© AP Photo / Javier Bauluz
Helena Maleno (España-1970) lleva casi la mitad de su vida denunciando a las mafias de traficantes de personas y ayudando a quienes migran desde África hacia Europa con la esperanza de encontrar una vida mejor.
Por esta labor que realiza desde su fundación Caminando Fronteras, Maleno ha sido reconocida con una veintena de premios nacionales e internacionales, pero también le ha costado años de «hostigamiento y acoso policial», como ha denunciado. Tanto la policía española como la marroquí la han señalado de traficar con personas.
Y aunque la justicia ha echado por tierra estas acusaciones, el 12 de enero de 2021, cuando volvía a Tánger tras realizar un trabajo en España, fue deportada de Marruecos, país que fue su hogar durante los últimos 20 años.
En entrevista con Sputnik, Maleno denuncia que buscan callarla, que «Europa aplica políticas de muerte» en las fronteras, que detrás de la militarización de estas zonas limítrofes están empresas de venta de armamento y que no puede haber «dos derechos a la vida en el mar: de los que van en yate y de los que van en patera».—El 12 de abril se conoció que en enero usted fue deportada y expulsada de Marruecos. ¿Por qué informarlo tres meses después?
—Bueno, primero, porque mi hija menor había quedado sola al otro lado, sabíamos que también estaba siendo sometida a vigilancias policiales y teníamos indicios de que ella también podría estar en riesgo, entonces teníamos que esperar para poder reunirme con ella en condiciones de seguridad. Por eso esperamos.
Segundo, porque también intentamos agotar todas las vías internacionales para que Marruecos y España cesaran esta persecución y yo pudiese volver a casa. Daros cuenta de que, ahora mismo, tengo mi casa en el otro lado, donde están todas mis cosas desde hace veinte años, y mi hija y yo estamos absolutamente sin nada y no podemos ir ni siquiera a recoger nuestras cosas. Por eso esperamos todo este tiempo, esperando que se encontrara una solución y pudiéramos recoger, por lo menos, nuestras pertenencias y esperando también que mi hija pudiese estar en una situación de seguridad.
—¿Y ha sido posible encontrar una solución?
—No, no ha sido posible. De hecho, cuando termina el procedimiento judicial, cuando los juzgados de Marruecos y la Audiencia Nacional española dicen que lo que yo hago no es delito, sigue la persecución, sigue el hostigamiento. El Estado español y Marruecos buscaron otras vías, a través de extranjería, de las amenazas, de los seguimientos policiales, de los allanamientos de morada.
Entonces, durante todo este tiempo hemos intentado que se parase, intentando decirles que no pueden usar otras vías porque no les ha funcionado con dosieres falsos. Pero esto no ha parado, ni siquiera con el nuevo Gobierno. Es verdad que el Ministerio de Asuntos Exteriores del nuevo Gobierno español ha intentado protegernos, tanto a mí como a mi hija, pero el Ministerio del Interior ha seguido haciendo la misma política del Partido Popular, con la Policía, con esa misma política que me llevó a estar delante de un tribunal acusada de algo que era falso, que era una mentira de la Policía.
—Mientras se conocía la noticia sobre su deportación, se informaba de que cuatro personas de origen subsahariano murieron en un cayuco intentando llegar a Canarias. Ya son 47 las víctimas mortales en lo que va de año en esta ruta migratoria. ¿Cómo describe lo que está pasando?—Bueno, lo que hemos dicho siempre: Europa lo que aplica son políticas de muerte, políticas que detrás tienen a las principales empresas de venta de armamento y militarización de las fronteras que hay en Europa.
Hay unos intereses económicos de la Unión Europea porque se gana dinero cuando los migrantes mueren en el mar. Entonces, claro, esto es lo que ha hecho es que cada vez corramos más riesgo y cada vez las personas que defendemos derechos estemos perseguidas por Europa porque estamos visibilizando, mostrando el negocio de muerte que Europa tiene en las fronteras, por eso se nos persigue.
—¿Cómo es eso de que ganan dinero con gente que muere en el mar?
—Lo que está haciendo Europa es muy parecido a las políticas que hace Estados Unidos en sus fronteras. Son políticas en las que se militariza y, al final, las empresas que venden armamento ganan. Venden armamento, empujan a las personas a salir de sus territorios y cuando salen se encuentran un segundo negocio en todo el sistema de control de movimiento que está en las fronteras europeas, y es un sistema de militarización.
Hay militares franceses en Níger, militares españoles en Mauritania, en Senegal, y lo que consiguen con esto es ganar dinero con toda la venta de ese armamento para el control que hacen a terceros países, que hacen a Libia, a Marruecos. Entonces es un doble negocio. Date cuenta lo que gana la Agencia Europea de Fronteras (Frontex), que además colaboró también en la elaboración del dosier judicial en mi contra. Frontex, si vemos todo el dinero que se ha ganado estos años, es impresionante, y sobre todo sin transparencia. Desde el Parlamento Europeo tú le preguntas a un diputado cuáles son las acciones de Frontex en la frontera y no saben cuáles son esas acciones porque no hay transparencia, es una agencia militarizada.
—Recientemente el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, visitó dos países de África: Angola y Senegal. Sánchez centró su agenda en pedir la entrada de empresas españolas y, en el caso de Senegal, reforzar el control migratorio y retomar los vuelos de repatriación. ¿Qué le parecen estas propuestas?
—Pues es justamente el ejemplo de lo que te estaba contando antes sobre la necrofilia política o política de muerte. Esa inversión que propone hacer el presidente del Gobierno es una inversión militar, una inversión de control que va a permitir más patrulleras y más inversión militar en ese país. Por otro lado, va a permitir que lleguen empresas europeas que esquilmen los recursos naturales. Esto ya lo ha vivido Senegal. En el momento que más cayucos salieron para Mauritania era el momento en el que Macron estaba firmando un segundo acuerdo para que las empresas francesas pescasen en agua senegalesas. Esas macroempresas van, pescan y se llevan toda la riqueza, y los jóvenes que pescaban con sus cayucos cogieron sus cayucos y se echaron al mar para migrar. Entonces, lo que Sánchez, en colaboración con el Gobierno senegalés, está haciendo es esa política de muerte, de robo de los recursos naturales de terceros países y de la militarización para que las personas que están dentro de esos países no salgan como respuesta al robo de sus recursos naturales.
—¿Cuál debería ser entonces la solución?
—Lo primero es que es impresionante cómo se dimensiona esa migración. La mayoría de las personas que se mueven en África se mueve entre países africanos, entre países empobrecidos, que tienen una mayor tasa de solidaridad entre ellos. ¿Por qué dimensionamos tanto la migración si la mayoría de los migrantes que entran al Estado español lo hacen a través de los aeropuertos, a través de Barajas?, ¿por qué dimensionamos tanto ese flujo africano? Porque lo que interesa es invertir militarmente cada vez más en las aguas y en países terceros de África, y eso es una nueva forma de neocolonialismo. Lo que hay es un efecto expulsión de los países africanos, hay que dejar de colonizar África y dejar que se desarrollen los propios movimientos de lucha social y dejar de crear situaciones en las que las personas de África se ven expulsadas de sus territorios.
—Volviendo a su caso. Usted ha hecho una acusación muy grave diciendo que los responsables de su acoso y hostigamiento ha sido el Ministerio del Interior de España en colaboración con la Policía marroquí. ¿Qué interés tendrían ellos en acosarla?
—Pues callarme. El problema es que yo hago ese señalamiento porque he visto los dosieres y las comunicaciones entre las policías de los dos países. Cuando yo hago ese señalamiento es para que se pare ese hostigamiento. ¿Por qué persiguen a personas defensoras de derechos humanos los Estados europeos? Porque estamos denunciando situaciones que se están produciendo y lo que quieren es callarnos, nos quieren callar a través de procedimientos judiciales, aterrorizarnos. Al final tenemos que salir y señalar a los victimarios, a aquellos que quieren acallar nuestras voces. He tenido que hacerlo porque creo que es una responsabilidad democrática, no solo conmigo, porque mi caso no es el único. Hay muchas personas que están siendo perseguidas en Europa por defender los derechos de las personas migrantes.
—Usted dice que la persiguen por defender los derechos de personas migrantes, pero las policías de estos dos países la acusan de colaborar con mafias de tráfico de personas porque cuando los migrantes están varados en el mar la llaman a usted y usted es la que alerta a Salvamento Marítimo y le pasa las coordenadas de estas embarcaciones. ¿Cómo las personas que migran en pateras, en cayucos, consiguen su teléfono? y ¿cómo usted consigue las coordenadas de estas embarcaciones?
—A ver, eso me lo ha preguntado también el juez y yo le respondí, le expliqué cuál era nuestro trabajo, también lo explico en mi libro Mujer de frontera editado por Planeta, por ediciones Península. Ahí explico todo lo que hacemos, sin ningún tipo de problema. De hecho, en los informes policiales se reconoce que soy una traficante sin ánimo de lucro, es decir, que yo no gano dinero con esas acciones.
Nosotras no solo llamamos a los servicios de rescate del Estado español, también llamamos a los servicios de rescate de Argelia, Marruecos, Mauritania y Senegal, porque, además, hay una obligación y una convención internacional que obliga a los países a coordinarse para la defensa del derecho a la vida en el mar. Una cosa es la migración y otra cosa es una de las convenciones más antiguas del mundo, que es el derecho a la vida en el mar, y ahí se tienen que coordinar los Estados, nadie tiene que morir por cruzar una frontera.
No estamos hablando de a dónde tienen que llegar esas personas, sino que esas personas tienen que llegar vivas. Nosotras no solo somos las que tenemos el teléfono de alerta, sino que hay otros teléfonos de alerta como el de Alarm Phone y otras organizaciones, y nuestra presencia durante veinte años en la frontera ha hecho que nos conozcan muchas personas, porque nosotras no solo llamamos a Salvamento Marítimo, sino que también acompañamos a personas a los hospitales, inscribimos en el registro a los niños que nacen, acompañamos a las mujeres en el tema de la salud sexual y reproductiva, entonces mucha gente tiene nuestros teléfonos.
¿Qué es lo que pasa? Que las personas que cruzan el mar saben que pueden morir simplemente por el cruce, ¿y qué hacen? Dejan dicho a sus familiares que intentarán cruzar, o incluso, por si mueren, dejan los teléfonos de sus madres, o muchas veces sus madres no saben que van a cruzar y esas personas les dicen a sus amigos que si pasa una semana llamen a su madre, porque es una forma de protegerse, la gente tiene que protegerse contra la muerte, entonces, en esa protección que hacen las comunidades migrantes mucha gente tiene nuestros teléfonos.
Nos llaman a veces desde las embarcaciones y desde las embarcaciones lo que hacemos es intentar ayudarlos, a veces ni siquiera saben enviar una posición GPS y les decimos ‘abrid el whatsapp, enviar la posición’. Son momentos de muchísima angustia.
El tema es que tenemos ese teléfono de alertas para la protección del derecho a la vida en el mar, nos llaman personas cuando están en el mar o familiares cuando llevan tiempo sin saber de sus personas queridas, y eso está en el marco de una convención internacional que protege, que marca la obligación de los Estados de proteger el derecho a la vida en el mar. No puede haber dos derechos a la vida en el mar: de los que van en yate y de los que van en patera. Eso es terrible, y esa obligación no es solo de España, también es de los países con los que comparte aguas. Hace dos días había una patera en el mar, 57 personas, logramos la posición, la pasamos a la Marina marroquí y la Marina marroquí pudo salvar esas 57 vidas. Ese es nuestro trabajo.
—Pero es un trabajo que a usted le ha costado mucho. ¿Piensa seguir o esto la frenará?
—Mira, cuando mis compañeras empezaron la campaña para denunciar mi situación, vi una imagen que me impactó mucho. Esa imagen decía que yo había ayudado a salvar 100.000 vidas en el mar, 100.000 vidas. Eso me impactó mucho y me dije «hay que seguir trabajando». No soy solo yo, hay muchas personas, yo soy la cara más visible, pero hay muchas personas trabajando para salvar vidas. Creo que ahora, más que nunca, es necesario mirar a esas 100.000 vidas que se salvaron y pensar en la memoria de aquellas que no pudimos salvar, y por esa memoria seguir trabajando para que ninguna persona más muera en el mar.
*Karen Méndez Loffredo, periodista venezolana-italiana con 13 años de experiencia en prensa escrita y audiovisual, especializada en la fuente internacional. Investigadora, corresponsal y documentalista.
Artículo publicado en Sputnik News.
http://www.noticiaspia.com/2021/03/05/necropolitica-desplazados-en-la-frontera-euroafricana/