Venezuela, la Relección Gringa y la Guerra Fría EEUU – China.
Introducción
Cómo habíamos señalado en la primera parte del documento actual, es importante abordar el caso venezolano y las amenazas que sufre ese país suramericano por parte de Estados Unidos y sus seguidores, amenazas que naturalmente ya tienen varios años en existencia, pero que cobran nuevas dimensiones y sufren ciertas modificaciones (o intensificaciones) a raíz de la Pandemia del COVID-19 y el desplome del mercado energético mundial.
Ahora bien, lo que proponemos para esta sección se mantiene dentro del marco de lo que podemos señalar como “la geopolítica de las pandemias”, lo que implica el estudio de las relaciones orgánicas e intrínsecas entre la geopolítica del sistema internacional y la expansión de una epidemia a nivel global, y cómo la geopolítica posee implicaciones para la expansión de la pandemia, y cómo esta última puede dictar y/o modificar los procesos que existieron en la geopolítica global, antes del surgimiento de la pandemia.
Nuestro análisis no requiere de una exploración minuciosa de las relaciones y configuraciones del poder dentro de la República Bolivariana de Venezuela. No es vital explorar detalladamente a figuras como la moldeada por el gobierno gringo – el “treparejas” de la Asamblea Nacional – o el resto de las fuerzas opositoras del país, y el chavismo y sus seguidores, tanto en las calles como en las instituciones públicas. Aunque estos elementos pueden exponer más detalles de las dinámicas internas, las agresiones contra la República Bolivariana y su gobierno actual provienen desde el exterior, desde una fuente bastante específica, pero que a la vez posee la capacidad de activar múltiples fuentes secundarias para lograr sus objetivos anunciados.
Obviamente, nos referimos al gobierno estadounidense. Nunca estaríamos sugiriendo que la política interna de un país y sus configuraciones no son importantes para determinar las dinámicas regionales e internacionales, pero en este caso en particular, es menester tomar en consideración el verdadero peso de los actores internos, y no el que ellos u otros pretenden otorgarles a estos, en el marco de un proceso que obviamente se encuentra ligado a los vaivenes y cambios bruscos de la dinámica internacional. Sobredimensionar la importancia del Señor de la Asamblea Nacional o el resto de sus colaboradores, implicaría negar el carácter netamente extra-regional de la agresión contra Venezuela, y la identificación de sus verdaderos autores y articuladores.
Por la razón recién señalada, es que nuestra compresión adecuada y precisa sobre las agresiones contra Venezuela en la coyuntura actual no surge necesariamente de las lógicas de la política interna de los actores en Venezuela, sino de la compleja dinámica de la geopolítica global, la cual atraviesa en la actualidad por un proceso de expansión pandémica bastante agresiva. Muchos de los actores locales – incluso hasta los regionales – son meros elementos secundarios, y por lo general suelen responder y cumplir, en vez de actuar y decidir, por lo cual su contribución a nuestra comprensión de lo que sucede en Venezuela pudiera incluso hasta desviar nuestra atención lejos de donde se articula y se construye la agresión, y lejos de los otros actores internacionales que hacen lo posible para desarticular estas agresiones, como Rusia, la China, y países que apoyan a Venezuela como Irán y Turquía.
Por eso, nuestro análisis debe enfocarse en los elementos decisivos de la ecuación venezolana, los cuales irónicamente quedan fuera del sistema nacional del país suramericano: las realidades internas de Estados Unidos. La coyuntura actual del Jefe de Estado estadounidense, profundamente supremacista, se encuentra repleta de elementos determinantes para nuestro análisis.
En primer lugar, nos encontramos en un año electoral, y el Señor indicado acaba de sobrevivir un proceso de “impeachment”, solo a raíz de la solidaridad partidista (y ninguna otra razón). Igualmente se encuentra en el medio de una guerra geopolítica y comercial cruente contra la China y Rusia, el colapso de la industria energética (especialmente la del esquisto) y la expansión de una pandemia con serias consecuencias para toda la humanidad. En pocas palabras, esta segunda parte será un ejercicio de contextualización, con la finalidad de explicar y hacer comprender varios procesos sociohistóricos y geopolíticos, los cuales tienen un impacto directo sobre la población de un Estado suramericano: La República Bolivariana de Venezuela.
Los Recientes Sucesos en la Venezuela Bolivariana
El Presidente Nicolás Maduro informó el 24 de marzo de 2020 que el día anterior fue capturado una persona «con un arsenal de armas» y «equipos tácticos de guerra», relacionada con planes de «causar caos y violencia en el país». La persona responde al nombre de Jorge Alberto Molinares Duque. El jefe de Estado señaló que fue capturada por la División de Contrainteligencia Militar (DGCIM) en la carretera de Barranquilla a Riohacha, ambas ciudades colombianas. La persona declaró que iba a entregar las armas a alguien llamado «alias Pantera». Indicó que hay un núcleo terrorista «que se entrena Riohacha, en Barranquilla, que está obteniendo armas y que va a atacar Venezuela en cualquier momento». Molinares, de 60 años, fue capturado por la policía colombiana con un arsenal bélico que incluye 26 fusiles de asalto AR-15, calibre 5.65mm. El sujeto debía entregar el armamento y demás equipos de guerra al alias “Pantera”. Reveló que le había sido entregado por una mujer llamada Yasid Álvarez, en la capital del Departamento Atlántico.
El Presidente Maduro ya había denunciado anteriormente que «desde EEUU se ha activado un plan loco para la desestabilización y un golpe de Estado, ¡y lo anunciaron por The Washington Post, El Nuevo Herald!», e instruyó a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana a que esté «preparada para garantizar la paz. ¡Listos para el combate, si tuviéramos que combatir! Porque el imperialismo cree que llegó el momento de descuadernar a Venezuela». Ese día, el diario El Nuevo Herald publicó un artículo titulado «¿Podría el coronavirus propiciar un golpe de estado en Venezuela?», sugiriendo que una crisis social por el Covid-19 podría ser el detonante de un golpe de estado militar.
Seguidamente, apenas dos días después, el fiscal general de Estados Unidos, William Barr, anunció el 26 de marzo la presentación de cargos criminales por narcotráfico y lavado de dinero contra el Presidente Nicolás Maduro. Además del Presidente, quien ya contaba con varias “sanciones” previas, Barr también anunció cargos contra otras autoridades venezolanas.
Los medios internacionales como la BBC informan que la medida supone profundizar la presión de Washington para forzar la salida del poder del Presidente Maduro, al que califica como gobernante “ilegítimo” y “dictador” y al que ahora considera también como líder de un cartel de drogas en colaboración con la antigua Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
El gobierno gringo señaló que el ministro y vicepresidente Tareck El Aissami también fue acusado de evadir las sanciones impuestas en febrero de 2017 al contratar empresas estadounidenses para reservar vuelos privados y de violar la Ley de Designación de Cabecillas Extranjeros del Narcotráfico. El Departamento de Justicia de Estados Unidos acusa en concreto a Maduro, entre otros cargos, de haber recibido US$5 millones por parte de las FARC en 2006 cuando era canciller en el gobierno del Presidente Hugo Chávez. El fiscal general Barr no quiso confirmar si es la primera acción de este tipo en la historia contra un gobernante. “No reconocemos a Maduro como presidente de Venezuela, pero esto ya pasó con Noriega, a quien tampoco reconocíamos”.
Estados Unidos considera que existe una “conspiración para el narcoterrorismo” entre el llamado cartel de Los Soles, formado supuestamente por autoridades venezolanas y “liderado” por el Presidente Maduro, y las FARC, desde 1999 y hasta ahora. Alegre coincidencia, tendremos que asumir, que, desde entonces, y solamente el día después que cayeron las armas de guerra que estaban a punto de entrar a Venezuela, fue que Estados Unidos decidió actuar sobre la llamada “conspiración para el narcoterrorismo”, con un leve retraso de veintiún años nada más. Es de notar que los gringos han ofrecido una recompensa de 15 millones de dólares por cualquier información que lleve a la captura del Presidente Maduro. Los medios citan al señor Barr:
“El régimen de Venezuela, que estuvo (no se entiende ¿por qué “estuvo”?) liderado por Nicolás Maduro, sigue infectado por la criminalidad y la corrupción. Durante más de 20 años Maduro y un alto número de aliados conspiraron con las FARC provocando que toneladas de cocaína entraran y devastaran comunidades estadounidenses. Expresamente quisieron inundar Estados Unidos con cocaína para socavar la salud y el bienestar de nuestro país”.
Seguidamente, el Señor Trump ordenó el 1 de abril “duplicar” el número de barcos militares y de soldados en las costas de Sudamérica para “luchar” contra el tráfico de drogas en el océano Pacífico y el mar del Caribe, lo que incluye Venezuela y México. Los medios gringos informan que el objetivo de la operación son los cárteles mexicanos y el círculo cercano al Presidente Nicolás Maduro. El secretario de Defensa del Señor Trump, Mark Esper, indicó que “el régimen ilegítimo de Maduro en Venezuela confía en los beneficios que le llegan de la venta de droga para mantener su poder opresor”.
Seguidamente, el 1 de abril, el ministro de Defensa Vladimir Padrino López denunció el hundimiento de una embarcación de la Armada venezolana por parte de un buque identificado inicialmente como de turistas, de 122 metros de largo, llamado “Resolute”. Es de notar que el buque es ocho veces más pesado que la nave de la Armada bolivariana.
Al llegar el barco a las aguas jurisdiccionales de Venezuela – a apenas 7 millas de la isla de La Tortuga – se activó el Comando Estratégico Operacional y zarpó un buque de guardacostas “Naiguatá” (GC-23) de la Armada bolivariana. El guardacostas venezolano interceptó al buque de “turistas” de bandera portuguesa, hace el llamado, cumple el protocolo y lo conmina a ir al puerto de Margarita. Este procedimiento lo acató el buque inicialmente, pero cuando va escoltándolo, el buque decide embestir al barco guardacostas de la Armada bolivariana, provocando su hundimiento.
La acción del buque Resolute incumple la normativa internacional que regula el salvamento de la vida en la mar, ya que no asistió al rescate de los tripulantes. La tripulación fue localizada por el dispositivo de búsqueda y salvamento a 30 millas de Cabo Codera, en el estado Miranda. El Resoulte, luego de la agresión, se refugió en Curasao.
Los acontecimientos no cesan ahí, más bien se extienden a invasiones de mercenarios contra Venezuela y declaraciones prematuras de “victoria” por parte del Señor Pompeo, pero estos detalles los dejamos para una de las últimas secciones del documento actual. Por los momentos, tenemos suficientes insumos como para empezar a analizar la problemática venezolana.
Regime Change
Es prácticamente imposible colocar en este artículo la totalidad de las agresiones verbales, diplomáticas y económicas del régimen del Señor Trump contra Venezuela, solamente en el contexto actual. Con cada visita del Señor Pompeo a su destino favorito en América Latina – la capital neogranadina – ya tenemos una serie de amenazas contra todo el pueblo venezolano. El Señor Jair Bolsonaro – en medio de un desastre político por su respuesta a la pandemia y los ministros y aliados que abandonan su gobierno – ha decretado como “prioridad” de su gobierno la expulsión del cuerpo diplomático venezolano. El gobierno iraní envía un avión con suministros para producir gasolina en Venezuela, y el Señor Pompeo anuncia que hay que sancionar a todos los países que permitieron el sobrevuelo de los aviones persas, ya que vienen a “fortalecer los lazos de terrorismo en toda las Américas”. Obviamente, no hay fin a esta triste farsa.
Los señores Duque y Bolsonaro, sus jefes los Señores Pompeo y Trump, y finalmente el “office boy” que trabaja en el cubículo del departamento de Estado gringo conocido como la “OEA” – el “Señor” Almagro – están dedicados al tema “Venezuela”. Es difícil para cualquier analista serio contemplar estas acciones de los gobiernos de Colombia, Brasil y Estados Unidos como acciones para “restaurar la democracia” y por “los derechos humanos”. El grado de agresividad en la cual se conducen estos asuntos, la capacidad de violar sistemáticamente el derecho internacional, pero, más importante, la disposición de sofocar a toda una nación y sumergirla en pobreza y miseria por la “democracia” y los “derechos humanos”, hace difícil tomar en serio los alegatos de “restauración de democracia” y “finalizar la tiranía”, etc.
Primera vez en la vida que se escucha que negarle cargamentos de comida y medicamentos a un país entero, de sabotear servicios públicos y finalmente enviar oleadas una tras otra de mercenarios para perpetrar masacres indiscriminadas contra la población (y no solamente los políticos), son requisitos para la “restauración de la democracia” y la “defensa de los derechos humanos”.
Lo que si se ajusta a estos eventos, posturas y acciones es la tesis de un “regime change”, actividad favorita de los gringos, desde que el Señor William Walker se impuso como “Presidente” de Nicaragua en 1856. Esta tesis cobra relevancia y validez ya que una cosa es interferir en un proceso de inestabilidad interna para favorecer un grupo sobre otro, y otra es estimular la inestabilidad de manera abierta y coercitiva, a lo largo de varios años, incluso llegar a perpetrar una farsa jamás antes vista en el sistema internacional: reconocer un “gobierno paralelo” que no posee aspecto alguno de gobierno o gobernabilidad, aunque sus “miembros” operan libremente dentro del país.
Por lo general, cuando un gobierno “de facto” asume el poder y otros gobiernos no lo reconocen, el gobierno que sí reconocen siempre se encuentra o en el exilio, o escondido en las montañas (o en zonas aisladas). En este caso, el “gobierno” reconocido por los gringos y sus aliados está conformado por unos cuantos diputados de una Asamblea Nacional en desacato, a la vez de personalidades privadas. No solo las acciones gringas son inéditas, sino también las de la “tiranía” del Señor Maduro, ya que es la primera “dictadura” que permite a estos señores hacer lo que se le instruya desde afuera.
La fachada de “restaurar la democracia” y “la defensa de los derechos humanos” es imposible de sostener – menos ahora con confesiones de mercenarios gringos en manos de los organismos de seguridad del Estado venezolano – pero a los partidarios de una invasión gringa o del colapso total de Venezuela para permitir el “regime change”, ya no les importa la validez de sus propios argumentos, ni la coherencia de los mismos. Simplemente, se trata de lo emotivo, lo que ya habíamos señalado en la primera parte de este documento, aunque en ese caso era lo emotivo en la política internacional, y en este caso es en la política doméstica. El odio al chavismo y el proyecto político que aplica este movimiento sociopolítico y sociohistórico, sustituye la necesidad de proyectar argumentos racionales y coherentes. Lo que importa es la “salida”, como han señalado durante estas últimas dos décadas de luchas contra el proyecto político bolivariano.
Los partidarios de estos grupos no apoyan la violencia y las masacres porque van a restaurar la democracia o los derechos humanos, sino porque van a exterminar el chavismo. Punto. Los mismos que apoyan la violencia y los mercenarios ahorita para la “restauración de la democracia” y “los derechos humanos”, después del golpe y las masacres contra el pueblo venezolano, no tendrán ni el más mínimo problema que se instale un gobierno de transición que se extienda en el tiempo y que transforme por completo el Estado venezolano sin tener un mandato popular para realizarlo, ni tampoco que se lleven miles de chavistas a las cárceles y los campos de matanzas. Lo que determina sus visiones es lo ideológico, nunca lo democrático.
Esto quizás explica la incoherencia de los defensores de la desestabilización y posible invasión gringa contra Venezuela, entre lo emotivo y la incapacidad de expulsar el chavismo de las realidades políticas de la nación. No obstante, esto no explica la insistencia y la persistencia del gobierno estadounidense – particularmente la del Señor Trump – de destruir a toda Venezuela si sea necesario, para erradicar el proyecto Bolivariano del país suramericano. Pero es precisamente estas motivaciones – en el contexto actual de relecciones, guerras frías (o rivalidades geopolíticas) y pandemias – las que ameritan ser evaluadas y examinadas.
A nuestro humilde criterio, estas motivaciones no se pueden hallar en Venezuela, no responden específicamente al Presidente Maduro ni al títere de la Asamblea Nacional en desacato, sino que se encuentran distribuidas entre las realidades de la política interna gringa, y cómo estas interactúan con el entorno geopolítico global, en esta coyuntura particularmente excepcional e inusual del sistema internacional. Son estos puntos lo que pretendemos abordar en el documento actual.
Bombas en Beirut e Invasiones en Granada
Ya hemos señalado como Estados Unidos – a través de uno de sus portavoces, el Señor Barr – considera sus acciones contra Venezuela en el marco de la famosa operación “Causa Justa”, entre los años 1989 y 1990, en referencia a la nefasta invasión estadounidense a Panamá para remover el agente de la CIA y la DEA, Manuel Noriega. Es interesante como uno de los personajes claves de esa invasión fue el propio Señor Elliot Abrams, el mismo que anda rogando por una nueva invasión, ahora contra Venezuela. Las sanciones gringas contra Panamá para entonces incluyeron una restricción severa de la circulación de la moneda nacional de Panamá, la cual lamentablemente es el dólar estadounidense. Las razones de los apologistas de los gringos – dentro y fuera de Venezuela – para comprar una posible invasión gringa a Venezuela con las acciones sangrientas contra Panamá, están relacionadas con el apoyo y la eventual “legalidad” que se le buscará a la mascare, después de que esta sea perpetrada.
En realidad, se busca hacer el paralelismo entre Noriega y el Presidente Maduro, para así crear la ilusión de que ambos son dictadores, ambos son narcotraficantes, y ambos serán depuestos en operaciones militares que son “causas justas”. Desde un grupo particular de opositores en Venezuela, esta misma comparación posee connotaciones psicológicas: el enfoque en la figura que tanto detestan y odian – el Presidente Maduro – ya que estas interpretaciones permiten enfocar la atención en remover del poder al Presidente Maduro, en vez de observar el proceso como un “regime change” motivado por razones no personales, como el poder y el dominio. El paralelismo con Noriega permite percibir esto como “acciones contra Maduro”, en vez de acciones contra toda Venezuela. Pero como siempre, no solamente mueren miles de civiles (en Panamá fueron miles de civiles muertos, pero el cinismo de los invasores reportó solamente entre 300 y 600 muertes de civiles), sino que el país queda alterado y sometido a ser una colonia gringa por mucho tiempo.
En realidad, una posible invasión gringa contra Venezuela, en el contexto actual, se asemejaría más a la invasión gringa de Granada en 1983, que la triste masacre en Panamá. La invasión estadounidense de Granada fue la primera gran operación militar estadounidense después de la Guerra de Vietnam. De hecho, puede haber sido en parte una prueba del llamado “síndrome de Vietnam”, la supuesta “aflicción” que dificulta que el público estadounidense apoye la intervención militar estadounidense en el exterior. Al igual que Irak, las justificaciones iniciales de la invasión demostraron ser muy discutibles, incluso fueron comprobadas como completamente falsas, pero, aun así, recibió el apoyo bipartidista en el Congreso y la aprobación de casi dos tercios del público estadounidense, y una indiferencia generalizada por parte de la población nacional, en relación con temas como la ilegalidad y criminalidad de las acciones emprendidas por su gobierno.
En el marco de la invasión sionista al Líbano (1982) y la participación de varios actores regionales e internacionales en dicha tragedia, la intervención gringa recibió su factura más cara el 23 de octubre de 1983: dos camiones cargados con aproximadamente 9.500 kilogramos de explosivos, impactaron contra edificios en la capital del Líbano que albergaban soldados gringos y franceses, presentes en el país árabe para apoyar el gobierno cristiano (maronita, pro-occidental y pro-sionista) en un país de mayoría musulmana (y ferozmente anti-sionista). El ataque exterminó a 307 personas: 241 soldados gringos, 58 franceses, seis civiles y los dos atacantes. Hasta esa fecha, la explosión que destruyó la sede de los marines gringos fue la explosión no-nuclear más poderosa de la historia. Obviamente, fue un fuerte golpe contra la política exterior de Reagan, y para 1984, ya se estaban retirando de El Líbano.
Interesantemente, el 25 de octubre de ese mismo año – 48 horas después del severo golpe en Beirut – Estados Unidos invadió la nación isla de Granada, en el marco de una operación militar que ellos denominaron “Furia Urgente”. Definitivamente era “urgente”, pues tenía que moverse rápidamente después del desastre en el Líbano. Reagan tenía en mente varias opciones para lidiar con el gobierno del Movimiento Nueva Joya (New Jewel), aunque nunca contempló seriamente una invasión militar, hasta los sucesos en El Líbano.
Estados Unidos había tratado de derrocar al Movimiento Nueva Joya desde su incepción, al igual que el proceso bolivariano en Venezuela. Inmediatamente después de la revolución en 1979, la administración del Señor James Carter otorgó asilo al primer ministro exiliado, el Señor Eric Gairy, quien utilizó Estados Unidos como una base para las transmisiones de radio antigubernamentales. Después de que Estados Unidos se negó a proporcionar ayuda para la defensa militar y ofreció solo asistencia económica limitada, el Primer Ministro del movimiento señalado – el Señor Maurice Bishop – recurrió a Cuba en busca de ayuda. La administración del Señor Carter luego lanzó una campaña para desalentar el turismo estadounidense en la isla, prohibir la ayuda de emergencia y rechazó el reconocimiento del embajador de Granada ante Estados Unidos.
Luego, durante la administración del Señor Ronald Reagan, la hostilidad estadounidense aumentó. Se bloqueó la asistencia económica a través del Banco Mundial y el Banco de Desarrollo del Caribe, se restringió la ayuda del Fondo Monetario Internacional y ni siquiera se consideró la participación de la isla en la Iniciativa de la Cuenca del Caribe.
Informes del Washington Post indicaron que desde 1981, la CIA había emprendido esfuerzos para desestabilizar al gobierno de Granada, política y económicamente. En agosto de 1981, las fuerzas armadas gringas organizaron una simulación de invasión de Granada en la isla de Vieques, en la costa de Puerto Rico, con la finalidad de intimidar el gobierno de Granada.
Poco antes de la invasión, los vuelos regulares y los enlaces marítimos desde las islas vecinas del Caribe y hacia Granada habían cesado, a partir del 21 de octubre, debido directamente a la presión ejercida por el gobierno estadounidenses. Aparentemente, al impedir la salida de los estadounidenses que estaban en la isla (estudiantes de medicina), la administración del Señor Reagan encontró la excusa necesaria para invadir: la presencia de estadounidenses “atrapados” en la isla, posiblemente como rehenes. La inexistente presencia de “asesores militares” soviéticos fue otra excusa para invadir.
Las razones que justifican la postura altamente hostil de Estados Unidos contra Granada son las mismas de siempre, a lo largo de la historia de América Latina y el Caribe: Para empezar, su política exterior y sus políticas de “desarrollo” no estaban subordinadas a las del gobierno estadounidense. Su economía no estaba dominada por los intereses corporativos estadounidenses. Adicionalmente, una demostración de fuerza contra ese país, haría que los estados con ideales nacionalistas izquierdistas similares (Cuba, Nicaragua) se sientan acorralados. Si un país tan pequeño y pobre como Granada hubiera podido continuar su ritmo de desarrollo bajo un modelo alternativo, sentaría un mal precedente para otros países del Sur. Granada, bajo el Movimiento Nueva Joya, estaba alcanzando un nivel peligroso de atención médica, alfabetización, vivienda, democracia participativa y equidad social.
Ahora bien, el movimiento del Señor Bishop cometió dos errores fundamentales y catastróficos: en primer lugar, las promesas de la Nueva Joya de realizar un proceso electoral luego de la expulsión del Señor Gairy nunca se cumplieron, restándole legitimidad hasta cierto punto, y abriendo el camino para la intervención gringa. El segundo – quizás el error fatal – fue la fractura en el seno del movimiento, entre el Señor Bishop y sus seguidores, por un lado, y los señores Bernard Coard, Hudson Austin y sus seguidores, por el otro. La ruptura pasó a un golpe de Estado, seguido por una pequeña masacre de civiles que trataron de liberar al Señor Bishop luego del golpe, en la cual este y varios de sus seguidores fueron ejecutados (de manera extrajudicial). Acto seguido, se impuso una junta militar de gobierno. Todo esto creó las condiciones idóneas para las justificaciones que requieren los gringos para invadir. Aquí podemos observar la sabiduría del Comandante y Presidente Hugo Chávez, y las lecciones que le dejó al Presidente Maduro: las guerras asimétricas se luchan con el bisturí, la paciencia y una ardura resistencia a las provocaciones, como también la unidad interna, naturalmente.
De particular preocupación fue la influencia que el Señor Bishop y sus seguidores, quienes se inspiraron en gran medida en el movimiento afrodescendiente de Estados Unidos, podrían tener sobre los afro-estadounidenses. Un exitoso experimento socialista realizado por “negros” de habla inglesa tan cerca de Estados Unidos, siempre será visto como una amenaza para las elites gringas. Pero el beneficio más importante de la invasión a la pequeña isla caribeña lo vemos de las palabras de un columnista gringo (Hedrick Smith, en su artículo del 30 de octubre de 1983), del New York Times:
“La administración (del Señor Ronald Reagan) está tratando de obligar al país (Estados Unidos) a deshacerse de las restricciones posteriores a Vietnam y asumir el papel de un policía mundial. Para una administración que necesita una victoria en política exterior, Granada ofreció lo que el senador Charles Mathias, republicano de Maryland, calificó como “un objetivo” digerible y del tamaño de un bocado “, aunque resultó más difícil de masticar de lo previsto”.
Aquí deseamos dirigir la atención del lector a las siguientes dos expresiones: “necesita una victoria en política exterior” y “un objetivo digerible y del tamaño de un bocado”. Estas son claves para entender lo que está sucediendo actualmente en Venezuela. Como señalamos anteriormente, los avances socioeconómicos y la independencia política del dominio de Washington fueron elementos que explican la hostilidad de los gringos hacia el movimiento del Señor Bishop. Pero estos elementos no fueron los que determinaron la decisión de invadir. Para eso, debemos colocar otros elementos en la cima de las prioridades gringas:
- La necesidad de distraer la atención pública gringa del desastre en el Líbano, el cual fue responsabilidad de las injerencias gringas del Señor Reagan, en primer lugar;
- La necesidad de obtener una “victoria” en política exterior, preferiblemente contra un objetivo “digerible y del tamaño de un bocado”;
- Obtener un aumento en la popularidad del Señor Reagan, quien enfrentaba un proceso de relección a menos de un año de esos sucesos;
- Impulsar acciones sangrientas (y, sobretodo, visibles) que logren disuadir a actores regionales como los sandinistas, los cubanos y el FMLN de resistir la hegemonía gringa en la cuenca del Caribe y América Latina en general.
¿Qué poseen estas cuatro prioridades en común? Simplemente, son prioridades de la política interna estadounidense, sus fracasos en materia de política exterior, y las realidades de sus rivalidades geopolíticas a nivel hemisférico y mundial. Poco o nada que ver con la vida en la pequeña isla caribeña, con una minúscula población de habla inglés.
Es precisamente por esta razón que los factores que se acumulan aceleradamente para “justificar” una invasión gringa a Venezuela en el 2020, se aproximan más a la invasión gringa de Granada, que la invasión de Panamá. A pesar de las obsesiones y los odios viscerales de ciertos oposicionistas en Venezuela (de nuevo con el factor emotivo en la política), en realidad las agresiones gringas contra Venezuela no se tratan del propio Presidente Maduro, ni de otras figuras del Gobierno Bolivariano, tampoco de las aspiraciones y anhelos de la “oposición” venezolana, sino de elementos de la política interna gringa y su rol en el tablero geopolítico mundial, pero añadiendo un nuevo elemento que no suele hacer presencia en los proceso de lucha y de poder en el ámbito internacional: el microscópico Señor Sars-CoV-2 y la enfermedad que este causa en los seres humanos, el Covid-19.
Manejando la Pandemia
Sin duda alguna, no es culpa del Señor Trump que la pandemia haya ocurrido. Alternativamente, la total falta de preparación de Estados Unidos para enfrentar esta pandemia, si es culpa del señalado jefe de Estado. La pérdida de una gran cantidad de respiradores almacenados a raíz de que la administración del Señor Trump dejó que los contratos de mantenimiento se expiren en el 2018, y que nunca fueron renovados, es culpa del Señor Magnate. La falla de almacenar suficientes equipos médicos en las reservas nacionales – con la excusa de “ahorrar” – es responsabilidad directa del Señor Trump. Los cincuenta estados de la unión estadounidense están compitiendo entre ellos mismos por los equipos y los suministros, pagando en ciertas ocasiones hasta triple de su valor original, a raíz de la escasez y la falta completa y absoluta de preparación para esta eventualidad, es, de nuevo, culpa del Señor inclino de la Casa Blanca.
El Señor Trump, al inicio de la llegada de la infección a Estados Unidos, pasó diez semanas insistiendo en que el COVID-19 es una gripe inofensiva que milagrosamente desaparecería por sí sola. Tomando la palabra de sus jefes, los gobernadores republicanos decidieron no actuar con celeridad y con la prudencia que dicta la situación, después de la llegada de la infección, como por ejemplo permitir el funcionamiento de las playas de la Florida y de la Costa del Golfo hasta finales de marzo, cuando la infección ya se había expandido por todos esos territorios. Definitivamente, la maquinaria política y publicitaria pro-Trump ha hecho todo lo posible para coincidir con su jefe, ratificar sus dementes propuestas, y mantener la línea partidista.
Todo lo que contradice con estas líneas y pautas señaladas por el Magnate, fueron atacadas vilmente por sus seguidores, identificándolas como conspiraciones de los demócratas y los enemigos del Presidente. Los anfitriones de Fox News y las emisoras de radio conservadoras actuaron con una lealtad admirable, y una responsabilidad social deplorable, al mantener la línea del Presidente, las cuales cambian cada, tantos días, o cuando la situación empeora (casi siempre). La falsa esperanza de curas instantáneas y vacunas inexistentes también es culpa del Señor Trump, porque ofreció promesas falsas para cubrir sus inmensas fallas.
Existen muchos otros elementos, el asunto no es de una o dos razones aisladas. El despido de un capitán de la Marina por hablar sinceramente sobre la amenaza del virus para su tripulación; la gran cantidad de empleos claves del gobierno federal – muchos de los cuales se hubieran encargado de la pandemia – estaban o vacantes, u ocupados por mediocres, a raíz de la poca importancia que le otorga el Señor Trump a esos asuntos (¿Quién se hubiera imaginado que una pandemia nos atacaría en el último año de la primera (y esperamos que sea la última) presidencia del Señor Trump?); El nombramiento del yerno arrogante e incompetente del Señor Trump como jefe de la cadena nacional de suministros médicos. En realidad, la lista es bien larga.
El coronavirus surgió en la región de Wuhan en la China, a finales de diciembre de 2019. La administración del Señor Trump recibió su primera notificación formal del brote el 3 de enero de 2020. El primer caso confirmado en Estados Unidos fue diagnosticado a mediados de enero. Los mercados financieros en Estados Unidos sufrieron el primero de una secuencia de “bajas” el 24 de febrero. La primera persona que murió del COVID-19 en Estados Unidos fue el 29 de febrero. Para el 20 de marzo, solo la ciudad de Nueva York había confirmado 5.600 casos. Solo el 21 de marzo, el día en que el Departamento de Salud estadounidense puso su primera solicitud de gran escala para las máscaras tipo “N95”, fue que la Casa Blanca comenzó a organizar una cadena de suministro nacional para enfrentar la amenaza en serio.
“Lo que han hecho en los últimos 13 días ha sido realmente extraordinario”, dijo el yerno del Señor Trump, Jared Kushner, el 3 de abril, reconociendo así, de manera implícita, las semanas perdidas entre el 3 de enero y el 21 de marzo. Esas semanas perdidas colocaron a Estados Unidos en el camino hacia el peor brote del coronavirus en el mundo, superando la situación que sufrió el primer país que enfrentó la enfermedad: la China.
Estados Unidos, protegido por dos océanos (los generales “Atlántico” y “Pacífico” que habíamos señalado en la primera parte) del epicentro del brote en Asia; con una tecnología médica bastante avanzada; dotado de agencias y personal dedicado a responder justo a este tipo de pandemias, debería sufrir mucho menos que cualquier otra nación del mundo, por el COVID-19. En vez, ahora es el foco del brote más catastrófico de la enfermedad en el mundo entero.
La principal prioridad del presidente hasta febrero de 2020 fue pasarle factura a quienes participaron en el juicio político contra él en el congreso. El Señor Trump, mientras la enfermedad se expandía por el territorio nacional, se dedicó a castigar a todos los que pudo castigar por el fallido proceso de impeachment de los demócratas. Mientras el Presidente “cortaba cabezas”, sus seguidores, como el famoso comentarista conservador Rush Limbaugh, señaló lo siguiente en su programa de radio: “parece que el coronavirus está siendo utilizado como un arma para tumbar a Donald Trump…Ahora, quiero decirles la verdad sobre el coronavirus. El coronavirus es el resfriado común, amigos”.
Irónicamente, ciertas medidas claves no se aplicaron, aun cuando no era muy tarde para implementarlas. Para el 28 de febrero, aún no era demasiado tarde para organizar una distribución ordenada de los suministros médicos entre los estados de la Unión, ni tampoco era demasiado tarde para coordinar con los aliados de Estados Unidos (particularmente la Unión Europea), ni tampoco era tarde para cerrar las playas de la Florida antes de las vacaciones de primavera, o traer pasajeros de las líneas de cruceros.
Aún para esa fecha, no era demasiado tarde para garantizar que las oficinas estatales de seguros de desempleo tengan suficiente personal administrativo y estén listas para una sobre carga de trabajo, y tampoco era demasiado tarde para que los gobiernos locales coloquen recursos financieros en los “bancos de comida” (distribución de alimentos para los pobres y los sin-techos en Estados Unidos). No era demasiado tarde para comenzar el distanciamiento social de manera rápida y organizada. Las órdenes de quedarse en casa podrían haberse puesto en vigencia el 1 de marzo, y no a finales de marzo o principios de abril, y debería haberse aplicado a todos los estados, y no solamente a los estados con gobernadores demócratas.
Parte de la tragedia estadounidense se debe al rechazo – por parte del Señor Trump – de aceptar las recomendaciones y conclusiones científicas, y menos si estas contradicen algo que él ya había balbuceado incoherentemente en una ocasión u otra. Por ejemplo, una oficina de preparación para pandemias que formó parte del Consejo de Seguridad Nacional estadounidense, fue disuelta en el año 2018. El 28 de enero de 2020, la Doctora Luciana Borio, quien era parte de ese equipo, instó al gobierno a “actuar ahora para prevenir una epidemia estadounidense”, y específicamente a trabajar con el sector privado para desarrollar pruebas de diagnóstico rápidas y fáciles. Fue ignorada, naturalmente.
La situación en Estados Unidos por la pandemia, el número de infectados y muertos, y el impacto de esto sobre la economía ha sido devastador. Los medios de comunicación, como siempre, no reflejan la realidad sino lo que ayuda a mejorar la posición de quienes comparten sus ideologías y posiciones políticas. Entonces no podemos apreciar la magnitud del desastre, pues si fuera Irán, la China, Rusia o Venezuela, ya estaríamos escuchando de una calamidad sin precedentes en la historia humana. Empero si el caso es el de Estados Unidos, siempre se otorga la mejor interpretación posible, o se inventa una completamente imaginara, si es necesario.
En adición a todo lo que acabamos de señalar y las estadísticas de muertos, infectados y entierros en fosas comunes, la polarización en Estados Unidos ha llegado a nuevos niveles, ya que los “partidarios” del Señor Trump consideran que el “lockdown” (la cuarentena) son estrategias de los demócratas para destruir la economía gringa y reprimir los republicanos, y con eso acabar con el futuro político del Señor Trump. Adicionalmente, los expertos, los epidemiólogos y los otros científicos no logran opinar porque si sus conclusiones no son idénticas a lo que declara el Presidente – o si señalan las inmensas fallas del gobierno federal para responder a la pandemia – pues son automáticamente calificados de mentirosos que buscan destruir al Señor Trump.
Regresando a la Guerra Fría EE.UU./China
Mientras el desastre sigue en Estados Unidos y el Señor Trump y sus seguidores mantienen la postura contradictoria de “acabar” con el COVID-19 y a la vez con la nefasta cuarentena inventada por los demócratas y la Organización Mundial de la Salud – el “brazo” conspiratorio del gobierno chino, de acuerdo a los gringos pro-Trump – la guerra fría entre la administración del Señor Magnate y el gigante asiático se intensifica. A comienzos del 2020, el Señor Trump elogió los esfuerzos del Presidente chino Xi para contener lo que para entonces era la epidemia del COVID-19. Eso fue durante los meses de enero y febrero de 2020. Ahora, el Sars-coV-2 es – de acuerdo con el mismo Señor quien elogió a los chinos – una creación de un laboratorio en Wuhan, y los chinos lo idearon como un arma para la destrucción de “America”. A raíz de esta nueva visión, pues “China has to pay” (la China tiene que pagar).
La polarización social y sociopolítica en Estados Unidos aún sigue ayudando al Señor Trump. El odio visceral que poseen los seguidores del Señor Trump a todo lo que ellos identifiquen como “demócrata” o “liberal” es de tal magnitud, que ya dejaron de percibir la crítica al jefe de Estado como una práctica cotidiana en ese país, y ahora se observa a través de la óptica de “remover el Presidente” y dar un golpe de Estado.
Alternativamente, los demócratas, quienes poseen muchos dentro de sus filas con el mismo odio exacerbado y visceral, pierden apoyo en vez de adquirirlo por la manera en la cual atacan a los neutros y los seguidores “light” del Señor Trump. Con una actitud tan demagógica como la del propio Señor Trump, muchos demócratas articulan sus argumentos políticos con una carga excesiva de emociones negativas, producto de una inmensa polarización emotiva, la cual se enfoca en la persona misma del presidente, ya que en realidad no es una polarización ideológica (a pesar de que ellos creen que lo es, y que ellos son la “izquierda” en ese país).
¿Cómo ayuda todo esto al Señor Trump? Pues esto ofrece una protección contra la erosión de su base electoral. Regresando al tema emotivo en la política, la situación política-electoral en Estados Unidos dejó de ser una competencia ceremonial entre dos candidatos que por lo general se le evidencian pocas diferencias al asumir la administración pública (¿qué tan diferente fue la presidencia de Clinton de la de Bush hijo, por ejemplo?), y pasó a ser un asunto altamente cargado de emociones (mucho más que antes, para quienes dicen que siempre fue emotivo), en el cual los “demócratas” y los “izquierdistas” (nada más triste que llamar a la derecha liberal “izquierdistas”) – sin precisar nombres, ya que estos no poseen verdaderos líderes – contra la figura individual y altamente personal del Señor Trump. Entonces, a pesar de todo lo que pudiera hacer o decir el Señor Magnate, sus seguidores o quienes odian a los demócratas no lo abandonaran, pues no se trata de que él sea un presidente o un candidato adecuado, sino que él es quien derrocará a los profundamente odiados demócratas e “izquierdistas”.
De acuerdo con muchos analistas gringos, fueron dos los elementos que le otorgaron la victoria electoral al Señor Trump en el 2016: el culto a la personalidad, y su supuesto mensaje nacionalista. Hasta los momentos, no hay indicaciones de que sus seguidores principales lo abandonarán en el futuro cercano. Pero los “die-hard fans” del Señor Trump no serán suficientes para ganarle la relección, en medio de una crisis histórica que muchos (aunque aún no son una mayoría clara, irónicamente) en el país sienten que es su responsabilidad. Trump necesita llegarle a un grupo considerable del electorado que pudiera estar dispuesto a votar por él, con algún argumento que estos votantes puedan encontrar persuasivo.
A medida que sus índices de aprobación caen en la actualidad, Trump está recuperando su contundente argumento económico-nacionalista que lo ayudó a llegar a la Casa Blanca en el 2016. Es menester recordar que, para esta gente, el “nacionalismo” es una noción altamente negativa: no se trata de amar lo propio, sino odiar al “Otro”, cualquiera que sea este, y más aún si alguien en autoridad identifica o señala a ese “Otro”. Entonces, si se trata de valorar lo estadounidense – particularmente el bien estar de la sociedad – eso no posee sentimiento nacional alguno, pero si se trata de odiar, pues el nacionalismo siempre es bien fuerte e intenso.
Ahora el Señor Trump dice que consideraría una acción punitiva contra la China, donde supuestamente se originó el virus, después de pasar gran parte de enero y febrero elogiando al presidente chino, como acabamos de señalar. La idea del Señor Trump es apelar a quienes no son de su base electoral sólida, pero que pueden admirar sus posturas ultra agresivas contra la China, evocando en primer lugar un “castigo” al gigante asiático por el COVID-19. En realidad, estarían castigando al gigante asiático por constituirse en el primer verdadero rival geoeconómico de los gringos, desde la Segunda Guerra Mundial (título que países como el Japón y Alemania nunca realmente lograron adquirir).
La China es odiada por grandes sectores de la sociedad estadounidense, es un odio que cruza las barreras partidistas y las clases sociales. Aunque el odio contra cualquier grupo humano nunca ha sido o será justificable, el temor gringo del gigante asiático sí posee una motivación bastante válida. La China ha sostenido cada golpe que le han dado los gringos, y aún sigue luchando, y ahora al liberarse (por los momentos) del COVID-19 y ofrecer un liderazgo mundial que los gringos nunca ofrecieron contra la pandemia, pues con más razón los gringos se sienten amenazados.
No tanto porque el país asiático amenaza la seguridad y tranquilidad de los estadounidenses (como ellos efectivamente amenazan la de tantos otros pueblos, como el de Venezuela, por ejemplo), sino que amenazan algo mucho más valioso para ellos: su hegemonía mundial. Por esa razón, el odio a la China que poseen varios sectores de la sociedad norteamericana, es hábilmente utilizado por el Señor Trump con fines netamente electorales. Para ponerlo de manera simplificada: agresiones (verbales o de otra categoría) contra la China = votos para el Señor Trump.
Muchos expertos gringos advierten que culpar a la China de todo lo malo – desde el COVID-19 y hasta la situación económica interna de Estados Unidos – con la finalidad de cosechar una recompensa política a corto plazo, es una táctica de política exterior bastante peligrosa y miope. Por útil que pueda ser para la campaña del Señor Trump, esta táctica corre el riesgo de exacerbar la ya problemática relación entre Estados Unidos y la segunda economía mundial. Un análisis de la firma consultora Eurasia Group señala que el Señor Trump enfrenta “una fuerte tentación de castigar a la China, mientras desvía la culpa de un aumento en el número de muertos y el daño económico de la pandemia del coronavirus, y aprovecha el creciente sentimiento anti-China en Estados Unidos”.
La relación entre Estados Unidos y China está en su punto más bajo en décadas y se dirige hacia abajo. A medida que los estadounidenses sigan cayendo a raíz del COVID-19 (y sus propias imprudencias), el argumento nacionalista puede ser el más viable que le quede al actual inquilino de la Casa Blanca, para obtener la relección. Es posible que ya existen demasiados muertos y se haya perdido demasiados trabajos para que Trump logre efectivamente alegar que logró revertir ambas tendencias antes de noviembre de 2020. Y por eso necesita desviar la atención hacia afuera, hacia el odio al Otro, y hacia una victoria en la política exterior. Por los momentos, la China es la primera candidata para este desvío de atención. Pero, ¿será la mejor opción? ¿Será la más práctica para Estado Unidos y el Señor Trump, dada las circunstancias domesticas e internacionales?
Los Vaivenes del Señor Trump
Al Señor Trump le ha ido bastante bien, hasta el mes de febrero de este año. Todo empezó muy favorablemente con el desastre de impeachment que le montaron los demócratas, y sus resultados que solamente fortalecieron al Señor. Es verdad, el Señor Trump actuó como si fuera que él está por encima de la ley, pero una gran parte de la población gringa lo observó cómo los demócratas tratando de “morder” al Presidente, y salieron como perro herido, con la cola entre las piernas.
La Señora Nancy Pelosi y las otras figuras centrales del Partido Demócrata estadounidense juraban que lograrían derrocar el Presidente estadounidense con un proceso de impeachment en ambas cámaras del congreso. Al final del asunto, no lo lograron, ¡qué gran “sorpresa”! Solo lograron demostrar el nivel de control interno y disciplina del partido republicano en torno a su líder (el “outsider” que ellos ahora obedecen sumisamente). Los elementos de impeachment eran válidos, sin duda alguna, pues se dejó claro que la solicitud que realizó el Señor Trump al gobierno de Ucrania a cambio de soltar los recursos para ese país europeo no era uno de interés estratégico para el Estado norteamericano, sino de interés netamente partidista y personal.
Pero la Señora Pelosi, aparentemente, se le olvidó que esto no es un verdadero juicio, sino un debate político/partidista que pretende ser un “juicio”, por lo cual no depende del “crimen” o de los “hechos”, sino de la distribución de los partidos en el congreso, el grado de disciplina interna de cada partido, y la relación del partido gobernante con su Presidente, y nada más. En el caso del Señor Richard Nixon, el partido Republicano ya estaba cansado de Watergate y de Vietnam, y lo sacrificaron. Nada que ver con el “crimen” mismo de colocar micrófonos para espiar las conversaciones de los demócratas. En el caso del Señor William Jefferson Clinton, el partido demócrata decidió salvar a su presidente, a raíz de su popularidad y la irrelevancia del crimen. En el caso del Señor Trump, la mayoría de los senadores republicanos le tienen terror al mismo, y harán lo que diga el Magnate Presidente.
Las primarias de los demócratas fue otra victoria para el Señor Trump. Estas últimas le salieron muy bien al Señor Trump, ya que las mismas revelaron no solamente el caos y el desorden del partido Demócrata, sino una segunda imposición del candidato del establishment y la marginalización del candidato “problemático” (Bernard Sanders). La primera vez fue con la Señora Clinton (2016), y ahora una vez más la derecha liberal hace trampas para exterminar a Sanders y asegurar la candidatura del “cuerpo casi difunto” del Señor Biden.
Para entonces (el 2016), Wikileakes expuso cómo el partido demócrata marginalizó al Señor Sanders (candidato “problemático”), a favor de la Señora Clinton (candidata “establishment”) y los demócratas buscaron desviar la atención con su famosa “conspiración rusa”. Es interesante recordar que aún si fuera una “conspiración rusa”, los hackers solo revelaron documentos reales y verdaderos del propio partido actuando contra Sanders y sus seguidores, y las acciones de estas cúpulas partidistas nunca fueron abordadas, sino solo se habla de la “injerencia” rusa. En muchas ocasiones es prácticamente imposible distinguir entre el partido Demócrata y el partido Republicano.
Enero y febrero fueron excelentes meses para el Señor Trump también a raíz del lujo que se dio en exterminar a todos los “traidores” que ayudaron con el “impeachment” catastrófico de los demócratas. Durante ese tiempo el Señor Trump demostró otras grandes “cualidades” de su tierno y noble ser: vengativo, rencoroso y mezquino.
Adicionalmente, fueron los meses en los cuales el mundo entero observaba el “irreversible” hundimiento de la China, no solamente como potencia, sino como país, o por lo menos eso se deseaba (recuérdense de la sensación de schadenfreude que habíamos señalado en la primera parte de este documento). Aquí se veía como la China, grosera y atrevida rival de Estados Unidos, se hundía por si misma, sin que el Señor Trump tenga que hacer mucho más. Era como una victoria enviada por el cielo, la providencia o lo que sea.
Pero, el jubileo del Señor Trump y sus seguidores no se extendió. No nos cansamos aquí en este documento de señalar una y otra vez al Señor Sars-coV-2 y la enfermedad que esa causa, el COVID-19, como importantes actores internacionales. En el sentido positivo, la China empezó a renacer lentamente, surgiendo como un dragón de las cenizas que muchos creían que era todo lo que quedaba del gigante asiático. Esto remplazó la sonrisa del Señor Trump por su tradicional cara de rabia y soberbia.
En el sentido negativo, el Señor Sars-coV-2 atacó ferozmente a la población gringa, logrando más daño que en otros países, a raíz de los siguientes factores, los cuales enumeramos y sistematizamos en base a la información expuesta en las secciones anteriores:
- La lentitud de la Casa Blanca en su “respuesta” al COVID-19: No ayudaron para nada comentarios del Señor Trump como comparar el COVID-19 a un resfriado común – a pesar de ver detalladamente lo que estaba sucediendo en la China – ni que el virus desaparecería con el calor como obra de magia. Se rechazó aplicar y mantener las medidas de distanciamiento social, y en vez estas se utilizaron para las luchas partidistas;
- Los equipos de prueba para el COVID-19 en Estados Unidos estaban defectuosos, otro asunto que causó tantos retrasos que permitieron la expansión incontrolable del Sars-coV-2. Los equipos de prueba fueron construidos por el Centro para el Control de Enfermedades del gobierno federal gringo, entonces no pudieron colocar la culpa sobre los chinos, o cualquier otra nación, como es típico de los gringos;
- El sistema de salud gringo es el prototipo de un sistema neoliberal de la comercialización de la salud, asunto que ya habíamos abordado en la primera parte del documento actual. Sin cobertura médica, quienes se infectan quedan fueran del monitoreo del Estado, y siguen infectando a otros, incontrolablemente. Sin infraestructura adecuada, el abundante flujo de enfermos hace colapsar el sistema sanitario: En el sector privado, porque no está diseñado para atención masiva, ya que es en base a quienes poseen recursos; en el sector público (lo que queda de este), porque está tan golpeado a raíz de las constantes reducciones de presupuestos y abandono por parte de los gobiernos federales y estatales, que son abrumados con solo pocos pacientes y en circunstancias normales, imagínense en condiciones de pandemias.
- La atomización de los cincuenta estados de la unión gringa, y el vacío de poder que dejó la inacción política de la Casa Blanca, lo que obligó a los gobernadores “demócratas” y “republicanos” de los cincuenta estados a luchar entre ellos mismos y con el propio gobierno federal, y no solamente por las necesidades de enfrentar la pandemia, sino también por el enfrentamiento demócrata/republicano. La atomización en el tema de la salud en Estados Unidos implica que cada estado de la Unión tiene sus propios sistemas de salud, y sin coordinación central, las medidas de un estado a otro pudieran ser contra-productivas o, peor aún, exacerban la expansión de la enfermedad.
Para la segunda semana del mes de mayo de 2020, existen en el mundo 3.913.644 casos de COVID-19, un total de 270.426 muertos (5.589 nuevas muertes). Estados Unidos posee 1.292.623 de casos de COVID-19, un total de 76.928 muertos de (1.671 nuevas muertes). Esto significa que solamente en Estados Unidos existen un tercio (33%) de los contagios a nivel mundial, y 29% de los fallecidos por el COVID-19. Los fanáticos más irracionales del Señor Trump – los que se tomaron desinfectantes para “curarse” del COVID-19, como lo indicó el propio “Doctor” Trump – son los únicos que realmente creen que el gobierno federal (o, alternativamente, el propio Señor Trump) está libre de pecado en relación con esta realidad.
Estados Unidos se coloca en la cima del mundo, adonde siempre ha querido estar, liderando el mundo en contagios y muertes por el COVID-19. Se puede tapar el sol con un dedo, y alegar que el Señor Trump no tiene nada que ver con eso, pero pocos tienen esta asombrosa capacidad. El resto de la población, puede ver los asuntos de manera más clara. Una noticia del New York Times del 10 de mayo, redactada por Mathew Rosenberg y Jim Rutenberg, titulada “La Lucha sobre el Número de Muertos Abre un Frente en la Batalla Electoral”, señala lo siguiente:
- Desde el comienzo de la crisis, elementos de la derecha (con esto se refieren a la derecha conservadora, para distinguirla de la derecha liberal, la cual se identifica como “izquierda” en Norteamérica) han tratado de reforzar la posición política del presidente y justificar la reapertura de la economía, a través del cuestionamiento del número de fallecidos (por el COVID-19). Los escépticos del cambio climático han empleado técnicas perfeccionadas en sus luchas contra el calentamiento global para generar dudas sobre la letalidad del virus. Otros, incluidos los aliados de los medios de comunicación de Trump, así como algunos en el movimiento anti-vacunas (este es un movimiento en Estados Unidos que lucha contra las vacunas), han reutilizado teorías marginales sobre burócratas del llamado “Deep State” (el Estado Profundo) que socavan al presidente para argumentar que no se debe confiar en los números oficiales.
- Estos actores han encontrado una audiencia receptiva y un refuerzo de sus ideas en el propio Trump. Para el presidente, el número de muertos se ha convertido en un indicador político fundamental, tan importante para sus perspectivas de relección como sus índices de aprobación y su posición contra el ex vicepresidente Joe Biden, en las encuestas estatales.
- A fines del mes pasado, con un número de muertos en los Estados Unidos cercano a 75,000, según las cifras compiladas por The New York Times, las proyecciones previeron otro aumento en los casos y muertes de COVID-19 a medida que las reglas de distanciamiento social se relajen. Un borrador del informe del gobierno proyectaba hasta 3.000 muertes por día para fines de mayo. Sin embargo, según los funcionarios de la administración, Trump ha comenzado a cuestionar en privado los modelos y las estadísticas oficiales de muerte.
- Su escepticismo es compartido por otros en una administración que regularmente ha ignorado los consejos de los científicos. El martes, el Consejo de Asesores Económicos de la Casa Blanca lanzó un modelo que mostraba que las muertes caerían a cero a mediados de mayo. La proyección…parecía ignorar las convenciones utilizadas por los epidemiólogos y fue rechazada rotundamente por los expertos. Pero sí proporcionó un contrapunto útil para quienes sostienen que es demasiado pronto para reabrir la economía.
Otra desgracia que le cayó encima al Señor Trump es la del colapso del mercado energético. Este tema ya lo habíamos evaluado en la primera parte de este documento, y desde entonces el acuerdo del OPEP + que incluyó en último momento a México, no ha logrado estabilizar los mercados energéticos. El dilema para el Señor Trump es que efectivamente la “guerra” de precios entre Arabia Saudita y Rusia y la paralización de las industrias del transporte a nivel mundial, están acabando paulatinamente con la industria del esquisto en Estados Unidos, particularmente las empresas que han recibido miles de millones de dólares en préstamos, solo para mantener esta industria “flotando”.
A lo largo de los meses del verano en el hemisferio norte del planeta, la industria del esquisto en Estados Unidos seguirá su irreversible contracción, y los niveles de desempleo en Estados Unidos incrementarán, particularmente en estados que le garantizaron la victoria electoral al Señor Trump en el 2016, y que albergan muchas de estas industrias energéticas. Esto tendrá un efecto adverso para las aspiraciones de relección del Señor Trump. Una noticia (originalmente en inglés) en Yahoo! News de fecha 11 de mayo de 2020 señala lo siguiente:
- La tasa récord de desempleo informada el viernes (8 de mayo) mostró que decenas de millones de empleos desaparecieron, devastando la economía y obligando al presidente Trump a superar los históricos “vientos en contra” para ganar un segundo mandato.
La Nueva Operación “Furia Urgente”: Venezuela
Es ahora que podemos abordar la lamentable relación entre todo lo expuesto anteriormente, y la República Bolivariana de Venezuela, su población y su Gobierno Bolivariano. Recordemos, como ya habíamos señalado anteriormente, que el Señor Reagan estaba buscando en Granada “una victoria en política exterior (que sea como) un objetivo digerible y del tamaño de un bocado”. El Señor Trump, obviamente, se encuentra en la actualidad con las mismas necesidades que tenía el Señor Reagan hace casi cuarenta años. El Señor Reagan tuvo su “Granada”, y ahora el Señor Trump está buscando la suya, y por los momentos está apostado por Venezuela. ¿Por qué?
Podemos reafirmar lo que señalamos en el comienzo de esta parte de nuestro documento: la clave de las agresiones contra Venezuela se encuentra en las dinámicas de la política doméstica estadounidense y su interacción con la geopolítica global, teniendo poco que ver con las dinámicas domesticas del país suramericano. Efectivamente, ya las tensiones y las agresiones contra Venezuela existían mucho antes de la llegada del COVID-19 al continente americano, el colapso de los precios del petróleo, el deterioro de la economía estadounidense a raíz del “lockdown” y la proximidad de las elecciones presidenciales en noviembre de este año. Pero estos últimos factores son los que elevaron substancialmente la posibilidad de una invasión o una desestabilización contra Venezuela, con el propósito de finalmente lograr el deseado “regime change”.
Como en el caso de Granada en 1983, el Señor Trump requiere urgentemente de una distracción “del tamaño de un bocado” – es decir, fácil de digerir – para lograr una victoria en la política exterior, y que se consolide de aquí a noviembre de este año. Esto ayudaría mucho con el proceso electoral, de la misma manera que Granada ayudó substancialmente al Señor Reagan en su relección, asunto que lo indica claramente las encuestas de entonces.
Es realmente impresionante cómo la mentalidad del ciudadano estadounidense funciona. Efectivamente, uno de los elementos que más levantó la popularidad del Señor Reagan para su relección en 1984 fue la invasión a Granda. La población gringa no le pasó factura al Señor Reagan por la muerte de tantos soldados en el Medio Oriente – y por apoyar los intereses de los sionistas con los cuerpos de sus propios soldados – pero, y esto es lo más interesante, los estadounidenses en vez celebraron la “victoria” de su país – la potencia militar y económica más grande del mundo – contra un archipiélago caribeño que apenas se puede encontrar en un mapa de la cuenca del Caribe. Mientras Estados Unidos es un país de más de 10 millones de kilómetros cuadrados y con 300 millones de personas, Granada es un conjunto de siete islas con un total de 348.5 kilómetros cuadrados, y una población de 112.000 personas (en el 2018, y no en 1983).
Es un verdadero testamento al poder de los medios de comunicación (y la soberbia colectiva de una nación), al ver cómo estos lograron convencer a su población que celebren la “victoria heroica” de su país contra la “amenaza” contundente que representan esos 348.5 kilómetros cuadrados y los 112.000 personas que contienen estos kilómetros cuadrados, para la república que posee miles de armas nucleares y portaviones nucleares, 300 millones de ciudadanos y 10 millones de kilómetros cuadrados, sin mencionar la gigantesca y abrumadora disparidad y asimetría económica, entre ambas naciones. Ni por un momento se detuvieron para contemplar que su jubileo y su soberbia nacional son productos de una guerra equivalente a una lucha de boxeo entre Mike Tyson (durante el apogeo de su poder) y un parapléjico recién nacido. ¡Qué gran orgullo! ¡Qué acto tan heroico!
Entonces, para desviar la opinión pública del desastre del COVID-19 y ganar las elecciones en noviembre, es necesario que el Señor Trump obtenga varios logros, entre ellos una victoria contundente en la política exterior. La pregunta sería, ¿Adónde pudiera obtener esta victoria? ¿Contra quién? Esta “victoria” tiene que tomar poco tiempo, tener un costo monetario mínimo, mínima pérdidas de vidas estadounidenses, y, claro, tener su elemento emotivo, o sea debe ser una victoria contra alguien odiado por la población gringa (esa lista no es corta).
Las Opciones para la “Granada” del Señor Trump
A – La China
¿Cuáles son las opciones para el Señor Trump? Obviamente, el primero objetivo en la lista es la China. Oficialmente, se debe acabar con la China por inventar el “Chinese bug” en sus laboratorios de guerra, con la finalidad de destruir a “America”. A pesar de estos alegatos constantes que ahora escuchamos diariamente desde Estados Unidos, en realidad, muchos gringos quieren acabar con la China por atreverse a imponerse como rival y competidor del país norteamericano.
No obstante, existe un grave problema con la “guerra contra la China” del Señor Trump. Desde el inicio de la guerra comercial contra el país asiático entre los años 2017-2018, el Señor Trump ha tratado de acorralar a los aliados tradicionales de su país para que se sumen a una lucha amplia contra la China. Hasta ahora, pocos países han demostrado una dedicación real a esta nueva “cruzada” de los gringos.
Recientemente, el Reino Unido anunció su decisión de permitir que la compañía china de telecomunicaciones Huawei construya parte de su red inalámbrica 5G, una inversión que los funcionarios estadounidenses alegan que representa una “amenaza” para la seguridad británica. No obstante, no lograron que Gran Bretaña abandone a Huawei.
Durante una Conferencia Anual de Seguridad en Munich, el Secretario de Defensa de los Estados Unidos, Mark Esper, dijo que cuando se trata de China, “estamos pidiendo a nuestros amigos que elijan” – de la misma manera que el Señor Bush hijo le decretó al mundo: “o estas con nosotros o están con los terroristas”. Pero los observadores en la conferencia señalaron que las advertencias de Washington sobre la China cayeron en “oídos sordos” y que Estados Unidos y Europa estaban “hablando un idioma completamente diferente” con respecto a la creciente potencia asiática.
Estos desacuerdos recientes han puesto de manifiesto una realidad inconveniente en el centro de la creciente competencia entre Estados Unidos y China: ninguna política estadounidense hacia China tendrá éxito sin la cooperación de sus aliados tradicionales y socios, y lograr que esos países se unan requiere de una delicadeza y pensamiento estratégico que incluya beneficios mutuos, todos elementos que brillan por su ausencia en el “arsenal político” del Señor Trump.
El mandatario supremacista de Estados Unidos ha instigado una guerra comercial unilateral contra la China que ha perjudicado efectivamente a sus propios aliados. Luego de iniciar la guerra de manera unilateral, el Señor Trump ahora pretende que esta guerra pase a ser una de carácter multilateral. Para hacer las cosas aún peor, muchos de los aliados tradicionales de Estados Unidos también se encontraron como objetivos de los aranceles del Señor Trump. Los aliados tradicionales de Estados Unidos no solo han mostrado cero interese, en seguir las políticas comerciales imprudentes del Señor Trump en contra de la China, sino que también experimentaron daños colaterales por el enfrentamiento entre las dos economías más grandes del mundo, con grandes interrupciones en las cadenas de suministro y muchos líderes y diplomáticos atrapados en el fuego cruzado de la guerra fría sino-estadounidense.
Algunos aliados tradicionales de Estado Unidos como Italia participan actualmente en la Iniciativa de la Carretera de Sede de la China, a pesar de las presiones constantes de Estados Unidos contra esta. La Vía de la Seda o la Carretera de la Seda es el esfuerzo multimillonario del país asiático para financiar proyectos masivos de infraestructura en varias regiones del mundo. Esta iniciativa recibe apoyo de tantos países, pero Estados Unidos no ofrece alternativas, solo críticas que suelen ser poco constructivas (y creíbles).
Durante sus peores días de pandemia, Italia recibió muchos más insumos médicos de la China que de cualquier otro país, y eso incluye, tristemente, la propia Unión Europea. Eso es un ejemplo de las relaciones actuales entre Estados Unidos y sus tradicionales aliados, y existen muchos más como este. Mientras tanto, a medida que los aliados se den cuenta de que el Señor Trump golpea a enemigos y aliados por igual, los gringos seguirán perdiendo credibilidad entre ambos grupos.
Cuando se trata de “trabajar juntos” para enfrentar las posturas asertivas de la China en el Mar del Sur de China, algunos de los aliados más cercanos de Estados Unidos han estado cambiando sus posturas. Después de varios años de enfrentamiento con la China sobre la territorialidad del señalado mar, Las Filipinas, un aliado tradicional de los gringos y que reclama partes del señalado espacio marítimo, ahora ha solicitado la suspensión del Acuerdo de Fuerzas de Visita que permite a Estados Unidos mantener fuerzas en ese país asiático, desde el año 1999.
El presidente Rodrigo Duterte, el líder errático de Las Filipinas, ha utilizado las críticas estadounidenses como una excusa para poner fin al acuerdo, lo que podría imposibilitar la rotación de las tropas estadounidenses a través de Filipinas y asociarse efectivamente con la nación archipiélago en temas de seguridad marítima. En pocas palabras, ya las Filipinas no le ofrecen a Estados Unidos un espacio para proyectar su poderío militar en aguas asiáticas.
Otro tema de gran interés es el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (AIIB, por sus siglas en inglés), creado por la China en el 2014. Los gringos estaban justificadamente preocupados por esa iniciativa. De manera bastante hipócrita, anunciaron que sus preocupaciones sobre el Banco se enfocaban en que Beijing estaría financiando proyectos que socavarían los estándares laborales, ambientales y de transparencia en los países receptores de los préstamos del banco chino. ¿Desde cuándo le importa a Estados Unidos los estándares ambientales y de transparencia? ¿Y los estándares laborales? ¿Serán los estándares laborales que aplican empresas multinacionales como “Wallmart”, en el propio territorio estadounidense? En realidad, el miedo de los gringos no tiene que ver con estándares ambientales y laborales, sino por su hegemonía global en el mundo financiero, a través del Banco Mundial y otras instancias globales.
Tristemente para Washington, la iniciativa empezó a dar justo los resultados que Beijing deseaba. Muchos países asiáticos y africanos necesitaban urgentemente este tipo de inversiones para construir infraestructura, y Estados Unidos y sus aliados no les ofrecen alternativas al AIIB. En pocas palabras, los gringos pretenden que los países africanos y asiáticos rechacen el apoyo chino, a cambio de absolutamente nada. Naturalmente, se fue beneficiándose la China a lo largo de los años. Incluso, numerosos aliados de los gringos como Australia, Canadá, Corea del Sur y el Reino Unido, se unieron al banco. Si deseamos buscar señales del declive estadounidense en el ámbito internacional, estos hechos definitivamente serían los más obvios y manifiestos.
¿Qué tiene que ver todo esto con la relección del Señor Trump? Pues bastante. El inquilino actual de la Casa Blanca pretende tomar acciones legales contra la China por “ocultar” las realidades del virus Sars-coV-2, y quizás incluso acusar el país asiático de haber “creado” el mismo en sus laboratorios. Para este esfuerzo monumental, se requiere de una colaboración bastante extensa y multifacética, por parte de países que tienen muy claro que los ataques contra la China poseen dos motivaciones verdaderas (no las anunciadas): odio hacia el rival económico que se atrevió a desafiar a Estados Unidos, y una necesidad de obtener la relección, por parte del inquilino actual de la Casa Blanca. Ninguna de estas dos motivaciones son lo suficientemente poderosas como para que el mundo o incluso los aliados tradicionales de Estados Unidos se dediquen a destruir el segundo (y en varios casos, el primer) socio comercial mas importante que ellos tienen.
Si concretar un esfuerzo realmente multilateral para aislar a Venezuela e Irán han fracasado, ¿Qué éxito se puede esperar con un gigante como la China? Quienes se prestaron para el tema de Venezuela, o son países latinoamericanos con gobiernos de derecha que le temen al legado del Comandante Chávez, o son países europeos que le conceden a Estados Unidos su “zona exclusiva de influencia”, sin importar mucho qué sucede en realidad en Venezuela. En el caso de Irán, peor aún, pocos son los países que se han sumado de manera activa y real a “castigar” al país persa, y más aún después que el Señor Trump destruyó el acuerdo nuclear que su propio país había inventado durante la administración anterior.
En pocas palabras, más allá de realizar declaraciones bombásticas y estrambóticas, y anunciar medidas internas que a largo plazo perjudicarán más a los gringos que a los chinos, de ahora y hasta noviembre no hay mucho que el Señor Trump puede realizar contra la China. Para efectos mediáticos podrá realizar unos cuantos ataques, pero para conseguir una “victoria contundente” en política exterior antes de noviembre, la China no ofrece muchas opciones para el Señor Trump.
B – Corea del Norte
Entonces, ¿Quiénes quedan? Pues tenemos a Corea del Norte. Los medios occidentales acaban de sepultar al líder norcoreano, para luego ver el mismo resucitando milagrosamente antes los medios locales, sin problema alguno. ¿Le ofrecerá el líder norcoreano un acuerdo atractivo al Señor Trump antes de Noviembre? ¿Para qué haría eso? ¿Pudiera Estados Unidos iniciar una guerra con ese país con capacidad nuclear y misiles balísticos que poseen alcance estratégico hasta las costas estadounidenses del Pacífico? Ni siquiera el Señor Trump es tan absurdamente loco para pretender eso. Corea del Norte es intocable, no solamente porque posee la capacidad nuclear que los gringos tanto le temen, sino porque el país asiático se encuentra cómodamente entre la Rusia y la China, dos países que nunca aceptarán que se juegue con sus respectivas zonas estratégicas. Entonces, ni acuerdos, ni invasiones, pues el líder norcoreano no desea ofrecerle nada a Estados Unidos, después de estos cuatro años de antagonismos y guerras de declaraciones.
C – Irán
¿Irán? Pues ya se trató, incluso se ha tratado desde que llegó el Señor Trump a la Casa Blanca. Los gringos asesinaron al General Soleimani en enero de este año – mientras la China estaba ocupada, en frente de todo el mundo, luchando contra el COVID-19 – y la aventura terminó con Irán obteniendo su venganza. Todos creen que la venganza de la República Islámica fue lanzar unos cuantos cohetes sobre una base militar gringa en el Irak, matando absolutamente a nadie. En realidad, la venganza se dio en Afganistán, a través de los aliados de Irán, los Talibán. El 27 de enero de 2020, los Talibán tumbaron un avión militar gringo en la zona de Ghazni, en Afganistán. Abordo se encontraba el jefe de la CIA para Irán y arquitecto del asesinato de Soleimani, el Señor Micheal D´Andrea. Todos los pasajeros y tripulantes del avión de las fuerzas aéreas estadounidenses perecieron en el ataque del Talibán, incluyendo el Señor D´Andrea. Adicionalmente, el congreso estadounidense pasó una ley que obliga al Presidente estadounidense a solicitar permiso antes de iniciar una guerra contra Irán. Ya ese camino está un poco cerrado.
En realidad, Irán es bastante problemático. Con unos cuantos drones operados por los Houtheis del Yemen, Irán le envió un mensaje bien claro a la monarquía saudita y los propios gringos, volando una gran parte de ARAMCO. Ahora bien, eso todo se repara. Pero en condiciones de guerra abierta, Irán posee suficiente capacidad bélica para arruinar una gran parte del mercado energético mundial, y no solamente con cerrar Bab el Mandab, sino destruyendo las instalaciones de petróleo en Arabia Saudita, los Emiratos y Bahréin, incluso hasta el Kuwait, si así lo desea. El infierno que Irán desataría si se ve acorralada, quizás haría que el mal llamado “Estado Islámico” se vea como un niñito tremendo, en comparación. El Señor Trump quizás no entiende estas realidades, pero los del Pentágono lo tienen bien claro: la Irán del 2020 no es, y nunca será, el Irak del 2003.
D – Siria
¿Siria? Ya se trató, desde los tiempos del ganador del premio Nobel de la paz – el Señor Obama – y fracasó. Ya eso es territorio protegido por los rusos. Poco se podrá lograr allá, tanto así que los Emiratos Árabes, uno de los países que más apoyó (con dinero) a los grupos armados y mercenarios en Siria, ya retomó relaciones diplomáticas con el gobierno en Damasco. Otra puerta cerrada para el Señor Trump.
E – Opciones Latinoamericanas
Queda solamente América Latina, el supuesto “patio trasero” de los gringos. ¿Cuáles son los “usual suspects” (sospechosos usuales)? Pues tenemos a Cuba, Nicaragua y Venezuela. Teníamos anteriormente a Bolivia, pero allá ya se dio un exitoso golpe de Estado que no se ha consolidado aún (con una futura victoria electoral de la derecha) a raíz del COVID-19, y la decisión de la Señora golpista (la actual “Presidenta”) de lanzarse como candidata, cuando eso no fue lo acordado antes del golpe de Estado, por parte de sus autores. ¡Qué desastre!
Cuba es un bastión que tendrán que exterminar más de la mitad de su población para poder someterla y dominarla, y en todos los casos, ninguno de los aliados gringos se ha sumado a esta posible iniciativa, ni siquiera regímenes como el de Colombia. Efectivamente, los “anti-castristas” en Miami y el resto de Estados Unidos poseen un arreglo corporativo que no les conviene ni paz con el “régimen” en la Habana, ni tampoco el fin de este. Así pueden seguir cobrando y viviendo de ser “anti-castristas en USA”. Nicaragua, pues más o menos lo mismo. Queda, obviamente, la República Bolivariana de Venezuela, la que engendró el legado problemático para todas las derechas del continente: la Revolución Bolivariana.
F – ¿Por qué Venezuela?
Ahora bien, ¿por qué Venezuela? En primer lugar, se ha aplicado contra Venezuela más o menos la misma estrategia que fue aplicada contra Irak, desde el año 1990 y hasta el 2003. Años de sanciones y una destrucción paulatina de la capacidad nacional venezolana para regenerar su industria petrolera, junto a un ataque sistemático ya de varios años contra la moneda nacional, deben haber ya preparado el terreno para una “cómoda” invasión gringa, como las “heroicas” invasiones gringas a Panamá y Granada. La nefasta agresividad del heredero del uribismo en Bogotá y el neo-fascismo luso en Brasilia han ayudado en los esfuerzos para sofocar el pueblo venezolano, abonando el terreno para la llegada de los “salvadores” marines gringos.
Los aliados (vasallos) de los gringos en la región – particularmente de persuasión conservadora y ejecutores de políticas neoliberales – están sumados a un proyecto de deslegitimación y destrucción del Gobierno Bolivariano, y sin muchas preocupaciones por las condiciones de vida de los venezolanos. Eso si, de lo que podemos percibir recientemente, quizás no están muy interesados en una invasión abierta, ya que eso no los ayudaría con sus propios problemas y procesos electorales. Quizás por eso es que, desde la segunda mitad del 2019, ya no escuchamos mucho del nefasto “Grupo de Lima”, y la gran parte del proyecto de destrucción de Venezuela ahora lo llevan los gobiernos “democráticos” y “pro-derechos humanos” en Bogotá y Washington.
Pero lamentablemente para Bogotá y Washington, y a pesar de todos sus “buenos” esfuerzos, el Gobierno Bolivariano no ha colapsado, y el títere de la Asamblea Nacional se ha desgastado severamente, a pesar del “World Tour” que se dio a inicios del 2020, y la recepción que le otorgaron los gringos en el Congreso y la Casa Blanca. No obstante, Venezuela sigue siendo la mejor opción para que el Señor Trump pueda lograr su “victoria” en política exterior, y así, quizás pudiera salvar su presidencia.
El objetivo o el “target” es bastante atractivo para los gringos, por varias razones. Al encontrarse en el hemisferio americano, pocos pueden “quejarse” de “violaciones” de sus zonas estratégicas, ya que el continente americano es supuestamente “zona” gringa. No es como Corea del Norte o Irán, que quedan fuera de su “esfera de influencia tradicional”. Igualmente, todos los cuentos inventados sobre Venezuela han permitido extender la farsa de “salvar el pueblo de la dictadura” y todo el resto del discurso. De acuerdo con las percepciones gringas, nadie sacrificaría de sus esfuerzos para “salvar” a Venezuela, como efectivamente lo hizo Rusia en Siria, junto a Irán.
Pero la razón principal que tiene los gringos para agredir a Venezuela es que el país suramericano, de acuerdo con la misma visión señalada en el párrafo anterior, será un objetivo “digerible y del tamaño de un bocado”. También debemos agregar que es la cuna de un movimiento sociopolítico y sociocultural regional que inició con el Siglo XXI, y que aún tiene “acorraladas” a las fuerzas conservadoras en América Latina, retrocediendo y en ciertos casos hasta anulando (Argentina) el proceso de restauración conservadora en la región.
El “Treparejas” y SilverCrop USA
Entre los días 3 y 5 de mayo de 2020, los organismos de seguridad del Estado en Venezuela lograron capturar una gran cantidad de mercenarios y asesinos que pretendían entrar a Venezuela por la playa de Macuto en el Estado La Guaira. La invasión de estos mercenarios fue acordada a través de un contrato firmado entre una “empresa de seguridad” relacionada directamente con el Señor Trump – la llamada “SilverCorp USA” – y el señor de la Asamblea Nacional, con la finalidad de crear caos en Venezuela y asesinar a varias figuras importantes del gobierno venezolano, estimulando así un colapso del gobierno que luego sería administrado por la empresa mercenaria. Entre los aprendidos se encuentran dos marines de Estados Unidos. Los detalles de estos acontecimientos se están dando mientras se escriben estas palabras, por lo cual no se pueden colocar en su totalidad.
Venezuela ha llegado a escuchar sobre el contenido del contrato firmado entre el Señor de la Asamblea Nacional y sus secuaces, y la empresa SilverCorp USA. Es como si fuera que los hechos en Venezuela saltan de las páginas de la novela inglesa “The Dogs of War” (los Perros de la Guerra), escrita por Frederick Forsyth en 1974. La novela, interesantemente, narra la historia de un ejecutivo de una empresa minera británica que contrata a un grupo de mercenarios para derrocar el gobierno de un país africano, con la finalidad de instalar un régimen títere que le permita minar todo el país y vaciar sus riquezas naturales.
El contrato firmado por el Señor de la Asamblea Nacional coloca a la empresa mercenaria estadounidense por encima de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, asunto que tiene mucho sentido, porque los firmantes de ese contrato no deberían confiar sus vidas (y por el resto de estas) en manos de cualquier venezolano. Lo importante es que el contrato sustituye a la FANB y eleva la empresa a niveles de efectivamente ser la entidad que “poseería” la soberanía venezolana.
Los mercenarios capturados son los mismos que fueron entrenados en los campos de guerra en Colombia, los mismos que fueron señalados por la Vicepresidenta Delcy Rodríguez durante su intervención en la Asamblea Nacional de la ONU (2019), y que nadie en Colombia realizó algo al respecto. Ya van más de 50 mercenarios capturados, de las varias incursiones que se dieron, todas marítimas ya que las vías terrestres están fuertemente vigiladas.
El Señor Pompeo informó de manera bastante arrogante que “pronto alzaremos de nuevo nuestra bandera en nuestra embajada en Caracas”, pocos días antes de la incursión de los mercenarios. Ahora que sus mercenarios entraron y cayeron en las manos de los organismos de seguridad del Estado venezolano, su jefe, el Señor Trump, notificó que él tiene nada que ver con eso. Adicionalmente, que, si él lo hubiera hecho, terminaría muy diferente (en referencia al aplastante fracaso de la incursión), y hubiera sido una verdadera invasión, con militares gringos.
Sin duda alguna, analizar detalladamente los contenidos del contrato con Silvercorp USA es una tarea obligatoria para todos los venezolanos, incluyendo las implicaciones de un diputado de la Asamblea Nacional firmando un contrato para traer mercenarios al país, simplemente porque una potencia foránea lo “decretó” presidente de la República, la misma potencia que le robó a esa república miles de millones de dólares para financiar ese mismo títere. Igualmente será necesario explorar las ramificaciones de los ex – marines gringos capturados como mercenarios en esos grupos, y las implicaciones de los reclamos del Señor Jordan Goudereau, el ahora famoso CEO de SilverCrop USA, contra los señores firmantes del contrato, que incluyen el treparejas de las Asamblea Nacional, y los Señores Sergio Vergara y Juan José Rendón, por no honrar el contrato (los “brillantes” señores no les pagaron a sus mercenarios).
No obstante, para efectos de nuestros análisis geopolíticos, la información que hemos recibido hasta los momentos, es más que suficiente para confirmar nuestras sospechas. El Señor Trump está muy correcto al señalar que eso no era una invasión, y cuando él lo haría, sería empleando las fuerzas armadas bajo su control. Por eso es que los mercenarios que llegaron a Venezuela desde Colombia no eran una invasión, sino agentes provocadores del caos. La idea, obviamente, es encender el país con elementos desde afuera (ya que no existen elementos suficientes y efectivos para realizar eso desde adentro), aprovechándose de las limitaciones en recursos que enfrentan tanto el pueblo como el Estado venezolano, a raíz de las sanciones y el colapso de los precios del petróleo, y la cuarentena y el distanciamiento social, productos del COVID-19. El caos, los asesinatos, las masacres programadas, quizás unos cuantos llamamientos a la insurrección como los realizados durante la “aventura” de abril del 2019 ante la base aérea Francisco de Miranda (La Carlota), por parte del Señor treparejas de la Asamblea Nacional, todos son elementos preliminares y a la vez requisitos para la verdadera invasión gringa.
Los mercenarios solo necesitan sostener la situación de violencia e inestabilidad a “fuego mínimo”, por un determinado periodo. Durante este periodo, entraría en juego el arma mortal más poderosa del imperio: los medios de comunicaciones. Estos transformarían dos o tres incidentes de terrorismo en Venezuela, en la versión latinoamericana del Triángulo de la Muerte en el norte de Irak, o de Somalia, o de cualquier otro país en el cual Estados Unidos ha ido a “liberar”. En ese momento es que actuaría el Señor Trump, declarándole a su nación que la situación en Venezuela es insostenible, y ya los rusos, los chinos, los persas, las FARC, los carteles de drogas, el Qaeeda, ISIS (el mal llamado Estado Islámico) y los marcianos, todos están infiltrándose para tomar control de Venezuela, con la finalidad de desestabilizar el continente y eventualmente invadir a Estados Unidos.
El héroe Trump, “preocupado” por esta situación creada por la dictadura venezolana – el “derramamiento de sangre” que él mismo instigó a través de sus secuaces – y la posibilidad imposible de una amenaza china y soviética (disculpa, quise decir “rusa”) al territorio estadounidense, no tendrá otra opción que intervenir en Venezuela (ahora con verdaderos soldados, y no los dispensables y reciclables que enviaron para fomentar el caos). Así salvaría al pueblo venezolano, salvaría a todos los pueblos latinoamericanos del “comunismo” y de los nefastos chinos, rusos y persas, salvaría a Estados Unidos de este “clear and present danger”, y finalmente y más importante, salvaría su segundo periodo como presidente de Estados Unidos. Así es, pues, que se manufactura una nueva “Granada”, a la medida de las realidades existentes, y las necesidades que surgen.
Lamentablemente para el Señor Trump, y como dice el poeta escoses Robert Burns en su poema “Para un Ratón”, “the best-laid plans of mice and men go often askew” (los mejores planes de los ratones y los hombres, suelen torcerse (fracasar)). En 1941, a punto de iniciar la operación Barbarossa (la invasión de la Unión Soviética), el Señor Adolfo Hitler consideraba que, al darle una “patada” a la puerta del gigante euroasiático, toda la edificación caería por su propio peso. Pocos años después, los rusos alzaron la bandera soviética sobre el Reichstag alemán. El Señor Trump pensó justo lo mismo sobre Venezuela. Pero, y a pesar de la crueldad de las sanciones, aún sigue Venezuela aguantando.
Pensaron que los órganos de seguridad del Estado son un desastre total, y fueron esos mismos órganos “desastrosos” e “incompetentes” que efectivamente desarticularon los agentes provocadores del caos, enviados por el Señor Trump. A pesar de, la alta “calidad” de los planes del Señor Trump, pues se vieron retorcidos por varios errores, como por ejemplo las expectativas sobre la seguridad del Estado venezolano, y las expectativas sobre la “fragmentación e incompetencia de la FANB”.
Otro ejemplo de los errores de Washington fue la suposición errónea que, al “nombrar” el líder de la oposición en Venezuela, todos los otros factores opositores se postrarán ante el ungido por Washington. Pero ya hemos visto cómo, una multiplicidad de actores de la oposición venezolana les ha pasado y le siguen pasando facturas al Señor treparejas de la Asamblea Nacional. Fue la Señora Patricia Poleo quien publicó por primera vez el contrato de SilverCorp USA, y no fue Diosdado Cabello, por ejemplo. Para efectos del plan gringo, se requiere de un frente unido de la oposición que nunca jamás ha existido, desde 1998 (elecciones presidenciales del Comandante Chávez).
A juicio de quien suscribe, el Señor Trump no desea invadir a Venezuela por sus recursos naturales. No es que no los desean, pues sus avaricias no tienen límites, sino que el tema energético es de mediano plazo, y gente como este señor no piensan con la noción de mediano plazo en mente (y mucho menos de largo plazo), sino en lo que les beneficia a ellos ahorita mismo, y ya. Desde el inicio se trataba de acabar con el legado del Comandante Chávez, para que la restauración conservadora en América Latina no sufra reveces como en Argentina, o que sigan triunfando electoralmente, como en Bolivia. En ese país andino, la única manera para que asuma el poder la derecha fue a través de golpes de Estado, ya que electoralmente, se les hizo imposible. Es el legado bolivariano, y no el cubano, el que ha alejado a la región lejos de su “terrateniente” tradicional, y hacia una nueva independencia. Naturalmente, la Revolución Bolivariana debe ser erradicada, no tanto por el pueblo venezolano, sino por las prioridades geopolíticas estadounidenses en la región y en el mundo entero.
Lamentablemente para los gringos, la pandemia (o más bien, la manera en la cual la administración del Señor Trump ha manejado esta); la guerra de precios del petróleo; el colapso paulatino de la industria del esquisto, y la dinámica de la guerra comercial contra la China (que en muchas veces aparenta ser una guerra contra todo el planeta), obligaron al inquilino actual de la Casa Blanca a enfocarse aún más en lo mismo que ya estaba buscando (regime change en Venezuela), pero ahora con nuevas y más importantes (urgentes) razones o motivaciones. Es así de sencillo.
Conclusiones Generales
El documento actual (ambas partes) tiene el ambicioso propósito de relacionar la expansión de una pandemia a las dinámicas de la geopolítica global, justo en el momento de expansión pandémica. Consideramos que no solamente se debe estudiar el impacto que tiene la pandemia sobre los procesos internacionales, sino el impacto de las acciones humanas en el ámbito internacional sobre la expansión de la pandemia, permitiendo en ciertos casos que la pandemia tenga mayor alcance y cause más daño que lo que hubiera causado, sin la intervención del factor sociopolítico, entre otros factores.
Tanto la pandemia de 1918 – la mal llamada “Gripe Española” del H1N1-18 – como la pandemia del 2020, fueron afectadas profundamente por las políticas internacionales de ciertos Estados, las cuales exacerbaron la mortalidad y expansión de sus respectivas pandemias. Solemos investigar los efectos de las mutaciones de los diferentes virus sobre las poblaciones humanas, sin considerar de manera seria y sistemática el rol de las políticas humanas en la expansión de dichos virus.
Durante la segunda década del Siglo XX, los aliados en la Primera Guerra Mundial (Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia) ocultaron la realidad sobre la pandemia, empezando por sus verdaderos orígenes – Estados Unidos – y se expandió a través de las trincheras de la guerra, en Francia. La pandemia fue ocultada con la finalidad de garantizar el triunfo militar de los aliados, el cual a su vez fue lo que les permitió a los aliados dictar los artículos del Tratado de Versalles de 1919, y determinó la repartición del botín global. Las condiciones de guerra estimularon en el virus una mutación que era fuera de lo común para la familia de Coronavirus, y a raíz de esta mutación, el mismo adquirió la terrible letalidad que se evidenció durante dicha pandemia.
Durante la segunda década del Siglo XXI, varios gobiernos europeos y el norteamericano ignoraron y/o descartaron las medidas de distanciamiento y la suspensión de las actividades económicas, justo a raíz de que estas medidas paralizarían los ingresos de los dueños de los medios de producción. Aprovechando el colapso de las industrias del transporte a raíz de las cuarentenas a lo largo del planeta, ciertos productores de petróleo declararon una guerra de precios. Existen quienes creen que la guerra es de precios y de cuotas en el mercado, mientras que otros consideran razones más ocultas y menos enunciadas, como por ejemplo la neutralización de la industria de esquistos de Estados Unidos. No obstante, y producto de estas políticas y posturas, la pandemia del COVID-19 ha logrado expandirse y cobrar más vidas que lo que logró en su país de origen (o de primera detección), en la China.
Argumentamos que el factor más importante que nos explica la inmensa falla occidental en responder a la pandemia es el factor neoliberal, el que insisten en decretar la salud como una “mercancía”. La crisis económica y financiera de la Unión Europea desde el 2009 impuso una solución netamente neoliberal (austeridad y más austeridad) para todos los países del bloque. Las políticas de austeridad nunca aplican a asuntos como salvar (“bailouts”) los bancos europeos y gringos de la bancarrota, ni tampoco a salvar las multinacionales de sus malos negocios, pero la austeridad sí aplica a los gastos “innecesarios”, como la salud y la protección médica para la población, entre otros gastos sociales.
Estas recetas son excelentes para la acumulación de capital, y efectivamente han cumplido sus propósitos. No obstante, al materializarse una situación impredecible como la pandemia, se evidencian los graves problemas del sistema imperante, ya que el mismo no opera en base a la atención masiva y los altos volúmenes de pacientes (o clientes), sino atención solamente para quienes poseen los recursos para pagar. Producto de este sistema puramente mercantilista en Estados Unidos, y las políticas de austeridad en la Unión Europea, es que podemos entender el colapso de los sistemas de salud en esas dos regiones, en el contexto de la pandemia actual.
La primera parte de este documento exploró varios aspectos de la geopolítica global antes de la transformación de la epidemia del COVID-19 en la China, a la pandemia del mismo nombre en el resto del mundo. Luego continuó explorando cómo estos procesos sociohistóricos de la geopolítica global dictaron la expansión de la pandemia, y cómo esta, a su vez, modificó estos procesos globales, en una relación casi dialéctica, y definitivamente intrínseca.
En la segunda parte decidimos tomar un caso en particular – las agresiones contra la República Bolivariana de Venezuela – para seguir explorando cómo la geopolítica de la pandemia determina ciertos cambios bruscos en las políticas exteriores e internacionales de ciertos países y/o potencias globales. Aunque la víctima principal de estas agresiones es el pueblo venezolano, las razones que motivan estas agresiones no se pueden hallar en la propia Venezuela y sus dinámicas domésticas, sino en los efectos que tiene la pandemia en ciertos procesos geopolíticos globales, a la vez de las realidades internas y domesticas del autor principal de las agresiones contra el país suramericano: Estado Unidos.
Todo esto demuestra cómo los sucesos en un país pueden estar dictados por procesos geopolíticos que tienen poco que ver con sus realidades internas. Igualmente demuestra el grado de interconexión entre los procesos geopolíticos y sociohistóricos por un lado, y la expansión de una pandemia por el otro.
Los análisis geopolíticos y de relaciones internacionales que se presentan en este documento buscan demostrar la importancia de explorar críticamente cómo los fenómenos que no son sociopolíticos influyen, distorsionan o transforman los procesos sociopolíticos, socioeconómicos y socioculturales de la política global. Entre estos factores, indicamos las pandemias, los desastres naturales y otros factores que no surgen de las propias relaciones sociales. Igualmente, importante es incorporar elementos que por lo general no forman parte de las concepciones conservadoras y positivistas del estudio de las Relaciones Internacionales, como el factor emotivo y cómo este contribuye en la formación y la evolución de los procesos sociohistóricos de la política global.
*Internacionalista y diplomático en la Cancillería venezolana. Ex cónsul de Venezuela en Honduras. Profesor de relaciones internacionales en la Universidad Bolivariana de Venezuela


