ricos o ante con la anti-política del «todos son iguales», debemos ser conscientes de que dar el voto a la derecha y extrema derecha es dar patente de corso para que sigan campando y sembrando diariamente más injusticias. Los votos de los trabajadores y de las trabajadoras no deben servir para atar a la economía y a la política a los intereses de las grandes empresas y de las multinacionales, a la extrema derecha que intentan aprovecharse del desgaste de la política y de las instituciones y que no son, mal que les pese, un apéndice de la gran burguesía.
El voto a las fuerzas de izquierda debe servir para realzar la política y sumar esperanzas, para transformar la Comunidad de Madrid en el sentido del progreso y revertir las reformas estructurales y los destrozos de las políticas conservadoras y reaccionarias. Necesitamos un gobierno que apueste por los intereses de la mayoría de la sociedad, que sitúe la lucha contra la desigualdad como primera y principal objetivo. Un gobierno que desarrolle políticas económicas y sociales al servicio de la población trabajadora, que recupere y establezca derechos, que ampare y defienda la democracia real. Una democracia que se construya con la participación de las organizaciones obreras, vecinales y movimientos sociales. Un gobierno que incremente los recursos económicos; es decir, que permita recaudar más y mejores ingresos, haciendo que el sistema tributario sea más equitativo y permita acometer inversiones dirigidas a estimular la actividad económica. Un sistema fiscal que drene recursos para promover el cambio del patrón de crecimiento para que éste sea sano, sostenible y menos vulnerable a los cambios de ciclo. Un gobierno que incremente las inversiones en I+D+i y amplíe el sector público, como garante económico de un mayor progreso y una mayor cohesión. Un Gobierno que favorezca la inserción laboral, estimule el empleo juvenil, y reconstruya la educación, la sanidad y los servicios públicos.
En la Comunidad madrileña urge un gobierno de izquierdas, que discrimine entre lo urgente y lo necesario. No se trata de una quimera, las izquierdas pueden ganar las elecciones y empezar a cambiar las políticas económicas y sociales. No es sólo tiempo de declaraciones, es tiempo de cambiar la dinámica social dominante. La apuesta merece la pena. Hay que ganar Madrid para la mayoría de la sociedad.
*Ramón Górriz, presidente de la Fundación Primero de Mayo de CCOO.