Hace diez años, días después del 15-M, tenían lugar unas elecciones que cayeron como un jarro de agua fría en una ciudadanía hastiada ante la gestión de una crisis que había abierto la mayor brecha de desigualdad social de la democracia. El PP de Esperanza Aguirre arrasó en Madrid con una mayoría absoluta, el PSOE cayó e IU subió ligeramente. Aún no existían Unidas Podemos, ni Ciudadanos, ni Más Madrid, ni Vox. Tampoco Trump ni Bolsonaro.
Tres años después de aquellas elecciones, el recién nacido Podemos lograba cinco escaños en los comicios europeos. En 2020, seis después de aquellas europeas, el partido morado logró formar un Gobierno de coalición con el PSOE de Pedro Sánchez -e Iván Redondo- que tuvo que enfrentar la peor pandemia conocida en la historia reciente. Un Gobierno cuya principal oposición ha sido ejercida precisamente por Isabel Díaz Ayuso quien, con sus cantos de falsaria libertad y mensajes más vacíos que un agujero negro, ha acabado eclipsando hasta al líder de su partido, Pablo Casado.
Anoche, Iglesias anunciaba que deja la política tras unas elecciones autonómicas en las que el mapa electoral se reconfigura a la izquierda, pero con una derecha encarnada en el trumpismo de Díaz Ayuso que arrasa y barre cuanto encuentra a su paso, incluido Vox; exactamente la misma derecha que ganó tras el 15-M, solo que entonces Aguirre logró una mayoría absoluta y ahora Ayuso se ha quedado a las puertas.
Es importante tomar consciencia de los tiempos: hace sólo mes y medio que Iglesias era vicepresidente del Gobierno. Y su marcha se produce después de que su partido haya desempeñado un papel esencial en las medidas sociales aprobadas por el Ejecutivo para paliar la crisis desencadenada por la pandemia, y tras haber crecido en Madrid en escaños (tres más que en 2019) y considerablemente en votos.
En un país poco dado a ejercicios de dignidad y altura política, su decisión, elegante y cargada de una profunda autocrítica, cierra un importante ciclo que logró poner patas arriba al llamado ‘Régimen del 78’.
La otra formación que junto a Podemos rompió el eje del bipartidismo heredado de la Transición, Ciudadanos, directamente ha desaparecido del mapa madrileño: de tercera fuerza en 2019 a la desintegración. En dos años. Edmundo Bal no ha anunciado dimisión alguna (que sepamos a esta hora). Tampoco Gabilondo, que se ha dejado trece escaños y ha sido superado en votos y empatado en diputados por una fuerza política nacida hace dos años de la escisión de Podemos, Más Madrid, cuya candidata, la médica Mónica García, ha sido el único rostro de la oposición a Ayuso cuando Gabilondo ni estaba ni se le esperaba. Hoy es la segunda fuerza política de la Cámara madrileña.
A Pablo Iglesias y a Podemos los dueños de este cortijo que sigue siendo España no les perdonaron el hecho de que tocaran el poder. Nunca un líder político consiguió tanto en tan poco tiempo. Y nunca un líder político fue tan perseguido y vilipendiado por los grandes medios y por sus contrincantes políticos. La campaña mediática, personal y judicial en su contra tendrá que ser estudiada algún día en los libros de Historia, al igual que lo será el revulsivo que supuso Podemos para la política española.
En su despedida, Iglesias dijo haberse «convertido en un chivo expiatorio que moviliza a los afectos más contrarios a la democracia». Él lo jugó todo a la movilización de la izquierda durante la campaña. Pero la suma de esa izquierda se desintegró por el flanco socialista, dando al traste con el espejismo de una alternativa progresista de Gobierno a la derecha. Y, además, la participación masiva en las ciudades y municipios del sur no empujó a las izquierdas, sino más bien todo lo contrario: dio alas al PP y a Vox.
Es decir, lo que ha terminado por movilizarse ha sido el voto del miedo de la derecha. Después de una campaña electoral en la que Iglesias recibió hasta dos amenazas de muerte con balas por correo. Después de meses de acoso a las puertas de su domicilio. El voto del miedo de la derecha.
Pero más allá de intentar discernir de qué van a vivir ahora las tertulias y El programa de Ana Rosa sin un Pablo Iglesias al que colgar en la plaza pública, toca también hacer el ejercicio de entender hacia dónde camina Madrid.
Ayuso, que ha aprobado una ley y media (literalmente) durante dos años de mandato y que no ha sido capaz de sacar adelante unos presupuestos, va a volver a estar al frente de la Comunidad autónoma en la que, durante su gestión de la pandemia y en apenas mes y medio -entre mediados de marzo y finales de abril de 2020-, murieron 9.470 mayores que vivían en residencias de Madrid; de ellos 7.291 fallecieron en el propio centro, sin recibir atención médica ni ser trasladados a un hospital.
Díaz Ayuso ha sido la ‘trump’ cañí durante su mandato y en la campaña, pero en su discurso triunfalista de anoche lo dejó más claro que nunca, con su uso falsario del término «libertad» («la libertad que querían quitarnos», en referencia a las restricciones por la pandemia). Volvió a situarse como clara opositora a Pedro Sánchez en una maniobra que puede poner al PP y a Casado en un brete. Cuando dice «aquí [a Madrid] viene lo mejor de cada rincón del mundo a vivir en paz y libertad», coloca al resto del país como ciudadanos de segunda. Y sus referencias continuas a España sitúan a Casado como un mero telonero y abren la duda de si el PP no estará ganando Madrid a costa de perder España. Un Casado que, por cierto, e
.Madrid, con Ayuso al frente, ha ido a contracorriente incluso de otras comunidades gobernadas también por el PP en la gestión de la pandemia. Esto la convierte en una rara avis dentro del Estado. Por no hablar de que es la única gran capital (con su área metropolitana) europea sin un gobierno progresista: de las 28 capitales europeas, catorce están gobernadas por la izquierda -entre ellas Berlín, París, Roma y Londres-, siete por el centro, cinco por la derecha y dos por independientes.
La Comunidad de Madrid tiene la segunda renta más alta por detrás de Euskadi y casi un 36% superior a la media nacional. Madrid es rica, pero también es desigual. Uno de cada tres menores en la capital está en riesgo de pobreza (33,1%). Ayuso promete bajar impuestos, y ya tiene los impuestos más bajos del país. La Comunidad de Madrid es la penúltima en gasto sanitario, con una inversión de 1.340 euros por habitante, 146 euros menos que la media nacional, y es también la comunidad autónoma que menos invierte en Educación (unos mil euros menos que la media nacional, situada en 5.779 euros por alumno).
Con estos mimbres, la lideresa más ultra del PP gobernará hasta 2023, extendiendo el largo invierno de gobiernos populares a casi 30 años. La oposición tiene ahora dos años para construir una alternativa creíble. Los mismos dos años que no ha sabido aprovechar y capitalizar.